Estas sí que son Buenas Noches de Don Bosco. Nos acercamos a él y a la Navidad, celebrada
como él quería, en su casa de Vadocco. Sin añadidos, sin comentarios, naturalmente. Leemos como en
letras de oro la sublime grandeza de su corazón.
«Mañana empieza la
Novena de la santa Navidad. Dos cosas yo os aconsejo en estos días. Acordaos
con frecuencia de Jesús Niño, del amor que os tiene y de las pruebas que os
dado de su amor hasta morir por vosotros. Por la mañana, al levantaros
enseguida cuando toque la campana y sentir el frío, recordad a Jesús Niño que
temblaba por el frío de la paja. Durante el día animaos a estudiar bien la lección,
a hacer bien el trabajo, a estar atentos en clase por amor de Jesús. No
olvidéis que Jesús avanzaba en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y
delante de los hombres. Y sobre todo por amor de Jesús guardaos de caer en
cualquier falta que pueda disgustarle. Haced como los pastores de Belén: id con
frecuencia a estar con él.
Nosotros
envidiamos a los que fueron a la cabaña de Belén, que lo vieron apenas nacido, que
le besaron su manita y le ofrecieron sus regalos. ¡Felices pastores, decimos
nosotros! Y sin embargo nada tenemos que envidiar, porque su misma fortuna es
también la nuestra. El mismo Jesús que fue visitado por los pastores en su
cabaña se encuentra aquí en el sagrario. La única diferencia está en esto, que
los pastores lo vieron con los ojos del cuerpo, nosotros lo vemos solo con la
fe, y no hay cosa que podamos hacerle más agradable que ir con frecuencia a
visitarle. ¿Y de qué modo ir a visitarle? Primero con la frecuente Comunión. Otro
modo después es ir alguna vez a la iglesia durante el día, aunque sea también
por un solo minuto”.