Don
Bosco quería llenar el mundo con la obra de atención a los jóvenes necesitados.
Programó, también para después de su muerte, porque ese fue el testamento que
dejó a los suyos, que el mandato de Jesús “Id
a todo el mundo” se cumpliese en la medida, el lugar y el momento
oportunos.
Se trata
de llevar la alegre noticia de Jesús,
el calor de un hogar y medios de crecer como hombres y profesionales a la
juventud con un futuro incierto.
La
estadística al final de 2011 da estos datos: los Salesianos (y la obra de Don
Bosco no es sólo la de los Salesianos, sino la de otros 28 institutos
religiosos de la Familia Salesiana), que trabajan en 131 países del mundo, son
15.260. Y los que esperan poder profesar como salesianos al final de su
noviciado, 414. Los obispos, en su mayoría en países pobres, son 121. De los
que han hecho su profesión perpetua (los jóvenes deben pasar un periodo de
prueba con votos temporales) 1.609 son coadjutores. El resto, los sacerdotes,
son 10.433.
Cada año
se dan las oscilaciones propias de todo organismo vivo. La Congregación
salesiana disminuyó excepto en Asia Sur, Asia Este - Oceanía y África. De
acuerdo con esto es natural que el número de novicios sea mayor en esas zonas,
por ejemplo en India-Guwahati (24 novicios), Indonesia -Timor Este (21),
Vietnam (20), África Central (22).
Además
de 142 obras que buscan consolidar su servicio a la juventud, hay otras 1.823
ya oficialmente establecidas.
La
Provincia religiosa salesiana (entre nosotros Inspectoría) con más salesianos
es la del Centro-Norte de Italia Piamonte Valle de Aosta con 520. La que tiene
menos en Europa es Hungría, con 37. La nación con mayor número de Salesianos es
la india: 2.537. Y la que menos, Namibia, con 2.
Hay
quien comenta: “No parece extraño que los salesianos trabajen, por
ejemplo, en Burkina Faso, Cabo Verde,
Chad, Gabón, Ghana, Israel. Lesoto, Ruanda, Timor, Vietnam… Pero
¿por qué en países tan pequeños como Azerbaiyán, Islas
Fiyi, Mauricio, Mongolia, Montenegro, Nepal, Papúa, Salomón y Samoa?”
La
respuesta es doble o, al menos, vale una de sus partes: los Obispos nos piden
que atendamos la pastoral de los pocos cristianos que viven en sus diócesis; la
juventud necesitada y a veces abandonada también existe en esos países.
Esta
breve exposición debería valernos para decir: “¡Me voy a misiones!”. O, como
mínimo: “Esto que iba a gastarme en humo"
(¡y hay tanto humo en nuestra vida aun en tiempo de crisis!) lo envío para los
que tienen necesidad de evangelio, de pan y de un oficio para dar dignidad a su
vida.
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