lunes, 4 de julio de 2011

"La huelga".


Ayn Rand escribió en 1950, con sangre de futuro, estas advertencias: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.”
Había nacido el 2 de febrero de 1905 en San Petersburgo la filósofa y escritora, nacionalizada norteamericana en 1931, Alisa Zinovievna Rosenbaum, de familia judía. Vivió la pasión de escribir novelas, guiones de teatro y de cine, ensayos… y vivió con pasión su postura sobre el ser humano, objetivismo, individualismo, liberalismo, libertarismo, difícilmente catalogable y, en algunos aspectos, aceptable. Los veintiún años vividos en Rusia y los nueve sufridos bajo la URSS, supusieron para ella un incontenible impulso para ser pregonera de la libertad.    
Su novela "Atlas Shrugged" (traducida como "La rebelión de Atlas": pero, tal vez con fidelidad “Atlas se encoge de hombros” o “A Atlas le tiene sin cuidado”) tuvo un impacto profundo en el pensamiento y la opinión americana.
John Galt dirige el movimiento de los que trabajan para apartarse (el título primero propuesto por Ayn Rand era “La huelga”) de la persecución y parasitismo de los que no trabajan ni producen, los “saqueadores”, incluida la maquinaria del Poder intervencionista del Estado.
El Estado se hunde. Y sólo con el regreso de los creadores de prosperidad se restituye el bienestar.
Para Rand “libertad es tomar todas las acciones requeridas por la naturaleza de un ser racional para el sustento, el fomento, la satisfacción y el disfrute de la propia vida". Pero no es “acción requerida por la naturaleza de un ser racional” encogerse de hombros. Atlas (“Incansable”) se sublevó contra Zeus y fue condenado a sostener con las manos sobre sus hombros la Tierra. Y no puede dejar de hacerlo si no acepta que la Tierra se hunda en el vacío.

sábado, 2 de julio de 2011

El espejo.

¿Cuántas veces al día nos miramos al espejo? “Nunca las he contado”. “¡Qué tontería: ¿le interesa a alguien, me interesa a mí mismo?”. Y sin embargo, ¿cuántas veces nos hemos mirado al espejo en nuestra vida?
Lo que es seguro es que ante el espejo nos hemos dicho al menos alguna vez: “¡Pues no estoy tan vieja!”. “Mi cara despierta atracción. Por eso me miran tanto”. “Ya quisiera fulanita tener mis ojos”. “Creo que caigo bien”. “Me gustaría tener la nariz más pequeña. Lo demás, muy bien”. “Qué bien estoy a pesar de mis años”.
Es decir, hacemos un análisis de nuestra persona. Porque, además de la cara, lo mismo hacemos con nuestra conducta, con nuestra forma de movernos, de tratar, de responder, de preguntar, de comentar, de criticar, de morder...
¡Cuánto hablamos de los demás! ¡Y qué poco sabemos de lo que los demás hablan y piensan de nosotros!  “¡Porque no tienen nada que echarnos en cara!”.
Con unos pocos versos de esos que ácidamente vertía Unamuno sobre el mundo que veía (¡y sobre sí mismo!), nos orienta en el ejercicio general de autocomplacencia ante el espejo de nuestra benévola autocrítica
No, nadie se conoce, hasta que le toca
la luz de un alma hermana
que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina.
Cuatro versos con muchas verdades. Algunas de ellas, como ejemplo: que a lo peor nos pasamos la vida sin conocernos; que para conocernos necesitamos el espejo de un alma hermana; que podemos vivir sin tener, sin sentir la necesidad, sin buscar el alma hermana; que nos molestaría  terriblemente que un alma hermana nos lanzase la luz de la sinceridad sobre el fondo de esta nuestra otra alma; que fraternidad sí, pero que la fraternidad se meta donde no la llaman, y menos en mi fondo, eso habría que verlo; que no le veo ni gracia ni respeto a que alguien toque con su luz lo que yo tengo en mi fondo sin meterme con nadie… Y, además, ¿una luz que de lo eterno llega? ¡Es demasiado!: meterse en el fondo de uno, ¡mal! Pero pretender que la luz con que quiere iluminar mis fondos venga de lo eterno, en absoluto. Es un derecho que no acepto.
¡Y sigo sin conocerme!

jueves, 30 de junio de 2011

¿Amigos?

Una de las riquezas de las que solemos hablar con más ligereza es la amistad. Por eso choca con el contraste de esa ligereza lo que algunos varones sesudos dijeron de ella. He aquí una corta muestra.
Por ejemplo, Cicerón, hablando en su reflexión sobre la amistad afirmaba: “Parece que arrancan del mundo el sol los que suprimen de la vida la amistad, porque de los dioses inmortales no tenemos nada mejor, ni más gozoso”. Y enfrente de él, Lucio Sergio Catilina, en el discurso a los que quiso atar consigo en su conjuración, según Salustio, afirmó: “En querer lo mismo y odiar lo mismo está la amistad indeleble”.
Cerca de nosotros Gregorio Marañón lo expresaba de un modo casi místico que despierta asombro por su estima de la amistad:
Yo me pregunto: Señor,
¿es que hay alguna verdad
por encima del amor?
Y oí una voz interior
que me dijo: la amistad

Cuando san Agustín recuerda los últimos días de la vida de su madre Mónica, en Ostia, a la espera del barco que los llevase a África (pero se adelantó la muerte), escribe:
"... Recorríamos paso a paso todo el mundo, considerando internamente tus obras y admirándonos. De esta manera alcanzábamos nuestro espíritu, pero también lo sobrepasábamos para llegar al reino de la fecundidad inagotable. Y al hablar de este modo y anhelar la verdad, llegamos a tocarla un momento con toda la fuerza del corazón… Mi alma fue herida profundamente y mi vida quedó desgarrada, pues su vida y la mía habían llegado a formar una sola".
Sólo siendo una misma realidad (¡y qué difícil es serlo!) se llega a tocar la verdad que se encuentra en el reino de la fecundidad inagotable. Lo que nosotros llamamos frecuentemente amistad (“Tengo un amigo”, “Mi amigo y yo…”) suele quedar en un acuerdo tácito para aguantarse, para apoyarse, para no estar solos, para cohonestar lo que de otro modo, sin el “visto bueno” del “amigo”, habría quedado en una mala intención.

domingo, 26 de junio de 2011

"Estoy hundido..."

Se oye alguna vez esa expresión como manifestación del derrotismo que mina el espíritu: “Todo se acabó para mí”. Hay decepciones, fracasos, pérdidas, desgarros, desgracias de tan hondo calado, que quien lo sufre ve o cree que ha llegado el momento en que nada ni nadie importa ya.
Y, sin embargo, estos gravísimos hechos, que suceden con frecuencia; o esa sensación de abatimiento mortal que sigue a hechos no tan mortales, pero sí sensibilísimos para el que los padece, nublan la mente. Y no dejan ver que el camino sigue abierto, que la meta en la que siempre se pensó, sigue allá y que las fuerzas no han quedado tan mermadas ni la capacidad de recuperación tan arrasada ni el deber de dar dignidad a la vida tan roto que impidan seguir viviendo. Es precisamente en la ocasión de la prueba cuando cada uno debe darse a sí mismo (y si es necesario u obligado a los que lo rodean) la muestra de que no estamos hechos de debilidad, sino de superación. Que no nos hemos acostumbrado a vivir sin luchar, a luchar sin recibir heridas, a recibir heridas sin sucumbir.
Y es en esos momentos de contradicción cuando mirar a la historia debe servirnos de estímulo. Historias de mujeres y de hombres (diría que más mujeres que hombres), de personas que se han demostrado a sí mismas que eran más capaces de sufrir de lo que hubieran creído y más ricas de valentía de lo que pensaban. Son personas que dejan de ser “vulgares” (que nunca fueron: sólo lo parecían) para asombrar con la entereza que siempre tuvieron pero que no pudieron ni necesitaron estrenar porque no hizo falta. Y hablamos de la historia de personas a las que debemos mirar con admiración, con afecto, con agradecimiento  y con ánimo de imitar.
No sé si primero fue su “ex libris” y después unos versos o al revés lo que Gregorio Marañón, que a tantos escucho y a tantos ayudó a redescubrir el norte de su vida, nos dice sobre ello de este modo:
  
¡ARRIBA, CORAZÓN!
Arriba, corazón, la vida es corta
y hay que aprender a erguirse ante el destino.
Sólo avanzar importa,
arrojando el dolor por el camino.

Otras horas felices
matarán a estas horas doloridas.
Las que hoy son heridas
se tornarán mañana cicatrices.

Espera siempre, corazón, espera
que ninguna inquietud es infinita,
y hay una misteriosa primavera
donde el dolor humano se marchita.

Con tu espuela de plata
no des paz al corcel de la ilusión.
"Si la pena no muere se la mata",
¡arriba, corazón!

viernes, 24 de junio de 2011

En sesenta segundos...


…dicen los adictos a la estadística (Go-Gulf.com: «60 Seconds - Things That Happen On Internet Every Sixty Seconds») pasan, al menos, estas cosas en internet: 168 millones de correos, 6.600 fotos nuevas en el portal Flickr, los servidores de Google responden a 694.445 preguntas, 600 nuevos videos en  YouTube con una duración total de 25 horas. En Facebook se actualizan 695.000 status, se fijan 510.000 comentarios. En el microblog de Twitter se crean 320 nuevos perfiles y se producen 98.000 mensajes de 140 caracteres. Se hacen más de 370.000 minutos de llamadas Skype. Nacen 60 nuevos blogs, se escriben 1.500 posts, se registran 70 nuevos dominios, se publican 20.000 nuevos mensajes en la plataforma Tumblr, nacen cien nuevas cuentas en LinkedIn y 40 nuevas preguntas en la página de  YahooAnswers.com...
Eso hoy. ¿Y mañana?
Es impresionantemente apabullante la red de comunicación abierta a nuestra vida. Y la posibilidad que se ofrece para ponerse en contacto con empresas, con fuentes de noticias, de opinión, de estudio e investigación, de acercamiento a personas, lugares, fenómenos, acontecimientos, propuestas, invitaciones, ofertas… Y la posibilidad que presentan de acceder a una realidad incomparablemente más grande que la que nos rodea.
La reflexión casi natural (porque a todos se nos ocurre, pero a la que no prestamos la atención que exige, ante este mundo que se amplía y perfecciona técnicamente minuto a minuto) es plural y llega a ser acuciante. Está de por medio el perfeccionamiento de nuestra personalidad que se pone en juego de un modo aparentemente imperceptible. El uso de estos medios ¿en qué me hace mejor? En medio de tanta comunicación ¿de verdad me comunico? ¿Me siento más comunicativo, más capaz de cultivar la amistad cara a cara? ¿Soy capaz de elegir, de seleccionar campos de interés, de limitar tiempos de uso? ¿No me he sentido poco o mucho esclavo, prendido en esta red?
Y si soy responsable de la educación de alguien - hijos, educandos, alumnos, amigos – ¿tengo argumentos, estrategias de actuación, intervenciones eficaces para acompañar a los que quiero en ese proceso de decidir, de dignificar la vida, de ennoblecerla y enriquecerla con una razón equilibrada y una voluntad exigente? ¿No contribuyo con mi pasividad y mi ausencia a que se produzca la fragmentación de la personalidad y la dependencia del mundo que se nos mete por la ventana del monitor? 

miércoles, 22 de junio de 2011

La sospecha.

Daisy (o una que se le parece)

Pone Jaime Balmes en el capítulo VI de El Criterio un ejemplo de cómo, por indicios coincidentes y repetidos, nuestra cabeza forja una “verdad” compleja y hasta temible pero sin un pizca de la verdad sospechada. Tom Grant, el buen granjero de South Armagh – Irlanda del Norte – no quiso fraguar el argumento de una novela de misterio. Renunció a la sospecha y montó una cámara que grabó cómo sucedía que, cuando él se levantaba, sus vacas, encerradas al anochecer en el establo, estaban fuera de él. ¿Cómo iba a sospechar que su vaca Daisy, tan pacífica y buena lechera, tan tranquila y obediente, abría desde dentro la cancela del establo? ¿Quién iba a suponer que su sagacidad (la de Daisy) llegase a tanto como sacar la lengua y con sendos movimientos laterales, rápidos y certeros, levantar los dos cierres que bloqueaban la puerta?   
Nos cuesta renunciar a la suspicacia. Suspicacia o sospecha, que significa mirar debajo de la alfombra, mirar debajo. Es decir, ya que a simple vista no veo nada de lo que sospecho y yo estoy seguro de que el hecho existe, es que está escondido. Porque estamos seguros de que el enemigo (o esa persona de la que suponemos que siempre oculta algo) lo oculta porque es un delito.
Las andanzas nocturnas son siempre delictivas. Y Daisy buscaba sólo hierba. Las medias palabras son siempre engañosas. Y Daisy evitaba hablar porque hablar no era lo suyo. Y los gestos disimulados se deben a la intención de que sólo el que está en antecedentes del crimen se entere de lo que le quieren decir. ¡Pobre Daisy!

lunes, 20 de junio de 2011

El tamarino.


El respetable Saguinus mystax (FOTO DE CARNET)

¡De verdad que no me gusta hablar mal de nadie! Ni siquiera decir lo que voy a decir, que no es sino lo que los observadores del tamarino bigotudo saben de este platirrino cuya foto les ofrezco. Le pueden llamar también, sin miedo a equivocarse, pichico barba blanca, bebeleche, tití de mostacho o, con más propiedad - ¡y dignidad! - Saguinus mystax, como lo llaman los zoólogos. No voy a decir todo lo que sé, que es muy poco,  ni mucho menos todo lo que saben sus estudiosos.
Se mueve en el Amazonas común a Perú, Brasil y Bolivia. Y se mueve en las alturas, es decir, que se anda por las ramas. Porque no les gusta bajarse de su alta esfera, situada en los árboles, entre los 9 y 17 metros – y en algún caso mucho más - de altura sobre el nivel de la  vida vulgar. Son una especie de primates muy selecta que no se roza con la gleba. Cada grupo defiende su territorio natural que llega hasta las 50 hectáreas (¡aéreas, claro!).       
Su vida social, pues, es muy aristocrática. Basta decir que forman grupos reducidos (no más de 16 ejemplares), constituidos por pocas familias. Un ejemplar adulto mide unos 25 centímetros sin contar la cola, de otros 15; y pesa alrededor de 400 gramos. Tal vez por la insignificancia de su arqueo intenta presumir o meter miedo con su descomunal bigote blanco.
Una de las últimas cosas que se han observado en su comportamiento (¡increíble para  tan solemne mostacho!) es que alguna vez, probablemente en un ataque de ira, de envidia o de revancha, matan a la cría de la vecina. 
Los chinos, capaces de meter en pocas palabras mucha sabiduría, dicen que la violencia es el refugio de las mentes pequeñas. ¿Será el caso del bebeleche? Porque eso de cargarse al hijo del vecino sin otra razón que la de que le cae mal daría la razón a los chinos. Es verdad que la columna dorsal que aguanta nuestro caminar por esta tierra de encuentros es el egoísmo. Pero su ataque gratuito, la agresión sistemática, el clamor de protesta, la queja como nana infantil, la descalificación de todo lo que no gusta o parece contrario a los propios planteamientos o que no coincide con los criterios que habitan la mente, aparte de ser una forma de dictadura fascista, es una demostración de la angostura, de la pequeñez de la mente, como dice el chino.    
Tal vez el progreso se ha confundido de destinatarios y ha ido a parar a humanos, platirrinos o catirrinos, que confunden ir adelante con arremeter contra el que camina al lado.

sábado, 18 de junio de 2011

No hay mal que por...


… (para) bien no venga. A veces. Pero es bueno suponer que cuando algo no ha ido bien estamos en una de esas veces y es sabio aprovecharla. Fue el caso del vino Tokaji Aszú. Cuentan que Luis XIV dijo al probarlo: "Este es el vino de los reyes y el rey de los vinos". Y en algunas de sus ediciones en la etiqueta consta como lema, en latín, que es más solemne, VINUM REGUM 1650 REX VINORUM, debajo de una corona formada por tres hojas de vid. Tokaji significa "aquí", "de aquí" y es el nombre de la colina en que se produce en el Noreste de Hungría. Y Aszú, “secado”.
Parece que, hacia 1659, ante la amenaza de la invasión turca se decidió retrasar la vendimia en la zona.
Esperaron un mes. Mientras tanto, parte de las uvas de la parte inferior de los racimos se marchitó a causa del hongo Botrytis cinérea, abundante en la zona, que afectó a las uvas inferiores de los racimos llenas de agua por las lluvias de otoño. Pero lo que se presentó como una desgracia, se convirtió en una fortuna. Porque esas uvas afectadas dan al vino obtenido en la prensa de las “normales” su sabor especial. Estas uvas afectadas se recogen, una a una, a lo largo de algunos días por el diferente grado de "maduración". De ellas destila un néctar con casi el 70% de azúcar, con 3,5º, que se añade al vino nuevo o mosto en distintas proporciones: Según el número de puttonyos o serones de uva afectada se obtienen vinos más o menos apreciados. El de 3 puttonyos es el más modestito y con 6 alcanza su cima y más alto precio.
¿Por qué perdemos humor, fuerza y cuajo cuando algo se nos tuerce? Hacer de tripas corazón no es un disparate cuando la cirugía moderna nos abre tantos caminos para enderezar entuertos, perdonar errores, tomar lo que nos parece un despojo y convertirlo en un tesoro.
Debemos descubrir esa oficina de milagros al alcance de nuestra aparente poquedad. Cuando se ama se engendra vida. Y el amor es natural cuando lo que tenemos delante, personas, animales o cosas, nos entusiasma o se nos convierte en amable por obra de nuestro buen deseo. Cuando alguien o algo, en cambio, se nos presenta como un desecho, es cuando nuestro amor puede hacer un milagro. Todos nosotros hemos tenido ocasión de ver brotar una sonrisa en la persona ajada a la que hemos sonreído. Pero a lo mejor (a lo peor) hemos perdido esa ocasión.

jueves, 16 de junio de 2011

"De la Rosa"

Rilke a los 25 años

Rainer María Rilke (1875-1926), el inquieto conquistado y sensible poeta checo que odiaba las armas y se enamoraba de las rosas, quebrantado por la leucemia sin saberlo, y entregado a seducir con la belleza que sugerían sus palabras, pasó una breve temporada de su vida en París. 
Se cuenta de esa estancia (y, si no es verdad, es bonito) que pasando muchas veces por un mismo lugar con una amiga, encontraban a una pobre que, casi doblada sobre sí misma en la acera, pedía limosna. La amiga le dejaba siempre alguna moneda. Y nada Rilke. Un día le preguntó la amiga por qué no daba algo a aquella mujer. El poeta no respondió. Al día siguiente apareció con una rosa. Y al pasar delante de la mendiga le dejó la rosa en el plato. Y entonces aquella mujer, que nunca cambiaba su postura de derrotada, alzó los ojos y, sin decir nada, se puso de pie y desapareció.
Pasaron varios días sin que volviesen a ver a la abatida hasta que apareció como siempre la habían conocido. La amiga preguntó: «¿De qué habrá vivido estos días». El poeta respondió convencido: «De la rosa».
Pasamos por la vida pidiendo y dando limosnas. Pedimos más que damos. Tal vez porque nos parece necesitar todo y porque no encontramos razón de que nos pidan. Pero en nuestro aturdimiento ante el otro, nunca sabemos lo que pide ni por qué lo pide ni qué sentimientos tiene cuando lo hace, cuando no recibe, cuando recibe y según lo que le damos. Es decir, pensamos con más atención en nosotros mismos, en lo que nos va a pasar si damos o no damos, en lo que van a pensar los que nos ven… Y no caemos en que el otro está levantando ante nuestros ojos toda su historia, sus vacíos, sus razones, su orgullo, sus fracasos, sus penas, sus esperanzas y su desesperanza. La tragedia (¡se trata siempre de una tragedia!) la representa no sólo y sobre todo el mendigo de la acera, sino el vergonzante de afecto que pasa por la vida sin recibir atención ni afecto, sin que yo le haga sentir que, al menos para mí, importa y mucho y que me da vergüenza decirle que le admiro y que le quiero. ¡Una rosa!

martes, 14 de junio de 2011

Escapar.

Llama la atención al verlo aparecer en escena. Se trata de la edición coreana del Sur del talent show. Los tres jueces lo miran con curiosidad. Su apariencia es la de un muchacho alto, con rasgos muy coreanos, en actitud sencilla, casi humilde. No sonríe. ¿Sabe sonreír? ¿Puede sonreír? Y se presenta respondiendo a las preguntas que le hacen para situarlo ante el público.  
Es Choi, tiene veintidós años y es huérfano desde los tres. Vive solo desde que tenía cinco años.  Y ha sobrevivido este tiempo vendiendo chicle y bebidas por las calles. Duerme en las escaleras del metro o en baños públicos. Dice que “no piensa ser un buen cantante, pero que le gusta hacerlo". Oyó cantar a artistas del canto y se propuso hacerlo él también. La interpretación que hace a continuación de "Nella Fantasía" de Ennio Morricone provoca en el jurado y en los espectadores emoción y lágrimas. Y pasa, ¡claro está!, a la eliminatoria siguiente.

En mi fantasía yo veo un mundo justo,
en él todos viven en paz y honradez.
Sueño con almas que sean siempre libres,
como las nubes que vuelan,
llenas de humanidad en el espíritu.

Vale la pena mirarlo bien. Repasar su difícil historia y contemplar a la mayoría de nuestros niños, de nuestros adolescentes, de nuestros jóvenes. Y analizar la responsabilidad que nos toca a los que convivimos con ellos o creemos poder acompañarlos en su crecimiento.  
Sobre todo, esto último. ¿Qué no hacemos y deberíamos hacer para cumplir con el papel que se nos ha asignado? ¿Qué modos de educar usamos sin volver sobre ellos para juzgarlos serena, exigente y responsablemente, para  condenarlos en lo que yerran y corregirlos con alegría, con decisión, con grandeza de ánimo, con humildad, con energía?
¿No será que creemos portarnos bien cuando procuramos a nuestros hijos, a nuestros muchachos, que tengan todo, que no tengan que luchar ni privarse ni sufrir? ¿No será que nuestra cercanía los atosiga a fuerza de un proteccionismo impersonal (¿es posible eso?: sí, cuando damos cosas y no nos damos a nosotros mismos), los ciega llenando su vida y sus ojos de tantas cosas que no pueden ver ya horizontes en su vida (¡si ya lo tengo todo!) ni hermanos con los que compartir, ni metas que alcanzar, ni prójimo al que servir?
Basta mirar un poco a nuestro alrededor, escuchar un poco la barahúnda de las palabras que deshonran nuestro aire para advertir que todo se reduce a reclamar la satisfacción de los propios “derechos”. Derechos que son muchas veces caprichos, fantasías, comida para el propio engreimiento, saciedad del gusto, degeneración de lo más noble del corazón humano, que es amar.