En el convento de
las Hermanas de San Fidencio de Novaglie, Italia, se encontró un códice del
siglo XIV, junto a una miniatura de la escuela de Giotto de Siena. La llamada Leyenda perusina nos presenta en él esta
poesía de Francisco de Asís para las Clarisas de San Damián: “También en
aquellos días y en el mismo lugar, después de haber compuesto Francisco las alabanzas al Señor por sus criaturas,
dictó también algunas palabras con melodía, para mayor consuelo de las Pobres
Señoras del monasterio de S. Damián, sobre todo porque sabía que estaban muy
tristes por su enfermedad. Y dado que, a causa de su enfermedad, no las podía
visitar y consolar personalmente, quiso que sus compañeros llevasen e hiciesen
oír a las que estaban en clausura aquel canto".
Escuchad,
pobrecitas, llamadas por el Señor,
que de muchas
partes y provincias os habéis reunido.
Vivid siempre en verdad
que en obediencia moráis.
No miréis la vida de fuera
porque la del espíritu es mejor.
Yo os pido con gran amor
que tengáis discreción con las limosnas
que os da el Señor.
Las que están gravadas por la enfermedad
y otras que, por sí mismas, están fatigadas,
todas lo sobrellevéis en paz
para que tengáis como querida esa fatiga
porque cada una será coronada como reina en el cielo
con la Virgen María.
Emociona a quien, como Francisco, vive
profundamente el sentido del otro, la necesidad de regalar y regalarse por
ello, la necesidad de convertir en canto el fastidio de la enfermedad, ese rasgo de cariño hacia
hermanas que, llamadas por el Señor,
viven en verdad y moran en obediencia. A nosotros nos hace bien conocer el
motivo por el que procedió a escribir y subrayar con música, las palabras,
aunque no nos haya llegado la melodía que él mismo compuso.