Es frecuente que curioseemos o indaguemos o estudiemos o
lloremos sobre las estadísticas que nos
hablan de la marcha del mundo. Y es más frecuente – y todos lo sabemos - que
recurrir a la estadística es el instrumento más eficaz para despertar
sensibilidades y hasta obtener un apoyo mejor a alguna causa que coreamos.
Me permito recurrir, como ejemplo, a algunos datos que
han estado o pueden estar al alcance de tu mano.
Según los datos del Pacto de Toledo el año pasado, de 2007 a 2017 las pensiones habían aumentado
un 16,53% (el IPC tuvo un crecimiento del 16,50%).
En el ámbito universal, de 1960 a
2016, la población mundial había aumentado un 145% y el PIB per cápita un 183%. La tasa de pobreza
extrema había sido en 1980 en un 44,3% mientras que en
2015 había bajado al 9,6%.
La tasa de mortalidad entre los
recién nacidos era en 1990 de 64,8 por cada 1.000. En 2016
había descendido a 30,5. En los menores de cinco años la mortalidad pasó en 26
años de 93,4 fallecidos por 1.000 a 40,8.
En 1970, el 74% de los alumnos finalizaban la escuela primaria,
mientras que en 2015 la cifra alcanzó el 90%...
La emisión
de los seis gases contaminantes más comunes en los países occidentales un
67% desde 1980...
Nuestro papel es formar a jóvenes sinceros en una sociedad que
intenta, día a día, mejorar. Pero ese papel nuestro tan delicado debe estar
empapado, todo y siempre, por la veracidad; y nuestras conciencias y las de
nuestros formandos por la Verdad.
Vivimos en un mundo inundado de noticias. Y no es bueno dejarse
ahogar, o deformar o arrastrar. Por lo que nuestro deber de orientar hacia la
exactitud de lo que se pregona debe oponerse a la tentación que tantas veces se sufre de
querer llamar la atención, acusar, convertirnos en adalides de la verdad o,
simplemente, de llevar el agua a nuestro molino como con triste frecuencia
acaece.