He
leído con asombro, agrado y agradecimiento que el cardiólogo Valerio Sanguigni,
de la Universidad Tor Vergata de Roma afirma que el helado que resulta de unir
cacao, avellana y té verde es el conjunto de antioxidantes que mejor ayuda a
disfrutar de una vida larga y sana. Y a quien le gusten y le vayan bien los
helados, del placer de acercarse a él en verano. Y en invierno.
Parece
argumentar así (y digo parece porque
siempre vale confirmarlo con el atestado de otro sabio) basándose en la
cualidad de los tres nutrientes citados de ser ricos, como ya sabes, en
capacidad antioxidante. ¿Y por qué helado? Porque el calor echa a perder ese valioso efecto antioxidante.
No
hago propaganda ni receto elixires de larga vida, porque no soy quién para ello
ni caben en este campo. Pero sí me permito subrayar, con la mejor intención, la
necesidad que tenemos de acertar en nuestra labor de ayudar a modelar la
personalidad de nuestros hijos y educandos: escoger con responsabilidad los
alimentos que aseguren una conducta sana, una vida limpia, un carácter sólido y
ecuánime.
La
honradez es el primero de todos. Honradez significa ser uno mismo; buscar y defender la verdad y la justicia en
juicios, decisiones y proceder; afianzar la fortaleza de actuar siempre como se
debe y no como conviene; respetar a los demás y sus pasos pero sin que los
amigos, los criterios que se airean como triunfo de las personas, de las ideas,
de la propuestas morales personales y sociales oxiden la nobleza de la auténtica grandeza que hemos querido para
ellos.