…o la cobia. ¿La conoces? Tal vez por otros nombres: esme-dregal, pejepalo, bonito negro… Es un pez marino único en su especie y género: Rachycentron, dicen los que hablan
difícil, que vive especialmente en aguas tropicales; de cabeza ancha y aplastada
con el lóbulo de la aleta de la cola más largo que el inferior. Tal vez para
parecer más atractiva tiene dos bandas finas plateadas en sus costados.
No te fíes. No solo
porque puede llegar a viejo, 15 años, sino porque puede llegar a medir dos metros
y pesar casi setenta kilos. Es más bien solitario. Aunque por el aprecio de su
carne se cultiva en piscinas dentro del Pacífico a algunos kilómetros de las
costas de Panamá, Ecuador y Colombia. Pero es un depredador voraz que acaba con todos los
crustáceos, calamares y corvinas que llegan a su boca.
Hace
unos meses la rotura de uno de sus criaderos, frente al Ecuador, hizo que se
rompiese y una gran cantidad de cobias decidiesen vivir su vida y campar a sus
anchas. La explicación que dieron las autoridades entendidas fue la del “avanzado deterioro y falta de
mantenimiento en las jaulas contenedoras”.
Algunos
pescadores consultados afirmaron que estos cobias “han arrasado con todo a su
paso y los han dejado sin alimento ni con qué sustentarse en Ecuador, Colombia
y Panamá… Lograron nadar 1.000 kilómetros en dos meses y medio y ahora ponen en jaque las costas de Colombia, Panamá y
México”. Y los científicos del Instituto Smithsoniano alertan en la BBC
“sobre los efectos de largo alcance sobre la pesca y la ecología marina en
el Pacífico Oriental”. Como al cobia no hay ningún otro pez que lo cace hace de
su mundo marino un reino de destrucción.
Y como esta no es una lección de ictiología, pasamos a la aplicación a nuestras vidas. ¿No nos da miedo (o sin miedo porque somos valientes) que una cobia humana o una bandada de cobias humanas anden sueltas haciendo lo que les parece que es su derecho y la victoria de sus convicciones y acaben con la vida de los que andamos atontados sin tener en cuenta ese peligro? Analiza, lector amable y precavido, la situación de indefensión de ciudadanos e instituciones que creen que todo lo nuevo, por muy tragona cobia que sea, está muy bien y que deben tener libertad para adueñarse de sus aguas porque están en su derecho. Es verdad que nuestros jóvenes deben crecer cultivando su libertad, pero es un deber suyo y nuestro alimentarla de modo que no se convierta en despiste y veleidad. El justo criterio, la adecuada cercanía, la amistad y el prestigio de nuestro sensato magisterio puede y debe servirles para que juzguen con acierto antes de adherirse a las bandas plateadas de la novedad y el atractivo de los portadores de muerte.
Y como esta no es una lección de ictiología, pasamos a la aplicación a nuestras vidas. ¿No nos da miedo (o sin miedo porque somos valientes) que una cobia humana o una bandada de cobias humanas anden sueltas haciendo lo que les parece que es su derecho y la victoria de sus convicciones y acaben con la vida de los que andamos atontados sin tener en cuenta ese peligro? Analiza, lector amable y precavido, la situación de indefensión de ciudadanos e instituciones que creen que todo lo nuevo, por muy tragona cobia que sea, está muy bien y que deben tener libertad para adueñarse de sus aguas porque están en su derecho. Es verdad que nuestros jóvenes deben crecer cultivando su libertad, pero es un deber suyo y nuestro alimentarla de modo que no se convierta en despiste y veleidad. El justo criterio, la adecuada cercanía, la amistad y el prestigio de nuestro sensato magisterio puede y debe servirles para que juzguen con acierto antes de adherirse a las bandas plateadas de la novedad y el atractivo de los portadores de muerte.
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