En una de sus preciosas Catequesis el Papa
Benedicto XVI se refería a San Gregorio de Nisa con esta reflexión sobre el Cantar de los Cantares: “Para San Gregorio de Nisa en sus homilías
sobre el Cantar este es el beso por el cual los amados respiran
juntos, fusionan sus espíritus o bien infunden su aliento. Con ello se designa
la unidad de vida a la cual han sido llamados hombre y mujer y llega a ser
palabra creadora. Por este motivo las palabras del novio son para ella espíritu
y vida. Por esa razón la joven niña desea aproximarse a esa boca que es fuente
de vida espiritual. Fuente es la boca del novio de donde brotan palabras de
vida eterna (12). Por ello, Su Palabra sacia la boca sedienta, como el profeta
que con su boca atraía al espíritu. “Abro mi boca franca y hondo aspiro, que
estoy ansioso de tus mandamientos”, Salmos 119, 131. Hay que dar a la boca el
agua que sacamos de la fuente a la cual se refiere el Señor diciendo: “Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba”, Juan 7, 37. Por eso el alma quiere
atraer, aproximar hasta sus labios aquella boca que es manantial de vida y
exclama: ¡Que me bese con el beso de su boca! Este es el beso que hace manar
vida y salvación para todos, beso del cual el Señor no desea privar a nadie”.
Si observamos la vida que nos acoge descubrimos
con frecuencia que todo o casi todo, siempre o casi siempre, queda envilecido
por el egoísmo. Y eso que llamamos amor y queremos que sea beso, como
manifestación del amor, no va más allá de ser un cumplimiento. Se ha dicho que
esto es amor y, como me gusta, o se dice que se debe hacer, lo colecciono con
otras muchas cosas que dicen que son amor, pero que bien se yo que no es más
que complacencia o apariencia.
Esto viene a cuento en nuestra reflexión de que sería muy oportuno que las expresiones de cariño en familia nunca fuesen gestos “de oficio”. “Cuando yo le doy un beso a mi padre y él me da otro, pienso «Pero, ¿me quiere?». Y el gesto que debiera y pudiera ser un lazo que estrechara el amor mutuo, se convierte en una invitación a la duda cuando no en un tormento que se afianza día a día. Un beso a la abuela pudiera ser un bonito cumplido bonito. Un beso a la madre o al padre debiera se siempre una transfusión de confianza, de enamoramiento, de vida. Una piedra viva y gozosa en el cimiento de la familia.
Esto viene a cuento en nuestra reflexión de que sería muy oportuno que las expresiones de cariño en familia nunca fuesen gestos “de oficio”. “Cuando yo le doy un beso a mi padre y él me da otro, pienso «Pero, ¿me quiere?». Y el gesto que debiera y pudiera ser un lazo que estrechara el amor mutuo, se convierte en una invitación a la duda cuando no en un tormento que se afianza día a día. Un beso a la abuela pudiera ser un bonito cumplido bonito. Un beso a la madre o al padre debiera se siempre una transfusión de confianza, de enamoramiento, de vida. Una piedra viva y gozosa en el cimiento de la familia.