Don Bosco fundó en 1849 un periódico político-religioso (dos veces por semana) titulado El Amigo de la juventud para orientar a ésta, así como a la clase menos culta, en los asuntos públicos. Eran tiempos de agitación de ideas y de posturas. Y creyó necesario proponer a sus lectores las líneas que pudiesen iluminar la conducta que se debía adoptar para ser fieles a los principios de la vida cristiana.
Algunos años más tarde, en una audiencia personal con el Papa Pío IX, éste le preguntó a Don Bosco con qué política resolvería las graves dificultades por las que pasaba en aquellos años la vida italiana. La respuesta de Don Bosco fue: “Mi política es la de Vuestra Santidad. Es la política del Padre Nuestro. En el Padre Nuestro suplicamos que venga el Reino del Padre celestial sobre la tierra, esto es, que se extienda más, que sea mejor comprendido, más vivo, más poderoso y glorioso: ¡Venga tu Reino! Y esto es lo que importa”.
¿Nos vale esa postura? A los creyentes, desde luego que sí. Pero con un matiz que nos hace considerar el modelo de nuestra educación: portarnos como “buenos cristianos y honrados ciudadanos”. Lo primero nos lleva a mantener, siempre y por encima de todo, los principios que rigen nuestra vida de fe. Lo segundo nos invita a intervenir en al ámbito que nos corresponda según nuestra capacidad y vocación; aportar los instrumentos necesarios con nuestra actividad, intervención, criterio, diálogo, servicio o simplemente con el voto (eligiendo a los que nos parece que mejor quieran y trabajen para sostener, defender y promover nuestros principios).
Política es el ejercicio de nuestra condición de ciudadanos. Por eso todos somos políticos. Todos debemos ejercer de políticos. Ya que política es el ejercicio de exponer y exigir con nuestro voto que se procure lo que creemos más adecuado para una convivencia regida por los valores que la hagan más digna, más humana, más solidaria, más generosa, más respetuosa, más completa, más culta, más pacífica, más constructiva, más espiritual. Es el ejercicio de exigir a los que elegimos como representantes de esos derechos la defensa de los mismos. Es servir, cuando nos toca a nosotros ser los designados, los diputados, los representantes de los votantes, fidelidad a los criterios de los que han confiado a nuestra gestión de servicio la elección de los medios más adecuados para aplicarlos a la vida diaria.
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