Los bradipos tridáctilos, cuyo nombre
griego significa, más o menos, de pies
lentos con tres dedos, comparten su mundo con sus parientes más próximos,
los bradipos didáctilos, de dos dedos. Son solitarios, tal vez porque necesitan
dormir unas 19 horas al día. Con tan lento ritmo (se mueven a 0’24 km por hora)
y tanto sueño, llegan a vivir alrededor de 12 años.
No son capaces de
mantener una temperatura corporal constante, como sucede en otros muchos
mamíferos. Y por eso necesitan vivir en un ambiente tropical húmedo de clima
suave constante de 22º C. Los machos viven toda su vida en un árbol, siempre el
mismo. Y lo dejan solo para cumplir con sus deberes de macho, entre marzo y
abril desde que tienen tres o cuatro años, hecho lo cual vuelven a las ramas de
su árbol-domicilio. Las hembras atienden a su único cachorro, de unos 400
gramos, que come ya desde el primer mes de vida. Con seis meses se convierte en
el rey del árbol que la madre tiene que abandonar.
Parecen monos, monos perezosos, pero no lo son. Son xenatros, es decir, de brazos raros. Y no tienen dientes. Sí, son los llamados
injustamente perezosos. Y debemos
decir injustamente, porque ¿qué van a
hacer los pobres si son lo que son?
En la sociedad humana nacen también, crecen y
se afianzan como tales, porque heredan los modos o porque se los infunden sus
padres con una educación manca de sentido
de la convivencia, del “sentido del otro”, perezosos.
Se los ve ocupados en roer y no hacer nada el tiempo en que no duermen; distraídos del quehacer familiar o
comunitario cuando hace falta hincar el codo; en cambio, cuando tocan a fajina aciertan siempre con el
mejor bocado.
Mimar significa halagar. Pero también expresar,
enseñar algo en silencio, con gestos. ¿Estoy seguro de que, mientras trato a
mis hijos, a mis “pupilos”, cultivo el agrado de vivir con ellos y para ellos,
juntamente con el ejemplo que les haga aprender de mi conducta el
descubrimiento de que existen otros y de que, por tanto, debo tener en cuenta,
en mis sentimientos, actitudes y acciones, al otro? Difícilmente una conducta
en los padres y en el educador queda baldía cuando está adornada de prontitud,
teñida de diligencia, embellecida por la generosidad y el afán de servir.