El
Parlamento Europeo declaró en 2009 como Día
en Memoria de los Crímenes del Estalinismo y el Nazismo el 23 de Agosto. Ocho
años después, la presidencia rotatoria de la Unión Europea, en manos del
gobierno de Estonia, ha decidido organizar una conferencia comunitaria sobre
esta materia.
El ministro de Justicia de
Estonia, Urmas Reinsalu, ha enviado una carta (en la que figuran los siguientes
fragmentos) a Grecia que consideraba inoportuno ese recuerdo:
No pretendemos entrar en un gran
debate sobre la historia de Europa en el siglo XX. Esa tarea le corresponde a
los expertos: historiadores, juristas, filósofos, politólogos… Nosotros somos
políticos. Nuestra tarea es proteger los valores y las virtudes de nuestra
sociedad, entre los que hay principios irrenunciables como los derechos
humanos, la democracia o el imperio de la ley. Y, en la medida en que el
nazismo, el fascismo o el comunismo niegan esos principios, no podemos hacer
otra cosa que oponernos a esas ideologías y movimientos políticos.
El nazismo y el comunismo se
arrogaron el derecho a aplastar países y sociedades, todo en nombre
de un futuro utópico que nunca llegó. Millones de personas fueron oprimidas
para ser "reeducadas". Otros muchos millones sufrieron la miseria más
abyecta. Y, por supuesto, también fueron millones los que fueron desplazados o
asesinados.
Como ministros de Justicia,
debemos ser especialmente contundentes a la hora de condenar los crímenes
contra la humanidad. Nuestra labor más esencial es la de salvaguardar el
correcto funcionamiento de las leyes y la justicia. Toda persona, con
independencia del color de su piel, de su nacionalidad, de su empleo o de su
estatus socioeconómico, tiene derecho a vivir en dignidad, en el marco de un
Estado democrático capaz de garantizar el imperio de la ley. Pero las
dictaduras del nazismo, el fascismo y el comunismo han robado esos derechos a
millones de personas. Muchas veces, esa opresión no se ceñía solo al país de
origen de la tiranía en cuestión, sino que se extendía a otras naciones
conquistadas, subyugadas y sometidas.
No hace falta ser un historiador
para saber lo que ocurrió en Grecia durante la ocupación nazi. Obras como
"La mandolina del Capitán Corelli", Louis de Bernières, han sido
traducidas al idioma de mi país y han conmovido a miles de compatriotas. Del
mismo modo, "Archipiélago Gulag", de Aleksandr Solzhenitsyn, está
disponible en griego desde la década de 1970, aunque en Estonia fue un libro
prohibido hasta el fin de la ocupación soviética.
No puedo estar más en desacuerdo
cuando su gobierno afirma que el comunismo ha dejado efectos positivos. Es
cierto que la Unión Soviética participó en la campaña contra la Alemania nazi,
pero el Ejército Rojo no liberó a Europa del Este de la
tiranía nazi, sino que cambió ese dominio alemán por la nueva dictadura rusa.
La Guerra Civil concluyó en
Grecia en 1949. Ese mismo año, el régimen comunista de Estonia deportó al 2% de
nuestra población, como represalia contra los campesinos que se negaban a
colectivizar la agricultura. A eso hay que sumarle las decenas de miles de
estonios que fueron apresados y enviados al Gulag.
Cuando digo que en el comunismo
no puede haber libertad, democracia e imperio de la ley, lo digo porque sé de
lo que hablo. La historia nos lo demuestra. El comunismo ha sido intentado en
todos los continentes, con la salvedad de Oceanía, y el resultado siempre ha
sido el desastre económico y la destrucción gradual del imperio de la
ley. Y la factura en términos de vidas humanas perdidas ha sido muy
costosa. Hablamos de millones de personas fallecidas y no podemos permitir que
algo así vuelva a ocurrir".