La república autónoma de Jakutia-Sakha cubre
tres millones de kilómetros cuadrados donde vive una población de un millón de
gente sencilla y con problemas. Se trata de Siberia (Rusia). Allí los
salesianos llevan sirviendo 23 años en dos pequeñas obras de atención a sus
habitantes: Jakutsk y Aldán, separadas por 600 kilómetros, en las que cinco
salesianos, secundados por gente muy cercana, han creado comunidades católicas
pequeñas, pero de gran vigor, con cambios sociales y religiosos notables. Y en
Jakutsk han terminado por fin la primera iglesia parroquial católica.
El trabajo allí, esperanzador y entusiasta, se
encuentra con dificultades y retos. Durante casi nueve meses la temperatura es
de 50 grados bajo cero de la Escala Celsius. La permanencia de los misioneros
no es prolongada, por lo que se deben sustituir con relativa frecuencia. La
distancia de la Inspectoría salesiana “madre”, Eslovaquia, que tiene 23 obras
en su propio territorio y una en Azerbaiyán. El ambiente multicultural y
pluri-religioso (11 religiones diferentes: una tercera parte de cristianos
ortodoxos, otro tanto de animistas, algunos ateos, musulmanes, cristianos de
otras confesiones). Población juvenil numerosa, alcoholismo frecuente, crisis
familiar muy extendida y minoría católica, de unos 500 bautizados, en diáspora
natural. Unos cien misioneros laicos voluntarios, casi todos eslovacos, se han
sucedido en la ayuda a las dos pequeñas comunidades a lo largo de estos 23
años.
Para los que leen estas páginas y se animen a ir, ellos también, al menos tres meses seguidos y conocimiento suficiente de ruso, tienen por delante estas bellas tareas: ayudar a profundizar en la fe, fortalecer la comunidad católica, vivir abiertos a los que los necesiten, dar testimonio de vida, servicio y educación, especialmente a los jóvenes pobres y a sus familias y cuidar la propia formación misionera y la de la comunidad internacional.
Para los que leen estas páginas y se animen a ir, ellos también, al menos tres meses seguidos y conocimiento suficiente de ruso, tienen por delante estas bellas tareas: ayudar a profundizar en la fe, fortalecer la comunidad católica, vivir abiertos a los que los necesiten, dar testimonio de vida, servicio y educación, especialmente a los jóvenes pobres y a sus familias y cuidar la propia formación misionera y la de la comunidad internacional.
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