Los Bonobos no vienen
aquí para que aprendas sobre ellos, sino para que, si es oportuno, aprendamos
de ellos. Pero, de paso, recordemos que son chimpancés y que su nombre
científico, que te sonará mucho, es Pan Paniscus o Chimpancé pigmeo y Chimpancé enano o grácil. Porque existe otro género Pan que es el Pan troglodytes, nombre mucho más elemental,
que es el chimpancé común.
Los que los han estudiado, por ejemplo Frans De Wall o
Jingzhi Tan, dicen cosas como estas: son
altruistas, ayudan a desconocidos aunque no se les pida, aunque no se les
agradezca o pague de algún modo, y parecen felices de poder hacerlo. Desde
luego que, cuando comparten la comida, la comparten de verdad. Es más, se ha
hecho una prueba: se ha hecho pasar uno por uno a dieciséis por un recinto
aislado de otro contiguo. Podían alcanzar media manzana que pendía sobre ellos;
y después de alcanzarla la tiraban al recinto contiguo si en ella había otro
bonobo.
En pruebas de simpatía o
empatía por medio de videos con bonobos de la familia o desconocidos que
bostezaban, los bonobos espectadores lo hacían también. Y los estudiosos lo
atribuían a un “contagio emotivo” o a un deseo de identificarse con otros de
los que sabían que pertenecían a su misma condición.
El comportamiento humano
es fruto de muchos factores que nos hacen mucho más complejos que los bonobos.
Si su comportamiento, como hemos podido observar, es instintivo, deberíamos
reflexionar lo que hay o no hay de “instintivo” es decir, de natural de los “tesoros” que podemos pulir
con nuestra persona y advertir si el noble instinto de altruismo ha quedado
empañado en ellos y a qué factor se puede atribuir.
Tal vez estamos a tiempo
de intervenir prudentemente y, sin eliminar las riendas que la prudencia deben
orientar sus actitudes y actos, sugerir que la ”simpatía”, en su sentido más
genuino, no es sino la aportación mutua y natural que nos ayuda a ser mejores.