Hay acuerdo entre los estudiosos en declarar al
rey Tezozómoc, señor de la ciudad de Azcapotzalco, uno de los políticos más insignes
de la llamada Mesoamérica. Era un tepaneca, una tribu chichimeca que ocupó el Valle de México durante el siglo
XII. En los Anales de Cuauhtitlán, en
los tiempos de Tezozómoc, se lee lo que sigue:
“Moctezuma cazaba en los jardines alrededor de la
ciudad. Cogió una mazorca de maíz sin pedir permiso al campesino que cultivaba
el campo. ‘Señor tan alto y tan poderoso, ¿cómo me lleváis dos mazorcas mías
hurtadas? ¿Vos, señor, no pusisteis ley de que el que hurtase una mazorca o su valor
muriese por ello? Dijo Moctezuma: ‘Es así verdad’. Dijo el hortelano: ¿Pues
cómo, señor, quebrantaste tu ley? El emperador le propuso entonces devolverle
las mazorcas, pero el campesino rehusó. Moctezuma le dio entonces su propia
manta, el xiuhayatl imperial, y dijo
a sus dignatarios: ‘Este miserable es de más ánimo y fortaleza que ninguno de
cuantos aquí estamos, porque se atrevió a decirme que yo había quebrantado mis
leyes, y dijo la verdad’. Y elevó al campesino a la dignidad de tecuhtli, y además puso en sus manos el
gobierno de Xochimilco”.
Todo muy lejano a
nosotros en el tiempo y en las distancias. Pero tal vez también muy de nuestra
era. Es la historia del que tiene y desea tener más. Del que manda y siente que
el sometido no va a protestar si el que manda se desmanda. De una sociedad en
la que aprovecharse es normal para el que desea y tiene medios para meterse en
la propiedad del que no tiene agallas para hacer valer su derecho. O del que
cree que el bien público, por ser público, es del que lo tiene a su cuidado.
De lo que pasó entre
Moctezuma y el hortelano se me ocurren cosas como estas: ¿Hay muchos (o son,
por el contrario y afortunadamente, más bien pocos) los que ejercen su
autoridad a capricho, a su ventaja, considerándola una condición personal
superior a la justicia que se supone ordena la vida de un pueblo? ¿Es frecuente
hacer callar a uno que invoca esa justicia haciéndole autoridad en el gobierno
de Xochimilco? La convivencia de un estado que se teje - o se debe tejer – con
justicia, equidad, grandeza de ánimo, generosidad, estímulo, exigencia,
desprendimiento… ¿puede ceder ante la conveniencia, el aprovechamiento de las
circunstancias favorables, el clientelismo, el favor al grande, la corrupción
del pequeño?