Entre sus atractivos y
documentados escritos Stefan Zweig publicó en 1936 Castellio contra Calvino. Ambos, Calvino y Castellio, franceses,
junto con Nicolás Cop y a partir del movimiento producido por otro francés,
Guillaume Farel, hicieron de Ginebra la capital de la reforma de la Iglesia en la onda del eco de Lutero.
Pero ambos, Juan
Calvino y Sebastián Castellio, que coincidían en algunos de los principios, no
lo hacían en las maneras. Hasta el punto de que Castellio tuvo que abandonar la
ciudad para establecerse, pobre y dolorido, en Basilea.
Desde allí escribía de
este modo al “jefe” ginebrino:
"Os pido por el
amor de Cristo que respetéis mi libertad y renunciéis al fin a cubrirme con
falsas acusaciones. Dejad que profese mi fe sin coaccionarme, tal y como se os
permite a vosotros la vuestra y como espontáneamente la reconozco. De todos
aquellos cuya doctrina se aparta de la vuestra, no supongáis que están en un
error, y no les acuséis acto seguido de herejía... Aunque yo, como otros muchos
devotos, interprete la Escritura de un modo distinto a como lo hacéis vosotros,
profeso con todas mis fuerzas la fe de Cristo. Seguramente uno de nosotros está
equivocado, pero precisamente por eso amémonos el uno al otro. El Maestro
revelará un día la verdad al que está equivocado. Lo único que sabemos con
seguridad, tú y yo, o al menos deberíamos saber, es el compromiso de amor
cristiano. Practiquémoslo y, al hacerlo, cerremos así la boca a todos nuestros
adversarios. ¿Consideráis que vuestra interpretación es la correcta? Los demás
piensan lo mismo de la suya. Que los más sabios se muestren, por tanto, como
los más fraternales y que no permitan que su saber les vuelva arrogantes, pues
Dios lo sabe todo y doblega a los orgullosos y ensalza a los humildes."
Castellio, estudioso, celoso buscador de la Verdad y excelente pedagogo, llega hasta nosotros con esas palabras para reforzar una convicción tan necesaria como descuidada: por encima de la verdad personal está el amor entre las personas. No se educa sino con el amor. Se puede intentar clavar ideas en las mentes, itinerarios en los pies y palabras en las lenguas. Pero si no hay fuego que salga del corazón y vaya a los corazones, la educación, si logramos algo parecido a ella, será a la larga un peso que se sacuda o un amaestramiento que haga más animales a los hombres.
Castellio, estudioso, celoso buscador de la Verdad y excelente pedagogo, llega hasta nosotros con esas palabras para reforzar una convicción tan necesaria como descuidada: por encima de la verdad personal está el amor entre las personas. No se educa sino con el amor. Se puede intentar clavar ideas en las mentes, itinerarios en los pies y palabras en las lenguas. Pero si no hay fuego que salga del corazón y vaya a los corazones, la educación, si logramos algo parecido a ella, será a la larga un peso que se sacuda o un amaestramiento que haga más animales a los hombres.