Las sensatas reflexiones de Javier Camarena con ocasión de su
actuación como Tonio en la ópera de Gaetano Donizetti el pasado 7 de noviembre
en el Teatro Real de Madrid son ya un testimonio, un maravilloso ejemplo y unas
buenas noches llenas de sencillez y ardor.
Nació en Xalapa, México, hace treinta y cinco años, y es un
tenor, según los entendidos, a la altura de los grandes cantores en ese difícil
registro. En un breve intervalo del aria “Ah,
mes amis", se llega nueve veces al do de pecho: una proeza. Escuchemos la sabia lección humana que nos
da Camarena.
El éxito es “ir cosechando lo que se ha venido sembrando desde
hace 20 años que es cuando empecé a estudiar formalmente. No ha sido fácil. Ha
requerido mucho esfuerzo, mucha disciplina y situaciones difíciles. Pero ha
sido un camino muy hermoso. Afrontar sacrificios, con todo lo que hayan
podido doler, para después ver este abrazo, este reconocimiento, me hace pensar
que todo ha valido mucho la pena. Me siento muy agradecido a toda la gente que
tiene esta reacción. En Madrid, el comentario general es que el público es muy
difícil de satisfacer, más en la cuerda de los tenores. Este cariño es una gran
recompensa...
El estudio es muy exigente. Tan
solo la carrera de música, la más corta, puede durar 8, 10 o 12 años. No son
carreras cortas, son caras, tienes que invertir mucho, también en disposición y
disciplina. A mí me decían, "agarra una guitarra, ponte a cantar. ¿Para
qué quieres ir a una escuela?". No se trata sólo de tener talento natural
sino que hay que desarrollarlo. Emplearse a fondo en el repertorio, pero
también solfeo, armonía, Historia de la música. Y es una carrera en la que
jamás terminas de estudiar, en la que cada compositor tiene su estilo, en la
que te puedes especializar. Una ópera dura como mínimo dos horas. En algunas,
estarás cantando prácticamente todo el tiempo. La preparación es constante. Lo
que se ve es la punta del iceberg. E incluso eso te lleva un mes o mes y
medio”.