Durante la vida de Don Bosco la Iglesia estuvo presidida por
Pío VII, León XII, Pío VIII, Gregorio XVI, Pío IX y León XIII. Con los dos
últimos tuvo una relación frecuente. Debió visitarlos en el proceso de la
aprobación de la Congregación Salesiana y de sus Constituciones. Y en su vida
espiritual la Eucaristía, la Virgen y el Papa fueron tres metas de su afecto
que presidían, cada uno con su valor, su obra y su labor de fundador y de
educador. En estos días de novedad en la Iglesia de Roma por la presencia del
Papa Francisco es bueno reafirmar nuestra adhesión a quien guía en el amor a
los que seguimos a Cristo.
Don Bosco soñó una noche que se encontraba en uno de los
nichos más altos de San Pedro. No sabía cómo podía haber llegado allí y tuvo miedo.
Buscó el modo de bajar, gritó pidiendo ayuda y el miedo angustioso le despertó.
El que visita la basílica de San Pedro de Roma puede
descubrir que en el nicho situado encima del tondo del Papa Pío IX y la estatua
en bronce de San Pedro en la derecha de la nave central está Don Bosco. En
estatua, como otros 35 santos fundadores. Y le acompañan dos muchacitos que
representan a Santo Domingo Savio, alumno suyo en su Oratorio de
Valdocco-Turín, y el Beato Ceferino Namuncurá, hijo del cacique mapuche Manuel
Cafulcurá de la pampa argentina.
El 31 de enero de 1936 el cardenal Eugenio Pacelli, futuro
Papa Pío XII, bendijo esa estatua del escultor Canonica de 4,80 metros de
altura.
Fue Pío XI, Aquiles Ratti, quien quiso que se colocase su estatua
donde está ahora. Siendo joven sacerdote pasó algunos días en Valdocco con Don
Bosco. Le apreció profundamente y la Providencia hizo que, pasados algunos
años, lo beatificase en 1929 y canonizase en 1934.
No es indiferente la postura con que el artista ha
representado a los tres personajes. Los dos jóvenes miran y se funden en un
gesto de adhesión a Cristo y a su Vicario. Siguen con esa actitud la indicación
que Don Bosco les hace con su brazo derecho extendido. Si miramos con los ojos
del alma descubriremos que también a nosotros sigue haciéndonos la misma
invitación.