Probablemente la palabra ultracrepidario
es fea. Pero así le llamó hace ya muchos años William Hazlitt a otro William, William
Gifford, porque le había criticado repetidamente su estilo literario. Y cuatro
años más tarde, en 1823, un amigo de Hazlitt, Leigh Hunt le arrojó el mismo
epíteto en defensa de su amigo. Eran hombres que se bañaban en la cultura
clásica.
Los que la dominan hoy, aunque no se peguen con sus colegas, saben que todo
viene de aquella diatriba que se entabló hace como 2350 años entre el pintor
Apeles de Coo y un zapatero. Lo contaban, en Latín, naturalmente, Valerio
Máximo y Plinio el Viejo con casi iguales palabras: “Ne supra crepidam sutor predicaret” le dijo el pintor al que puede
traducirse como “Que el zapatero no
juzgue por encima de la sandalia” (ultra equivale a super o supra).
Un zapatero le dijo a Apeles que las sandalias no son como las había
pintado. Y parece que Apeles le escuchó con sosiego. Al día siguiente el zapatero,
engreído al ver que Apeles le había hecho caso y había corregido, le criticó
también la pintura de una rodilla. La respuesta del paciente Apeles fue la que
ya has leído. En griego naturalmente.
Breve y abreviadamente se suele decir en castellano: Ne sutor super crepidam. Y me viene este recuerdo cuando en estos
días pasados se oye criticar sobre política y se escuchan propuestas sabias
sobre el modo de conducir el rebaño humano. Y no sólo sobre Política, sino
sobre todo lo que hay debajo del Cielo (ojalá no intenten escalarlo).
Hay quien tal vez sepa mucho de lo suyo (¡vaya usted a saber!), o tiene una
hornacina en la galería de honores humanos (o cree tenerla), o se considera
oráculo de la verdad porque dispone de un papel o un micrófono, o es un as en
un cierto arte o profesión, y se dispone a decir a los responsables, que se
supone que son expertos, cómo deben hacerse las cosas según su consejo.
Son igual que esos veteranos que generalmente con buen humor pasan horas
contemplando una obra pública y callejera e intercambiando opiniones sobre el modo de
rematarla.
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