La última vez que Don Bosco estuvo en la Basílica de María
Auxiliadora fue el 24 de noviembre de 1887. Por la tarde se celebraba un acto
de amplio relieve. Cuatro jóvenes (un francés, Natal Noguier de Malijay,
exoficial del ejército; un inglés, que después no siguió en la Congregación; un
polaco, Víctor Grahelski, y otro polaco, Augusto Czartoryski) recibieron de Don
Bosco, bajo la mirada complacida de la Virgen, la sotana salesiana.
Fue un acto solemne y emotivo en el que Don Rua (Don
Bosco no tenía fuerzas para ello) dirigió unas palabras recordando al joven que
quería seguir a Jesús, pero no pudo porque tenía muchos bienes.
Augusto, príncipe por sus ascendientes familiares polacos
y españoles, hizo la profesión religiosa al año siguiente y se ordenó de
sacerdote en 1892. Murió al año siguiente y hoy se le honra como Beato en la
Iglesia Católica.
(Treinta años más tarde
de aquella solemne imposición de sotanas, el 9 de junio de 1918, el Cardenal
salesiano Juan Cagliero, enviado por el Papa Benedicto XV, impuso a la imagen
el cetro de oro que hoy se puede ver, regalo de la princesa Isabel Montesagrado
y Czartoryski).
Don Bosco tuvo que
renunciar a sus visitas por el Oratorio de Valdocco, porque sus fuerzas habían
ido decayendo rápidamente.
Los últimos años de su
vida tuvo como apoyo al joven sacerdote salesiano Carlo Maria Viglietti y que
nos dejó una entrañable crónica de los tres últimos años de la vida de nuestro
Padre.
Agradará leer las últimas
referencias del escrito de Viglietti.
29 de Enero:
D. Bonetti le decía: Maria,
Mater Gratiae. Tu nos ab Hoste protege – y don Bosco continuó: Et hora mortis suscipe.
Qué
hermoso es ver a Don Bosco con las manos siempre juntas.
Don Bosco repite para sí: ¡Jesús! ¡Jesús! ¡María! ¡María!
Os doy el corazón y el alma mía. In manus
tuas, Domine commendo… commendo spiritum meum. Oh
Mare… ¡Mare… abridme las puertas del Paraíso!
Hoy repitió cientos de
veces: ¡Mare…Mare! ¡Mañana!
¡Mañana!