Don Bosco no trató a Alberto Marvelli. Pero Alberto a Don Bosco
sí en su Ferrara natal (1918) y en Rímini (Italia) donde vivió, se entregó y
murió (arrollado por un camión) en 1946. Fue un joven comprometido en la
política sabiendo que la política es el arte y profesión de servir amando a los
demás empezando por los que tienen menos voz: en la política la limpieza de su
vida, la transparencia de su conducta,
la alta condición de sencilla dignidad y corrección le convirtieron en un joven
maestro de servicio a sus conciudadanos.
Su madre fue
para él fuente y maestra de una vida empapada de alegría, entregada al servicio
de los demás, especialmente de los pobres, deportista (¡su bicicleta arrollada
por el camión el 5 de octubre!), maestro de fe y de afecto en la catequesis, el
Oratorio Salesiano y la Acción Católica. Aunque tuvo que alistarse en 1941
(después de acabar la carrera de ingeniería) en una guerra que siempre condenó,
le libró el hecho de que sus tres hermanos mayores ya estaban en el frente.
Italia quedó
desolada en la segunda guerra mundial. Por eso desarrolló una gran labor de
ayuda a los pobres y fue uno de los factores más entregados y menos interesados
para sí mismos de la reconstrucción de su ciudad. Muy pertinazmente en la
política pero también y no menos generosamente llevando y dando personalmente lo
que hacía falta dar, aunque se quedase sin ello. El recorrido en bicicleta por
muchos lugares y rincones de su ciudad acababan con el regalo de alimentos,
compañía, consuelo y apertura a la confianza en Dios y en los hombres.
Fue declarado Beato
por el Papa Juan Pablo II en Loreto el 5 de octubre de 2003.
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