Revolviendo papeles, he dado con estas líneas
que siguen. Son de un gran amigo que, como se verá si se lee, lamenta los
frutos amargos de unas vidas y una sociedad en las que se ignoró a Dios o se
pretendió construir castillos para protegerse de Él o para eliminarlo, como un
estorbo, de la propia existencia.
“Sobre
todo está Dios, y por no haberlo tenido presente antes, hemos llorado hoy los
brutales ataques de la impiedad. Sobre todo está Dios, pero esa verdad aceptada
por nuestra mente no fue ordenadora de nuestros actos, no la antepusimos a
nuestros intereses y a nuestros egoísmos…
Dios sobre todo.
¡Arriba los
corazones! Levantemos el espíritu hasta Dios y bebamos en esa fuente inagotable
antes de seguir nuestro camino. Hay lágrimas en nuestros ojos y dolor en
nuestras almas. La tristeza nos ha acobardado unos días. Pero ya pasó. Sigamos
adelante restañando sonrientes la sangre de nuestra herida. Sobre todo está
Dios, y por no haberlo tenido presente antes, hemos llorado hoy los brutales
ataques de la impiedad.
Sobre
todo está Dios, pero esa verdad aceptada por nuestra mente no fue ordenadora de
nuestros actos, no la antepusimos a nuestros intereses y a nuestros egoísmos.
Todos, por acción y por omisión, somos culpables del mal.
A
solas con la conciencia, en unos momentos de vida interior ¿qué nos dice esa
luz diáfana que penetra en los rincones más apartados y disipa todas las
tinieblas? Nos habla de egoísmos, de ambiciones, de comodidades, y sobre todo
de cobardía. ¡Cobardía atroz que nos llevó a quitar el nombre santo de Dios de
las conversaciones de los hombres!
¡Hasta
los hombres de buena fe buscaban muchas veces la perífrasis o la alusión para
no nombrarle! ¡Dios desterrado de los labios y de los corazones! Y ya no
doblaron la rodilla ante Él, hicieron una pirueta ridícula y grotesca antes que
humillarse a su Señor. Nuestra fe llegó allí donde empezaba nuestra bolsa o
nuestra comodidad. ¡Hay que hacer! ¡Hay que obrar! Pero nadie hacía, ni aun siquiera daba para
que otros hicieran por ellos. Dios no reinaba en los corazones y... ¡Dios es
justo!
Y
hacer aplicación de ellos a cada instante, en todos los momentos de nuestra
actividad.
¡Quién
sabe el bien que nos puede venir de estas lágrimas de hoy! Se ha dicho: Dios
escribe muy derecho con renglones muy torcidos. Llenemos de Dios el corazón y
sigamos adelante, ¡pero sin claudicar ante nuestras propias comodidades o nuestros egoísmos! Para vencer necesitamos
eso, aceptar el sacrificio y la renunciación.
Pronto,
obrando así, lograremos seleccionar la semilla. Hoy en la troje juntábase el
grano bueno con el malo: todo era trigo, mucho trigo, pero muy poco servía para
sembradura. Y hace falta sembrar mucho, porque el campo todo estaba de erial y
cuajado de malas yerbas. Pero para echar la semilla es menester abrir el surco
a fuerza de sudores, trabajos y paciencia. Comencemos nuestra barbechera y
¡Dios sobre todo!”