Prometida
la prosa después de los versos, y después de un proverbio indio, he aquí
algunas líneas de dos escritores, discutidos y discutidores, que, a pesar de
que su pensamiento no sea pensamiento nuestro, nos dicen cosas sobre los libros
que, sin duda, nos pueden hacer pensar en lo que son los libros en la vida y en
la obra de los que escriben y de los que leen. Y pueden ayudarnos a
apreciarlos, a comprarlos, a leerlos. Siempre que sean, naturalmente, alimento
sano y sanador.
Proverbio indio: “Un libro abierto es un cerebro que habla; olvidado, un alma que
perdona; destruido, un corazón que
llora”.
Ahmed
Salman Rushdie, indio de nacimiento (Bombay, 19.6.1947) y de nacionalidad británica, escribía: “En casa, cuando a alguien se le caía un libro, no sólo debía
recogerlo, sino besarlo en señal de desagravio. Como en mi niñez todo se me
caía de las manos, llegué a besar muchísimos libros.
Todas las familias devotas de la India conservan la costumbre de besar
los libros sagrados, pero nosotros besábamos los diccionarios, los atlas, las
novelas y hasta los tebeos de Supermán. Si alguna vez se me hubiese caído la
guía telefónica seguram. habría hecho lo mismo.
Eso fue antes de que besara a una chica. Porque el día en que lo hice,
besar libros perdió algo de su encanto para mí. Con todo, uno nunca olvida su
primer amor”.
Jean-Paul Sartre, filósofo y escritor francés (1905-1980), que vivió
una infancia afectivamente atormentada, recordaba: “No sabía
leer aún y ya reverenciaba aquellas piedras erguidas: derechas o inclinadas,
apretadas como ladrillos en los estantes de la biblioteca o noblemente
esparcidas formando avenidas de menhires. Sentía que la prosperidad de nuestra
familia dependía de ellas. Yo retozaba en un santuario minúsculo, rodeado de
monumentos pesados, antiguos, que me habían visto nacer, que habían de verme
morir y cuya permanencia me garantizaba un porvenir tan tranquilo como el
pasado... los libros fueron mis pájaros y mis nidos, mis animales domésticos,
mi establo y mi campo”.