Tagarabuena
es casi un barrio de la noble ciudad de Toro, en la provincia de Zamora. De
allí era una aguerrida moza, Antona García que, por su belleza y calidad
humana, enamoró a don Juan de Monroy, hijo del señor de Belvís de Monroy, de
Cáceres. Y con él se casó. En la contienda entre los partidarios de Juana,
llamada la Beltraneja, e Isabel, hermana del rey Enrique IV de Castilla,
fallecido en 1474, Monroy y su esposa Antona tomaron parte declarada por
Isabel. Y el portugués conde de Marialba, de la parte de Juana, con los
portugueses que los apoyaban, condenaron a muerte a Juan de Monroy, Pedro
Pañón, Alonso Fernández Botinete, a un pastor llamado Bartolomé y a Antona,
esposa de Monroy.
Cuenta
la historia (y a lo mejor es verdad) que a Antona, ajusticiada ante 400
soldados en la Plaza Mayor de la ciudad, la colgaron, como escarmiento, de una
reja de la casa de Monroy. Y que Isabel, ya reina, la honró mandando dorar la
reja de la que pendió Antona. Hoy la casa de Monroy es el palacio de Rejadorada.
Casi dos siglos más tarde, en 1635, el gran Tirso de Molina escribió un drama dedicado a aquella gran mujer. Copio parte del diálogo entre el conde portugués Penamacor y Antona, de la que queda prendado. Le pregunta a la heroína por qué se pone de parte de Isabel de Castilla. Y ella le responde.
¿Por qué la amáis? Porque es santa.
¿Que tanta es su gracia? Tanta.
Mayor es la vuestra. ¿Sueña?
¿Es hermosa? Como un sol.
¿Es discreta? Como un cura.
¿Tanto? Toda es hechizura.
¿Tiene valor? Español.
Será rubia. Como el trigo.
Será blanca. Como el ampo.
Será gentil. Como el campo.
Tanto Antona como el mercedario Gabriel Téllez nos animan a que miremos bien, a que admiremos mejor, a que nos enamoremos de tanta grandeza como nos ha precedido en nuestra incomparable Historia, a que elevemos el tono de nuestro agradecimiento a raíces tan nobles y aportemos lo más honroso de nuestros sentimientos, de nuestras vidas y de nuestros esfuerzos para seguir enamorados y enamorándonos de ella.