lunes, 24 de diciembre de 2012

¡Eya velar...!



De Gonzalo de Berceo son estos versos.
¡Eya velar, eya velar, eya velar!
Velat aljama de los judíos.
¡Eya velar!
Que non vos furten al Fijo de Dios.
¡Eya velar!
Ca furtárvoslo querrán.
Gonzalo de Berceo, riojano, se educó en el Monasterio “de arriba” (“de Suso” dice él) de San Millán de la Cogolla; fue diácono, preste, notario y poeta, después de haberse formado muy seriamente en los Estudios Generales de Palencia. Y con los versos anteriores parece que alertaba a los judíos a no dormirse junto al sepulcro de Cristo para que sus discípulos no pudiesen hurtar su cuerpo y proclamar su resurrección.
   ¿Y por qué sólo en Pascua? ¿Y por qué sólo alertar a los judíos y no a nosotros? 
   Hay muchas “navidades” en las que, por muchas causas, se ha hurtado el Cuerpo de Jesús recién nacido. Algunos lo han hecho por inercia: han ido quedando deslumbrados por el papel brillante con el que habían envuelto el misterio y se encuentran con que Navidad es confeti y espumillón. Otros lo han hecho con una intención bien definida: la de no sentir el ronroneo de la conciencia y llenar “los días felices”, “las felices fiestas”, de humo, de vapores y de sabores dulces o recios. A otros les ha sobrado siempre (o les ha ido sobrando poco a poco a golpe de emociones carnales) cualquier referencia a lo trascendente del mundo del espíritu; o han prescindido de esa ardua esfera de lo invisible que, parece, molesta porque exige ser menos animal. Algunos, ingenuos, han encontrado en la deformación de tradiciones seculares y venerables el alimento de sus fantasías, esperanzas, sueños e ilusiones: Magos, Papá Noel, Santa Claus o, simplemente, Santa, sin género ni caso.
   A los que hemos construido nuestra vida en la irrenunciable fe en el Amor de Dios hecho Hombre nos corresponde poner diques a la invasión, en nuestro pequeño o no tan pequeño mundo, de corrientes de vacíos, de ficciones y de cuentos.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Intuír.



Para pasar por tren de Frutigen a Raroña, en Suiza, se abrió en los Alpes, en 2007, un túnel de unos 35 kilómetros de longitud: Es el túnel de Lötschberg. Al horadar la montaña se tuvo la desagradable sorpresa de dar con una suave corriente de agua a 18 grados y un caudal de 70 litros por segundo. Un agua tan caliente para un lugar donde la temperatura ronda los 4 grados, no se podía derivar hacia el cercano río truchero. Pero el ingeniero jefe del túnel, Peter Hufschmied, casado con una rusa, tuvo una idea, según cuentan las crónicas de los hechos: criar esturiones siberianos.
Los esturiones siberianos, de hasta un metro y 200 kilos, fueron desapareciendo por las intensas campañas de pesca de los últimos años. Y por ello se introdujeron en Europa, en los años 70 del siglo pasado, piscifactorías de este apreciado productor del caviar.
Tuvo vista Hufschmied y los 35.000 esturiones que se mueven en los 2.700 metros cúbicos de agua templadita de las piscinas de la empresa Tropenhaus Frutigen y de los que se obtuvieron este año 800 kilos a 3.000 euros el kilo. 
Suena raro: desde los Alpes suizos se envía caviar a Estados Unidos, Alemania y Asia. Y dentro de poco serán 60.000 esturiones que producirán tres toneladas de caviar que enviarán a un mercado más amplio.
Es tan límpida la lección de las aguas de Lötschberg y tan estimulante la intuición de Hufschmied que ha parecido oportuno traerlas aquí.
¡Cuántas veces nos quedamos pasmados ante hechos que parecen obstaculizar nuestros pasos y que, sin embargo, habrían podido transformarse en una llegada victoriosa a una noble meta! Solemos sucumbir al frecuente recurso de la cantilena de la ”mala suerte”. Con tal de no confesar que somos perezosos o pusilánimes o romos en percibir una luz inesperada en medio de lo que nos parece que es todo oscuridad.
Y, no obstante, el triunfo de personas que empezaron con nada en el bolsillo y todo en su cabeza y en su corazón, debería hacernos abandonar el pelotón de los resignados, de los quejicas y de los derrotistas para convertirnos en hombres decididos a construir  de tantas formas un mundo mejor y una sociedad más briosa. Sobre todo en nuestro papel de padres y educadores deberíamos despertar en nuestros hijos y discípulos el arrojo de los innovadores, de los emprendedores, de los audaces.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Et Circenses.



Fue Décimo Junio Juvenal quien escribió en el puente del siglo I al II, en su sátira 10, esta frase que tanto repetimos los viejos: … nam qui dabat olim imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius optat, panem et circenses…. Que viene a decir (pero no te contentes con mi traducción un poco rastrera): … pues quien daba en el pasado el poder, la justicia, el ejército, todo… ahora se contenta afanosamente con sólo dos cosas: pan y circo. Ya sabes: circo eran los espectáculos que se regalaban al pueblo para tenerlo contento; y pan el remedio del descontento de los pobres que habían visto subir el precio del trigo y necesitaron convertirse en paniaguados del Estado.
La annona era un derecho. Había empezado, como sabes, siendo una diosa (con mayúscula, por tanto: Annona), protectora de las trojes oficiales. Y se convirtió en el sustento gratuito o casi gratuito que, desde Cayo Sempronio Graco el año 123, recibía el pueblo. Treinta y dos años más tarde 40.000 ciudadanos romanos tenían ya derecho al sustento público. Augusto se encontró en Roma, cuando estrenaba siglo (nuestro siglo I), con  200.000 de estos. Se alegraba de haber podido robustecer al Estado y a 50.000 de sus sustentados al quitarles el pan y hacer que se lo ganasen. 
Pero poco más tarde, Septimio Severo se dijo que por qué los de su pueblo (Leptis Magna, en África) no iban a tener los mismos derechos que los romanos de Roma.
Y el número de los beneficiados subió hasta 320.000. Septimio Severo Alejandro mejoró la cesta de la annona y en vez de trigo, para ahorrar trabajo a su sudoroso pueblo, le dio trigo hecho ya pan. Y Aureliano, en el alba del siglo III, daba ya pan y medio por cabeza. ¡Y vino! ¡Y carne de cerdo!
Este fue el Aureliano (Lucio Claudio Domicio Aureliano, que era húngaro, es decir, de la Panonia romana) que dejó su nombre en la muralla de ladrillo, todavía visible en Roma,  que levantó por miedo a los bárbaros venían despeñándose desde lejos. Y no se daba cuenta de que los bárbaros que estaban acabando con el Imperio estaban dentro. Y que fueron estos bárbaros domésticos, con sus regidores, los que llevaron a Roma al derrumbe económico y a su desintegración y desvanecimiento.
Y como esta historia es de por sí elocuente para todos los tiempos, ¡ojalá que valga para el nuestro!

lunes, 10 de diciembre de 2012

Beata María Troncatti.



Desde hace quince días es “Beata” (Macas: 24 de Noviembre de 2012), el título que la Iglesia da a personas que vivieron ejemplarmente y con cuya intercesión se produjo un hecho en el que se declara presente la mano de Dios.
Bastan los datos que siguen para comprender la altura espiritual de esta Hija de María Auxiliadora, es decir, salesiana, nacida en el pueblecito de Corteno Golgi, de la provincia de Brescia el 16 de febrero de 1883.
Vivió, creció y maduró en una familia  pobre y numerosa, feliz por la alegría y el clima de cariño que quisieron crear sus padres. El profundo sentido de la vida y la visión de fe de los acontecimientos de su historia la llevaron a desear abrazar los valores de la vocación religiosa.
Pero tuvo que aceptar por obediencia a sus padres y a su director espiritual esperar su mayoría de edad para solicitar ser admitida en el Instituto Salesiano.
Durante la primera guerra mundial (1915-18) Sor María adquiere en Varazze el conocimiento de asistencia sanitaria como enfermera de la Cruz Roja en un hospital militar. Esta experiencia será en su vida la puerta a un camino de acertada atención a los enfermos en su cuarenta y siete años de actividad misionera en la floresta amazónica del Oriente ecuatoriano.
Desde su llegada al Ecuador en 1922 sirve a los indígenas shuar. Con otras dos Hermanas comienza un arduo trabajo de evangelización. Pero el medio físico en el que se mueve, el medio humano y su intenso movimiento les suponen continuos y graves peligros para su salud e integridad: animales de la selva, riesgos de los viajes por ríos, insidias de quienes no comprendían la grandeza de su entrega. 
Macas, Sevilla Don Bosco y Sucúa son lugares transformados por el celoso oficio y apasionado oficio de madre, hermana, enfermera, cirujano y ortopédico, dentista y anestesista… Y, siempre, sobre todo y en todo, catequista y evangelizadora, rica de extraordinarios recursos de fe, paciencia y amor fraterno.
La promoción de la mujer shuar fue una admirable cosecha de bien en cientos de familias cristianas, formadas por primera, por la opción de los esposos y no, como hasta entonces, por contratos de los padres desde los tres años.
Sor María murió en un accidente aéreo en Sucúa el 25 de agosto de 1969.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Leontopium (3).



La edelweiss no es lo que parece. Parece una gran flor, pero es (son) varias pequeñas flores abrazadas entre sí para vencer a la adversidad. Los grandes pétalos, blancos cubiertos de suave pelusa, son en realidad brácteas, fuertes estructuras que mantienen en pie el conjunto floral. Y el centro de amarillo plural, es un grupo de las verdaderas flores que se necesitan, se abrazan y se defienden.

Y esa es una tercera lección que nos da la Edelweiss. El apoyo mutuo es en la Naturaleza, tanto de animales como de  vegetales, una conducta constante admirable. ¡Cuántas veces lo hemos admirado y envidiado! Y debería serlo en la especie humana. Y, sin embargo, la aglomeración, en la forma más común, nace muchas veces de la necesidad de atacar con éxito. O de defenderse de los semejantes sometiéndose a ellos. Me uno al cabecilla para que no me atice. Es decir, sintiéndome débil, me hago más débil y así no sucumbo. Y con ello ya he sucumbido. Conservo la vida, pero no el honor.

Dejando aparte esa actitud de capitulación, deberíamos copiar la razón por la que la Edelweiss se acomuna. Que es (permitidme que a flor tan bella le atribuya una actitud tan noble) el amor. Es una flor “social”: no puede, no sabe, no quiere vivir en solitario. Se necesita a sí misma. No teme perder su identidad aunque resigne su retraimiento, aunque parezca renunciar a su soledad. No es, en realidad, lo que es si no vive en el racimo que la hace ser grande y fuerte porque vive unida a las demás. ¡Ojalá el hombre aprendiese de ella esa virtud tan excelente como es la de la fraternidad! ¡Ojalá el estado de alianza del corazón le hiciese padre e hijo de sus hermanos!