Hay
sabios investigadores, sabios escritores, poetas sabios… y, hasta dicen, sabios
futbolistas. Hace unos días dijo un sabio del mundo del mercado (y todos
ustedes lo han oído o lo han leído) que para hacer algo digno de mérito,
aprecio e imitación se requieren algunos ingredientes e instrumentos en forma
contundente: el esfuerzo en el trabajo, la osadía en la constancia, la luz en
la creatividad, la austeridad en el uso y consumo, la honradez en la gestión,
la entrega en el servicio, la generosidad y el sacrificio en la dedicación, el
acierto en las decisiones, la humildad en la iniciativa, la tenacidad en el
intento, la paciencia en la espera, la cordialidad en las relaciones… y muchas
más cosas y mucho mejor dichas. O a lo mejor no dijo todo eso, pero queda uno
cargado de pena si no lo dice.
Él se
refería al complejo y delicado mundo de la producción, el mercado y la
economía. Y sería deseable que todos los que se mueven en esas esferas gozasen
del mismo grado de salud humana, empresarial, moral y relacional de la del
sabio en el que estamos pensando.
Y que
revertiesen parte de sus lícitas y legales ganancias en enriquecer el mundo
cultural que los rodea o les debe rodear. ¿Habéis oído hablar alguna vez de
patrocinadores?
No es
esta recatada plataforma lugar en el que tengan aplicación esos consejos de
tipo empresarial. Pero sí un punto de partida para una sencilla reflexión sobre
la familia, los padres y los hijos, el patrimonio casero y los tesoros de la
propia estirpe. ¿Alguien duda de que se trata del negocio más brillante si se
arroja luz en él, más reconfortante si se saben manejar bien los hilos de la
difícil educación, más placentero si las dosis de exigencia, tacto, respeto,
cariño, cercanía… se usan con medida
sabia y oportuna?
Porque
todo eso se exige en cualquier madre y cualquier padre que emprende la larga y
gozosa travesía del modelado de los hijos. Y del esposo y la esposa. No debemos
olvidar que el noviazgo (¡recordad algunos noviazgos que circulan por nuestras
calles y por algunos antros!) y el matrimonio son escuela de educación mutua. Y
si hay alguien que no lo ha entendido que acuda al Catón del sentido común.
No
se puede acompañar una nave tan delicada como es la vida de los hijos sin ser
sabio. Y no se puede aceptar que para ejercer cualquier profesión se requiera
dominio del programa y competencia en el manejo de las armas y que la profesión de la maternidad y de la
paternidad se deje a la fortuna de lo que venga y que salga el sol por Antequera.