Ameen Mokdad es un músico iraquí que quiere lanzar al mundo este
mensaje: "La música es una cosa bellísima". "Contra todo
terrorismo o ideología que limita las libertades". En 2014 el Isis logró
el control de la ciudad de Mosul. Se prohibió inmediatamente la música porque
la tachaban de pecaminosa. Los milicianos invadieron la casa de Ameen y se
llevaron todos sus instrumentos. Cuando el ejército iraquí recuperó el control de
la zona, Ameen decidió volver a su ciudad natal y ofreció un pequeño concierto
con su violín entre las ruinas de la mezquita de Jonás, un lugar muy querido
por musulmanes y cristianos. La iniciativa se hizo conocer por los medios de
comunicación y atrajo a algunos curiosos. "La gente ama la música",
afirma el joven. En el video filmado se oyen de vez en cuando el ruido de los
disparos que se mezclan con las notas del violín de Ameen. La lucha no había
acabado aún en la ciudad: los combates entre el ejército oficial y los
milicianos continuaban. Pero él difundía la alegría de ser libre, la belleza
que alimentaba su vida, la felicidad por hacer un poco más felices a
todos.
La música (excluyo los ruidos que llaman música) es una de las
emanaciones espirituales más bellas. Recuerdo que, de niño, me hablaban de un
san Virila que pasó siglos extasiado por el canto de un ruiseñor en San
Salvador de Leyre.
Acompañaba a un enfermo escuchando música (no “ruidos” que llaman
música) y comentaba mi amigo: “Quien ha compuesto esto tuvo que ser un hombre
bueno”.
No era posible que de un corazón torcido brotase tanta belleza.
Contemplo a una joven madre que intenta que su niño se duerma en
sus brazos mientras le canta una dulce melodía. No es posible una conjunción más
hermosa: la grandeza de un niño acunado en la nobleza de los brazos de su
ángel; el placer de una madre que se siente fuente de un milagro como su hijo;
y el regalo para el espíritu de una expresión inigualable de amor, belleza y
esperanza.
¡Gracias, Ameen!
¡Gracias, Ameen!