lunes, 16 de abril de 2018

Terencio: sentencias antiguas y sabias.


Publio Terencio Africano vivió solo treinta y cinco años: murió en el 159 aC, mucho antes del Imperio, según nos cuenta Suetonio. Nació esclavo, pero su amo, Terencio Lucano, le dio su nombre y la libertad al constatar la grandeza de su mente y su criterio. Escribió seis obras de ambiente griego que se conservan, dado su estilo de carácter ejemplar y educativo y el agrado que su lectura produjo durante la Edad Media y el Renacimiento (AndriaEl eunucoEl autoflageladonada menos que HeautontimorúmenosAdelfosLa suegra y Formión) por su estilo inteligente, espontáneo y agradable.
A este Terencio se le deben “sentencias”, tomadas de sus obras, que manifiestan la sensatez de su pensamiento y que hoy nos hacen tanta falta como a los que le leyeron hace dos mil años. Vamos con una.

La condescendencia crea amigos y la verdad, odios.  

Condescender no es solo ceder. Es ceder bajando. Prescindir del propio criterio, del posible sentido que se tiene del deber y la justicia, de la decisión de mantener en pie de todos modos la convicción que seguramente creíamos que era peculiar de nuestra identidad personal, poseedora y defensora de la verdad. Todos sabemos, como lo sabía Terencio, que tener enemigos es malo, que suscitar odios es peligroso, que vale la pena fingir para no traicionarnos antes que ganarnos enemigos de los que, si lo son, no sabemos qué podemos recibir.   
Porque lo que en un primer momento obtenemos, la paz, es un espejismo. Porque “dejarnos en paz” el que acosa no le hace cambiar; nos hace cambiar a nosotros y nos obliga a tratarle en adelante con la avergonzada careta del fingimiento, de la mentira ante su amenaza de amistad que nos da miedo.
Amenazar con esa paz es un procedimiento frecuente en una sociedad que crece inmadura, infantil, cobarde y que alimenta la imposición del egoísmo, el capricho, el insensato “la razón la tengo yo”, que da sombra a nuestras vidas.       
¿Lo tenemos en cuenta en nuestra tarea de modeladores de personalidades?

miércoles, 11 de abril de 2018

Flightradar_24 o el acompañamiento personal.


La plataforma FLIGHTRADAR24, como sabes, es una aplicación de seguimiento de vuelos en Google Play que incluye a cien países. Seguramente has tenido el deseo de pasar un rato siguiendo el vuelo de algún avión en tiempo real, porque, al conocer su procedencia y el tiempo del vuelo, te fue fácil dar con él. Y pudiste ver las horas de despegue y de llegada o su retraso real. Y muchos datos más sobre la aeronave y los aeropuertos interesados.
He empezado con esta leve y profana referencia para adentrarme un poco en el interés que desplegamos sobre los mundos de los que solemos tener curiosidad. Y de los que leemos, vemos o escuchamos en otros medios. Y de la inutilidad de conocerlos porque ni nos sirven, ni nos orientan, ni nos aportan nada, ni podemos modificar su trayectoria, ni podemos acceder a ellos para corregir su rumbo.
Es decir, la curiosidad nos abre acceso con su atractiva facilidad a cosas que ni nos van ni nos vienen, pero que nos regalan el placer de llegar a ellas de ese modo.  
Todo ello (o casi todo) es bueno: nos enriquece, estimula nuestra imaginación constructora, nuestra capacidad para juzgar, decidir y hasta para formular alguna solución a los posibles problemas descubiertos.
Despertemos ahora de esa evasión de los aviones y recorramos de arriba a abajo el panorama de nuestra vida, de la vida de los que la comparten con nosotros, de los que nos piden sin palabras que nos interesamos por el fondo de su espíritu, que manifestemos de un modo no anecdótico nuestro auténtico interés por ellos.
He oído decir alguna vez a una muchacha: “Mi madre no me quiere”. Yo estaba seguro de que no era verdad. Pero igualmente seguro de que su madre no la miraba. Porque esta clase de “aviones” hay que mirarlos para que no se vengan abajo. Y no hace falta decir a cada padre y a cada madre que su hija y su hijo creen en el amor, pero que a lo mejor (a lo peor) no lo sienten. 

viernes, 6 de abril de 2018

Los cerezos: regalo de la naturaleza.


En la provincia de Guizhou, en el suroeste de China, el estallido anual de los cerezos colorea las ciudades de rosa y blanco. ¡Empieza la Primavera! Ahí arriba la tenemos en una pequeña muestra fotográfica. Esta gozosa llegada no se da, naturalmente, solo en Guizhou. El Valle del Jerte, El Hornillo, Albalate, Corullón, Los Molinos… son otros tantos lugares donde amanece el Sol en forma de flores blancas o rosas que parecen  posarse en los árboles.
Y más allá el Sakura japonés, los cerezos en Flor de Washington, el Festival de Gunhang en la ciudad de Jinhae, el Handargerfjord en Noruega frente a las cumbres heladas, y en Canadá con los cerezos de Vancouver que nos sugieren una cálida  reflexión.
En Vancouver, desde los últimos días de marzo y las primeras semanas de abril, se celebra el Festival del Cerezo, en el que está presente el Japón. Algunos canadienses se enfundan en kimonos y hanamis. Hace ochenta años las ciudades japonesas de Kobe y Yokohama regalaron 500 cerezos a Canadá en recuerdo y agradecimiento a los canadienses-japoneses que murieron en la Primera Guerra Mundial. Y en 1958 el cónsul japonés regaló otros 300 ejemplares con lo que la ciudad se ha convertido en un árbol familiar de los habitantes de Vancouver.
La flor del cerezo nos enseña a ser, entre los que nos tratan, y a enseñar a los que aprenden de nosotros el aprecio hacia los preciosos regalos de la naturaleza, prontitud en servir y alegrar, belleza en subrayar la nobleza de lo humilde, color y alegría para el monótono sucederse de los días y antídoto contra la enfermedad de la apatía, la indiferencia, el cansancio de vivir, el vacío de la esperanza hacia el futuro. 

domingo, 1 de abril de 2018

El Sistema Preventivo de D. Bosco.


Educar no es fácil. Si encontramos en la clase, en la calle, en el patio de un centro escolar, en el metro, en una acera, o... en nuestra propia casa jóvenes que, evidentemente, no son educados o, más propiamente, no están educados, podemos deducir que a sus padres y educadores les resultó difícil educarlos. Y lo lograron a medias. O no lo lograron.
En cambio, muchachos que, tal vez, no conocieron a sus padres ni tuvieron educadores en su infancia en lugares impensados, tal vez se acerquen a nosotros con el aplomo de una persona madura, de un acompañante fiel. ¿Por qué? Han tenido cerca la experiencia de un ambiente, de unos amigos sinceros que desplegaron junto a él la vivencia de “razón, religión y cariño” que, según Don Bosco, constituyen el tesoro de una “buena” educación.
Así lo vivió él. Y en marzo de 1877 creyó oportuno manifestarlo a los que tenían interés en conocer el secreto de su “sistema educativo”, publicándolo en un precioso folleto: “El Sistema Preventivo en la educación de los jóvenes”.
Era, en cierta extensión, una novedad. Porque se consideraba muy difusamente que la disciplina era el resorte más adecuado para hacer un hombre de un muchacho. El dicho Avis, navis et puer a puppa reguntur, o algo parecido y fácil de traducir, era un axioma en la pedagogía de entonces.
¿Dónde está la clave del feliz resultado del “método” de Don Bosco? Un adolescente, un muchacho (entendía Don Bosco) necesita la cercanía asidua, la amistad sincera, la comprensión benévola de un amigo que engendra simpatía (palabra mágica si se ahonda en su enjundia), presencia incondicional, seguridad en el camino. Porque un adolescente en trance de educarse (que desea madurar positivamente en su conducta, en sus relaciones con los demás, en la necesidad de inserirse en lo plural que le rodea) siente soledad e inseguridad y la necesidad de estímulos, de alguien cercano que le ayude a ser él mismo.
¿Por qué a veces no lo logramos? Porque nos cansamos, porque tenemos otras cosas que hacer, porque ya le hemos dicho mil veces que…
Un buen educador crea un aire especial en el que el muchacho se sienta crecer, ser él mismo, decidir, buscar y lograr metas nobles que le ennoblezcan. Pero seguir junto a él (no estoy pensando, naturalmente, en una continua permanencia física) durante el tiempo que dura esa búsqueda nos llega a cansar.
Sería bueno analizar si mi interés y mi afecto son sinceros y fuertes, son generosos y optimistas para constatar que hemos acertado en nuestro empeño. 

martes, 27 de marzo de 2018

Don Bosco de Joergensen.


Sin duda conoces a Johannes Joergensen, danés, 1866, convertido del darwinismo a la fe cristiana en Asís en 1895.  
Don Felipe Rinaldi le pidió en el verano de 1927 que escribiese una biografía de Don Bosco, que habría de ser beatificado el 2 de Junio de 1929.
Te ofrezco lo que escribió el autor en el primer capítulo de aquella biografía:
Con todo respeto por el Libro Sagrado y sin ninguna intención de profanar la palabra inspirada, me permito comenzar la vida de Don Bosco con estas palabras:
«En el principio estaba la madre».
Al comienzo de toda vida humana encontramos también al padre; pero no es de él de quien la existencia recibe su propia fuente. No a él, sino a la madre a quien va el grito del pueblo, cuando se siente dominado por la admiración hacia una criatura, como se dice en el Evangelio: «Bendito el seno que te llevó...».
El padre, en efecto, no lleva nada. No ha sentido en sí el lento madurar de un sagrado fruto, no ha sentido bajo el suyo el incipiente palpitar de otro pequeño corazón, no pasa por el fuego del sufrimiento y por el valle de la muerte al engendrar la vida. De su pecho huesudo no brota ninguna fuente nutriente. Su cuerpo duro no tiene nada del seno materno, país que abunda en leche y miel, de alimento y de dulzura. Él es solo un hombre, solo un padre.
Hasta el Padre celestial sabe qué pocos le aman como a un solo padre y cómo se multiplicaron los amantes cuando Dios humanado tuvo una Madre.
Todo el amor, en efecto, se polariza hacia la madre. Ella es belleza; el padre es la fuerza. Ella es dulzura; el padre severidad. La madre es diversión; el padre el deber. La madre es reposo; el padre es trabajo. Una es fiesta; el otro es día de entre semana.
Una es mediodía cálido; el otro es norte frío. La madre es la gracia; el padre es la ley.
Un niño, pues, se convierte en lo que su madre quiere que se convierta: un honrado, si así ella lo desea; un fuera de la ley y un delincuente, si los delitos están en sus ideales. Un niño será un santo si su madre está en el camino de Dios.
Así fue la mujer que se convirtió en madre de Don Bosco.”

jueves, 22 de marzo de 2018

La Familia: tres generaciones bajo un mismo techo.


Es difícil ser justo cuando se pretenden definir los rasgos que modelan a un personaje. Y más si, como en el caso de Ezra Weston Loomis Pound (1885-1972), sus flancos son tantos, su vida tan larga, sus aficiones tan pasionales, sus adhesiones tan comprometidas, su expresión tan definitiva...
Pero no es nuestro deseo entrar en ese mundo complejo. El parecer de cada uno, alimentado sin duda por el propio ambiente, se supondrá acertado según el punto cardinal de donde le llega el aire que respira.
Deseamos, en cambio, acercarnos a los versos que siguen (de Encargo) que no nos dejan en absoluto indiferente. 
¡Oh, qué asqueroso resulta
ver tres generaciones reunidas bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con retoños
y con algunas ramas podridas y cayéndose.

Pienso que un árbol como el que describe Pound es siempre noble. No inspira asco ni rechazo, ganas de alejarse de él o deseos de que ya no exista, sino admiración, envidia, agradecimiento, propósito de copiar sus virtudes. Y esto no lo siente solo el viejo que se ve reflejado en su compleja imagen, sino también el adolescente al que Pound invita a abandonarlo. Porque con su vista puede apreciar que se encuentra ante un ser en el que se aúnan el nacimiento y el ocaso, la vida y la muerte, el vigor y la flaqueza, la generosidad y el egoísmo.
Pound se refiere a la familia como declara en los dos primeros versos. Porque tiene miedo de que en la familia se contagien de abajo arriba la sensatez, la paciencia, la bondad, la espera, la humildad, la mesura… ¡la aceptación de la caducidad! que anida en todo ser vivo.

sábado, 17 de marzo de 2018

Fiel, sin que se me pida serlo.


Copio, más o menos, de la prensa: Javier Mercado se encuentra solo en su casa, en Seattle, estado de Washington. Con él está su perro Rex de dos años, pastor alemán.  Entran en la casa dos ladrones armados.
 "Me escondí en mi habitación, asustado, y luego me encerré en el armario. Pero mientras yo me escondía, Rex se lanzó escaleras abajo ladrando con todas sus fuerzas”, contaba después Javier. Javier podía oír todo y oía los pasos que se acercaban y a Rex que ladraba cada vez con más fuerza. Los ladrones empezaron a golpearlo mientras buscaban algo que llevarse.
"Lo golpearon con algo – explicaba Suzy Cadena, prima de Javier – y el pobre perro quedó tendido en el suelo".
Entraron entonces los ladrones en la habitación del armario en el que se escondía Javier. Rex se dio cuenta del peligro y se levantó. “Se lanzó con la fuerza que le quedaba contra los dos que, entonces, le dispararon”. Explica Suzy. "Oigo a los ladrones que dicen: ´Me ha mordido, me ha mordido´ y oigo después un disparo y a Rex que gime… más disparos y a Rex que se queja por cada tiro”. Tres balas le abaten, pero en ese momento se oyen a distancia las sirenas de la policía que convencen a los ladrones que deben huir.
Javier salió y fue corriendo a atender a Rex al que se tuvo que intervenir quirúrgicamente.  
"Si no hubiese estado Rex - concluye Javier – habrían abierto la  puerta del armario y me habrían encontrado. Creo que no estaría aquí para contarlo”. Su prima añade: "A Javier le protegió su eterno amigo hasta las últimas fuerzas que tenía". Amor. Del bueno.
Solemos llamar Chucho al perro del que no sabemos el nombre. En Italia lo llaman Fido. Que quiere decir, Fiel.
Y leyendo el caso de Javier me preguntaba: ¿Soy fiel a alguien al que debo ser fiel? ¿Hasta qué punto? ¿Con cuánto gasto? ¿En qué medida de mí mismo? ¿Y hasta qué medida de la necesidad del que requiere mi fidelidad? ¿Soy fiel sin que se me pida serlo? ¿Y a cuántos debo serlo? ¿Educo, formo, consolido la personalidad de los que se me confían con esa preocupación? ¿He pensado que mi fidelidad se transparenta en mis actos, gestos, atenciones, palabras… y que es el mejor instrumento para infundirla en los que se me confían?

miércoles, 14 de marzo de 2018

Gracias: palabra en peligro de extinción.


Los muchos años y ese mal que llega cuando quiere, pero que llega para quedarse y hacer de nosotros su compañero de viaje, le obligó a hospitalizarse.
Sonrió siempre. Y cuando la enfermera – ahora esta, luego otra… - le prestaba la atención que pudiera necesitar o hacerle la despedida menos dolorosa, sonreía abiertamente al decir “¡Gracias!”. 
Alguien que le acompañaba un día de la larga espera le comentó: “Usted dice a todo ¡Gracias!”. Y él, grande de corazón, noble de mente y generoso en la entrega como había sido toda su vida, respondió: “Agradecer es merecer”.  
Precioso y sabio lema. El que agradece lo que se le da y juzga que no merece haberlo recibido, merece que se le acaricie con un nuevo gesto de atención.
¿No te has dado cuenta de que la sociedad en que vivimos, que formamos, que nos engulle con sus normas, con sus criterios, con sus latiguillos, con sus formas de relación… recurre con demasiada frecuencia a la exigencia?: “¡No hay derecho!”, “¡Que nos den…!”, “¡Ya está bien”... y letanías más largas y opacas.
El cultivo del “deber” ha quedado en muchas mentes ahogado por el del “derecho”. Por ello el cultivo del agradecimiento se ha reducido a pocas bocas. Es un mal común, dolorosamente frecuente, infantilmente esgrimido para recibir y raramente acompañado por el gesto de dar y casi avergonzadamente consentido cuando se escapa un ¡gracias!
Todos tenemos derecho a todo. Pero todos queremos que el todo que pedimos sea gratuito y creemos que todo es gratuito, que se nos debe todo. 
Hay dos escuelas donde se asimila ese falso principio de correspondencia: la familia y la calle. Si alguno que lea estas líneas vive en familia y escucha el rumor de la calle, sabe que el “público municipal y espeso” de Rubén Darío difícilmente se nutre del sentimiento placentero de tener que agradecer, porque exigir es de cicateros, agradecer, de grandes y merecer, de nobles.     

viernes, 9 de marzo de 2018

Camino de Don Bosco.


Es frecuente encontrar, dicen los que recorren el Camino de Santiago, a italianos que lo hacen con mucho agrado. Es seguro que alguno de ellos, que conoce igualmente el camino hacia I Becchi, lugar del nacimiento de Don Bosco, haya imaginado ofrecer la idea y realizar la experiencia de hacer, en el Norte de Italia, “El Camino de Don Bosco”. Es más corto, 140 kilómetros de recorrido, y más acoplado a lugares donde encontrar huellas de quien hizo primero ese camino, el mismo Don Bosco.
Se ofrecen tres rutas que arrancan de Turín desde la Basílica de María Auxiliadora, Casa madre de los salesianos, y llevan hasta la Basílica de Don Bosco en I Becchi, cerca de Castelnuovo Don Bosco.
Estos son los itinerarios: Camino alto (Turín, Superga, Cinzano, Colle Don Bosco); Camino medio (Baldissero, Pavarolo, Montaldo, Marentino, Arignano y Colle Don Bosco); y Camino bajo (Turín, Pecetto, Pino, Chieri, Riva, Buttigliera de Asti y Colle Don Bosco). En todos ellos se revive el espíritu de Don Bosco a quien le encantaba caminar, solo, con amigos en su juventud o con sus jóvenes de Valdocco.
Están dotados de indicación de etapas y con lugares donde pasar la noche, comer y dormir.
Existe una publicación, “Cammino di Don Bosco. Guida escursionistica” -“Camino de Don Bosco. Guía de excursionismo” de Ediciones Blu.
Por otra parte, el Centro de Producción Multimedia de la Ciudad Metropolitana de Turín ofrece en las redes sociales 40 videos-guía con las calles de Chieri y las colinas de Turín que ofrecen “El Camino de Don Bosco”.
Aunque no recurramos a este ejercicio para acercarnos al humilde lugar mágico del nacimiento de Don Bosco, nuestro afecto hacia él nos hace caminar por la vida con el espíritu animoso del que sabe que en este Padre tiene un ejemplo estimulante de generosidad, entrega a los demás, alegría y fidelidad a los altos valores del Espíritu que él veneró.

domingo, 4 de marzo de 2018

Roatán: luchando contra el mal.


La República de Honduras, como sabes, tú que sabes todo, es un país de América situado en el centro de América Central, casi a la mitad del gran istmo que une las dos Américas y abierta al mar Atlántico. Tiene al Norte y el Este el Mar Caribe​. Y sus tierras, continentales e isleñas, tienen una extensión de 112.492 kilómetros cuadrados. ​La forman 18 departamentos para más de 8 millones de habitantes multiétnicos con cuatro grupos: blancos, mestizos (lencas, misquitos, tolupanes, chortis, pech, tawahkas), garífunas y criollos de habla inglesa. En Honduras existen unas 8.000 especies de plantas, alrededor de 250 de reptiles y anfibios, más de 700 especies de aves y 110 especies de mamíferos.
Las Islas de la Bahía (Utila, Roatán y Guanaja donde Colón, sin saberlo, descubrió el cacao), con un agradable clima tropical, son una meta deseada para quienes desean disfrutar del buceo. Pero…
Te ruego que te asomes ahora a la foto que preside nuestra reflexión. Se ve un toldo sobre la borda de un barco. Y a la derecha, el mar. ¡Pero un mar de plástico! Debajo está el agua, sí, pero el mar que vemos es un vertedero de plástico y espuma de poliestireno que afecta profundamente a estas islas y hasta a las playas de Omoa.
Las quejas ante el Gobierno de Guatemala, desde donde llega, advierten de que la mayor parte de los residuos vertidos al río Motagua llegan aquí. Pero esas quejas no alcanzan solución. Porque hoy nadie sabe qué camino eficaz se debe emprender para librar  a la espléndida Naturaleza de esta maldición de la modernidad.
Pero en este modesto observatorio del Mundo (Mundo significa Limpio) interesa, por encima de todo, hacer notar la presencia del mal, invitar e impulsar, si es posible, una lucha sin tregua ni desánimo contra todo lo que contamina, ennegrece y embrutece la belleza admirable de la infancia y la juventud.  
La resignación suele ser el refugio cómodo y cobarde al que recurrimos con frecuencia. ¿Qué se puede hacer? ¿Qué puedo hacer yo?... ¡Hoy, hoy, hoy…! El Hoy lo hago yo, puedo hacerlo yo, debo hacerlo yo. Vivir, como padre y maestro de vida, cerca de los hijos que modelan esa vida. Convertirme, no en un hombre cansado porque ya he hecho bastante, porque no hay remedio, porque ¿qué vamos a hacer…?, sino en un artista que transmita la estima, la belleza del amor-amor, la limpieza de vida frente al derrotismo del que respira el polvo de la resignación ante el aire limpio del esfuerzo.