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lunes, 12 de septiembre de 2016

Roma.

Por lo que sea este verano de 2016 Roma, una ciudad que fascina por su historia, su nobleza y su belleza, está resultando especialmente insoportable por la presencia de animales extraños en la ciudad y extrañamente atrevidos. Las crónicas refieren la actividad de gaviotas, ratas y ratones, moscas, mosquitos y otros insectos y hasta zorros y jabalíes – dicen – en sus aledaños. Y tres semanas más tarde, incendios espontáneos o provocados.
Hace muchos siglos Roma era una ciudad en la que la aglomeración y el ocio de muchos de sus habitantes hacían imposible transitar por las vías Appia y Flaminia. El Argileto, el Vicus Tuscus y la Suburra eran un frenesí, un ruido inacabable, un estrépito inaguantable. Y los peligros se cernían sobre los viandantes por la noche. Juvenal lo describía de este modo mordaz: “¡A la calle lo que sobra!”.
De mucho tiempo antes de ahora, nos dice Marcial: “No te dejan vivir; de noche los panaderos; por la mañana los maestros de escuela, a todas horas los caldereros que golpean con su martillo: aquí es el banquero que, no teniendo otra cosa que hacer, revuelve sus monedas en sus sórdidas mesas; allí un dorador que con el bastoncito da en una piedra reluciente. Sin interrupción los sacerdotes de Belona, poseídos de la diosa, lanzan gritos furibundos… El náufrago, con un trozo de madera colgado al cuello, no acaba nunca de repetir continuamente su historia; el pequeño hebreo, amaestrado por su madre, de pedir limosna lloriqueando; el revendedor legañoso de ofrecerte las pajuelas para que se las compres, y cuando las mujeres con sus sortilegios de amor hacen que se oscurezca la luna, todo el mundo halla a mano algún objeto de cobre que aporrear, hasta que se desvanece el hechizo”. Y Juvenal remacha: “¡Cuesta una fortuna dormir en Roma!”. 
Las cosas no son nuevas en la historia. Pero lo que es siempre viejo es la inercia que nos lleva a comportamientos que no son humanos. Basta repasar la crónica social de las ciudades en nuestro siglo XXI para descubrir que las grandes ciudades (sobre todo las grandes) se han convertido (sobre todo en algunos barrios) en zoos humanos donde la convivencia se hace difícil, si no imposible, a no ser que asumas o al menos mimetices el comportamiento de los que las dominan. ¡Y eso nunca! Nunca “¡A la calle lo que sobra!”.

lunes, 29 de agosto de 2011

"Minorías Creativas".

Al cumplir 22 años, Arnold  Joseph Toynbee, un inquieto pensador inglés, dedicó un año, desde septiembre de 1911 hasta agosto de 1912, a soñar en las civilizaciones de Roma y, sobre todo, de Grecia, cuyos escenarios recorrió casi siempre a pie, muchas veces solo. Ya había empezado a consolidarse la personalidad científica de uno de los más grandes filósofos de la historia. La abundancia de sus escritos, la riqueza de su investigación pero, tal vez, más que nada, su luminosa intuición, le hicieron expresar la teoría de la contemporaneidad de las civilizaciones: “Sea cual sea lo que la cronologia pueda decir, mi mundo y el mundo de Tucídides demostraban que eran contemporáneos. Y si esta era la verdadera relación entre la civilización Greco-Romana y la civilización Occidental, ¿no podía suceder que entre todas las civilizaciones conocidas por nosotros se revelase una misma relación?”.
No son las naciones ni los estados ni las etnias el fundamento de la sociedad humana. La base de una civilización es la respuesta que una población da al reto que se le presenta. Si en ella hay una minoría selecta y creativa, capaz de definir el reto, nacional o social, y dirigir a la población para superarlo, nace una civilización o se estructura sobrepasándose.
Alguno que recuerde esto pensará, sin duda, en el trance actual de muchas “civilizaciones”: pasan por crisis, padecen convulsiones, provocan tensiones... Y esperamos con Bécquer que haya una mano de nieve o una Voz que arranque las notas de esa arpa dormida o dé vida al Lázaro muerto.                      
Pero como estas palabras van dirigidas, no a gobernantes, sino a aquellos que tienen el privilegio de descubrir las notas de quienes están creciendo en la vida junto a  nosotros son capaces de convertir en una sinfonía gloriosa o de despertar del torpor y la inedia al genio que duerme en el fondo del alma, vale la pena el esfuerzo de recordar a Toynbee y su justificada exigencia de que una minoría creativa, ilusionada e ilusionante guíe y arrastre hacia la superación de ese reto a los que deben crecer en nuestro arrimo.  
¡Tú eres esa minoría creativa e ilusionante! ¡Tú eres la mano de nieve! ¡Tú eres la Voz esperada! Y si debes serlo y no lo eres, renuncia a tu papel.