Papúa Nueva Guinea
ocupa la mitad oriental de la isla de ese
nombre y numerosas islas cercanas. Su capital es Puerto Moresby. En 1527 Jorge de Meneses, que pasaba por allí,
la llamó Papúa, que en malayo significa
rizado, como el pelo de los
melanesios. Y veinte años más tarde Yñigo Ortiz de Retez añadió lo de “Nueva
Guinea” porque, decía, sus habitantes se parecían a los de la costa de la
Guinea africana. Está al norte de Australia,
tiene 7 millones de habitantes y se hablan 836 dialectos y tres lenguas oficiales: el tok pisin, el hiri motu y
el inglés.
Se ha incrementado la minería,
aunque la pobreza sigue siendo muy dilatada.
Los Salesianos llegaron
hace treinta años. Y ahora acompañan a los jóvenes en su crecimiento integral
en seis obras: de Oeste a Este Kumgi Kundiawa, Araimiri, Badili, East Boroko (2
obras) y en la Isla East New Britain, Vunabosco (bonito nombre, ¿verdad?).
En Boroko, el pasado 24 de mayo de 2016, 32 estudiantes de la
escuela “Don Bosco Technical School” en Gabutu recibieron los sacramentos de la
iniciación cristiana con ocasión de la fiesta de María Auxiliadora, que se
celebró en el santuario Mariano en Boroko en una ceremonia presidida por Mons.
Rochus José Tatamai, MSC, Obispo de Berina, a la que asistieron 1.100 personas.
Por la tarde se celebró una Misa presidida por Mons. John Ribat, Arzobispo de
Port Moresby.
Nuestro mundo es un mundo familiar, un mundo de
hermanos. Y aunque nos separen millas, lenguas y costumbres no podemos dejar
que otras diferencias nos hagan sentir que estamos encerrados en el ridículo
recinto de nuestras reservas y egoísmos. Cuando Lucio Domicio Aureliano,
emperador de la imponente Roma, empezó a encerrarla el año 270 con 19
kilómetros de muralla en defensa de los temibles “bárbaros”, no había
descubierto que la descomposición de su imperio había ya comenzado mucho antes
en lo más íntimo de su raquítico corazón.