miércoles, 23 de febrero de 2011

Una cadena al pie...


… Cuando llevaron a Luis Versiglia a estudiar al Oratorio de Valdocco, en 1885, con doce años, iba con la ilusión de prepararse allí para ingresar en la escuela de Veterinaria de Turín. Decidió volverse a su casa cuando vio que en el Oratorio no había más caballos (su pasión) que uno viejo, el del panadero, que acarreaba cada mañana el pan que tantos sudores costaban a Don Bosco. Pero la madre logró disuadirlo.
Empezó a descubrir un aire especial que se respiraba en aquella casa y quedó prendado del ideal misionero cuando el 11 de marzo de 1888 (hacía dos meses que había muerto Don Bosco) le impresionó la actitud de uno de los ocho misioneros que en la Basílica de María Auxiliadora celebraban la salida de su expedición. 
Dieciocho años más tarde (17 de enero de 1906) era él el que guiaba la primera expedición misionera salesiana a China. En realidad aquellos seis primeros misioneros iban a Portugal, porque Macao, lugar de su destino, pertenecía a esta nación. Habían estudiado portugués, inglés, francés y chino.
El 10 de octubre de 1911 estalla la revolución china: China es una república. Y se acaban las coletas.
Las residencias salesianas (orfanatos) son ya cuatro en 1912: Heung-Chow,  Ngan-hang, Sheung-tchao y Shek-ki. ¡A que suenan bien!
Pero el azote de la guerra civil endurece la vida, sobre todo de la gente pobre. Y mueve el corazón de los salesianos dedicados a atenderla.
Versiglia habla de Dios y de Jesús a los enfermos del lazareto de Wan-chai donde están los enfermos de la peste bubónica. Los tienen atados por el tobillo con una cadena al catre para que el delirio no los haga levantarse y huir.
Habla con una niña de doce años a la que había bautizado. - ¿Entonces ahora soy hija de Dios? ¿La cadena no me impedirá ir hasta Él?
Y a nosotros nos basta esta pregunta ingenua y sublime para que esta noche durmamos en los brazos de Dios. 

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