El perfil del Palacio de los Reyes de Navarra de Olite
(Palacio Real o Castillo de Olite) ha
despertado, sin duda alguna vez, tu atención y simpatía. Empezó a vivir como
fortaleza (en aquellos tiempos todo tenía naturaleza de fuerza) en el siglo
XIII. Y se remató en el siglo siguiente. Fue Carlos III, el Noble, quien
en el siglo XV, comenzó la
ampliación del anterior castillo, dando lugar al Palacio de los Reyes de
Navarra. Y así te parecerá lo mires por donde lo mires, teniendo en cuenta la
complejidad de su estructura y la variedad de sus estilos. Puedes apreciar esa
variedad de elementos sobre todo si le sigues en su decadencia, su ruina, su
abandono e incendios y, afortunadamente, su restauración y su vuelta a la
belleza y a la vida a partir de 1923 y todavía en nuestros días.
Es tan bonito que se
declaró como la primera maravilla medieval de España cuando cumplía
cuatrocientos años de edad. Lo merece. ¡Lástima que los jardines que lo
rodearon hayan desaparecido y se vea en lo alto, aislado, como un precioso
trofeo encima de un armario. Pero todo se andará.
Ese huevo que ves arriba le pertenece. No es sino la enorme tapa del enorme depósito de nieve como provisión para tiempos de sequía. Y me trae al pensamiento de nuestra actitud del vivir al día que hoy nos domina. Me atrevería a decir que “vivir al día”, pensando poco en el mañana y nada o casi nada en el pasado, es una enfermedad espiritual muy extendida. Y es grave porque, además de ser hereditaria, es gravemente contagiosa. El célebre y sabio carpe diem! de los romanos, tan mal entendido y tan peor aplicado, impera en nuestros ritmos. Y nos tiene sin cuidado cuando ahorramos esfuerzos en construir y construirnos sin que nos preocupe que, a lo mejor, la casa, hecha de ese modo, se nos puede venir abajo. El ahínco en estudiar, en capacitarnos para saber, para ser mejor, para vivir con más nobleza y servir con mayor honradez cede lugar al menor esfuerzo porque conocemos a muchos que sin esfuerzos de ayer van tirando hoy. ¡Y cómo tiran!
Ese huevo que ves arriba le pertenece. No es sino la enorme tapa del enorme depósito de nieve como provisión para tiempos de sequía. Y me trae al pensamiento de nuestra actitud del vivir al día que hoy nos domina. Me atrevería a decir que “vivir al día”, pensando poco en el mañana y nada o casi nada en el pasado, es una enfermedad espiritual muy extendida. Y es grave porque, además de ser hereditaria, es gravemente contagiosa. El célebre y sabio carpe diem! de los romanos, tan mal entendido y tan peor aplicado, impera en nuestros ritmos. Y nos tiene sin cuidado cuando ahorramos esfuerzos en construir y construirnos sin que nos preocupe que, a lo mejor, la casa, hecha de ese modo, se nos puede venir abajo. El ahínco en estudiar, en capacitarnos para saber, para ser mejor, para vivir con más nobleza y servir con mayor honradez cede lugar al menor esfuerzo porque conocemos a muchos que sin esfuerzos de ayer van tirando hoy. ¡Y cómo tiran!