El 22 de Abril de 1865 se puso la primera piedra de
la Basílica de María Auxiliadora en Valdocco, Turín. Don Bosco, que siempre
buscó el apoyo de los que podían prestarle ayuda, pidió al rey su presencia en
el acto. Este delegó la presidencia de la bendición en su hijo, el Duque de
Aosta. Al día siguiente del solemne acontecimiento el Duque envió un donativo y
algunos aparatos de gimnasia que había usado en su juventud en Moncalieri.
Florecía entonces en aquel solar de la futura
basílica un pequeño manzano. Don Bosco recomendó a sus inquietos muchachos: “No
lo toquéis”. Cuando cayó la primera manzana madura los chicos, con hojas, la
cogieron y llevaron a Don Bosco, que envió esa y todas las demás a Amadeo. Este
dio un donativo para el templo y una merienda a los muchachos “por las
sabrosísimas manzanas que me han enviado”.
El Amadeo del que se habla en esta
crónica es el mismo que, a partir de 1870 y durante poco más de dos años, fue
un extraño Rey de España, como bien sabes. Con 191 votos a favor del
Parlamento, pero con dificultad de encajar en una España, como casi siempre,
dividida, displicente y mal educada por arriba y por abajo.
Las lavanderas de Madrid le enviaron,
a su muerte, una corona de flores artificiales que se puede todavía ver en el
panteón real de Superga.
Pero nuestra reflexión a propósito del
que aquí se llamó “el Rey Caballero” y de Don Bosco, siempre acertado en sus
relaciones, debe servirnos para orientar nuestra educación en el trato: respeto
a la autoridad, aunque no nos convenzan sus ideas y aun sus actuaciones,
delicadeza en nuestras relaciones con ella, agradecimiento y finura en los
gestos, decisiones y modos de acercarnos a quien representa de algún modo el
instrumento de gobierno en cualquier esfera o nivel.
Vivimos años de inquietud nerviosa una
“tarantela” (ya sabes, el baile de nervios que la picadura de la tarántula
provoca en el que la toca) que nos lleva a despotricar (ya sabes, la agitación
convulsa y sin sentido del potrillo que se cree dueño de la carrera) contra
todo y contra todos. Y así ni construimos ni dejamos construir. Y… así nos va.