Parece, y así se asegura, que la llegada de los
salesianos a algún lugar va precedida, siempre y de un modo u otro, por la de
la Madre de todos, Auxiliadora de los intereses de su Hijo y de la vida de los
que los reparten. Pero hay casos en los que ese hecho llama mucho la atención.
Veamos si es verdad.
Los Salesianos trabajan en Brasil desde 1883.
Pusieron el pie en Niterói, cercano a Río de Janeiro y crecieron hasta abrir
112 casas, en seis inspectorías o provincias, en las que 761 salesianos sirven
hoy a la juventud.
La Inspectoria “San Juan Bosco” de Belo
Horizonte conoció la estatuita que vemos en el encabezamiento de estas líneas y
que tiene una historia especial. Parece que llegó a aquella nación en 1817,
sesenta y seis años antes que los salesianos.
Dimas Coelho Perpétuo la mostró al Inspector
don Orestes Fistarol y al salesiano coadjutor Raymundo Mesquita. Dimas declaró
que la había recibido de Maria de Lourdes Monteiro de Souza, bisnieta de Marie
Joaquine Sauvan, que llegó a Brasil en 1817 desde Austria, como dama de
compañía de la Princesa Leopoldina, esposa de Don Pedro I. La imagen pasó por
varias generaciones hasta la ya mencionada Maria de Lourdes que se la regaló al
señor Coelho Perpétuo quien la había asistido hasta su muerte en 2014.
Es una estatuita de marfil de la que don
Orestes Fistarol comenta: “Es un modo antiguo de presentar a María Auxiliadora.
Tiene un aspecto parecido a la de Turín. Como una adaptación de la Inmaculada,
típico de las primeras imágenes de María Auxiliadora. Es interesante notar que
el Niño Jesús sostiene el mundo en su mano: es muy significativo”.
El señor Dimas Coelho ha dicho que uno de sus
objetivos es encontrar un experto para que se analice la estatuita y se
descubra la fecha de su ejecución, dado que si llegó a Brasil en 1817, debe
haber sigo tallada mucho antes.
La imagen de María Auxiliadora que se tenía por
más antigua en el país es una talla en madera que se encuentra en el Centro
Inspectorial de Belo Horizonte y que llegó a Brasil desde Italia hace unos 140
años.
Confiar en María es un rasgo que no falla en sus hijos. Pero descubrir que su presencia materna nos ha precedido siempre no se nos ocurre hasta que un día constatamos que algo singular que acaece en nuestra vida se debe a Ella, que estaba antes allí.
Confiar en María es un rasgo que no falla en sus hijos. Pero descubrir que su presencia materna nos ha precedido siempre no se nos ocurre hasta que un día constatamos que algo singular que acaece en nuestra vida se debe a Ella, que estaba antes allí.
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