Esta tortuga tan
extraña, a la que tachan de punk por
su melena verde, es, con todos los respetos, un bicho raro. No lo era todavía a
mediados del siglo pasado cuando se buscaban y llevaban a casa como mascotas.
Tanto que hoy quedan poquísimas y viven amedrentadas temiendo desaparecer a
manos del hombre. El nombre que le han puesto puede significar Huidizo Rabilargo y hacen muy bien en
ocultarse.
Se encuentra solo, que
se sepa, en ríos de Australia. En uno de ellos, el río Mary, la captó en su
cámara el fotógrafo australiano Chris Van
Wyk cuando,
buceando en busca de tesoros naturales perdidos, se le apareció hace diez años.
La melena que luce no le es
propia: es un llamativo postizo de algas que no le sirve para hacerse notar,
sino, todo lo contrario, para pasar desapercibida en la vegetación del río.
Debajo de la mandíbula le crecen dos picos que son barbas sensitivas. Y los
grandes ojos capaces de hipnotizar, es un decir, lucen un azul claro natural de
la especie. Es capaz de permanecer bajo el agua 72 horas, respirando
por los orificios de sus órganos de reproducción.
¿Para
qué asomarse a este extraño elusor
con estas líneas? Los que hemos vivido un poco en este maravilloso mundo
podemos constatar que han desaparecido de la vida, del uso, de la costumbre no
sólo objetos ya inservibles, sino actitudes, apreciaciones, observaciones,
¡admiraciones!... ante personas, instituciones, valores, costumbres que
debieran seguir sirviendo de escuela para la vida. El respeto, la honradez, la
generosidad, la apertura al otro, la acogida serena y cálida de lo bello y
bueno, el cultivo de modos de conducirse, de reaccionar, de crecer que
ennoblecen, debiéramos proponerlos como tesoros y metas, los responsables de
formar a los que nos van a suceder en la construcción de familias e
instituciones que valgan la pena.