En la valiente visita que hizo el Papa
Francisco a Tierra Santa del 24 al 26 de mayo de 2014 oró en el llamado Muro de
las Lamentaciones de Jerusalén. Y colocó después un papel con una oración en
una de sus hendiduras. Explicaba después: “He escrito el Padre
nuestro
en español como lo aprendí de mi madre”.
El nombre de ese muro es Hakótel
Hama'araví, es decir, Muro
occidental. A la vista quedan 60 metros, aunque lo que se conserva de él
son casi 500. Es parte de los muros de contención de la explanada del Templo
judío que, como sabes, tuvo dos etapas: el de Salomón (siglo X aC), destruido
por la barbarie babilónica (587) y el de Esdras y Nehemías (536), embellecido y
casi sustituido totalmente por Herodes el Grande y destruido por la barbarie
romana (70 dC). Parece que esta parte del muro fue obra de Agripa II (27-100),
bisnieto de Herodes el Grande. Es un lugar de oración, de Salmos, Tehilim
(alabanzas) y oraciones al único Dios. Se hacen también las ceremonias del Bar
Mitzva (Hijo del Precepto), mayoría de fe de los varones judíos a
los 13 años de edad.
Lo anterior, todo lo anterior me sirve para
mirarme hacia dentro, hacia mi propia condición de creyente: ¿Rezo? ¿Enseño a
rezar? Parece que decir rezar significa recitar, repetir una fórmula que casi
siempre hizo otro que guardo en la memoria y la digo yo también.
Rezar no es un
oficio de la memoria ni de los labios ni de la mente. O no solo de la memoria,
de los labios y de la mente. Es placer del corazón. Es sentir a Dios en la
propia vida, es oír los latidos de su corazón en los pasos que doy, en las
actos que voy realizando, en las lágrimas que vierto, las de las penas y las de
las emociones, es estar seguro de que no estoy solo, de que no camino en
solitario, de que su amor me acompaña siempre, envuelve mis dudas, acaricia mis
proyectos, bendice mis amores…
¿Enseño esto a mis hijos, a los que acompaño en los primeros pasos de su experiencia de creyentes? ¿O creo que ser padre y educador es solo dar seguridad a lo que aprenden y fortaleza en lo que emprenden?
¿Enseño esto a mis hijos, a los que acompaño en los primeros pasos de su experiencia de creyentes? ¿O creo que ser padre y educador es solo dar seguridad a lo que aprenden y fortaleza en lo que emprenden?
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