“Londolozi” es una reserva privada de
caza en Sudáfrica. Está al lado del largo río Sand, afluente del larguísimo
Limpopo, y en el centro de la reserva de caza Sabi Sand en el Parque Nacional Greater Kruger. Londolozi es una palabra zulú que viene
a significar, más o menos, “protector de todas las cosas vivas”: precioso
nombre para un propósito más precioso aún.
Hace
poco vi un asombroso video en el que trece leones (leonas en su mayor parte y
parecían jóvenes) trataban de hacerse con un puercoespín crestado. Era de noche
y un interesado testigo iluminaba la grabación de la escena con una potente
linterna.
El
puercoespín crestado (Hystrix cristata)
es un roedor de cuerpo macizo que lleva cubierto con espinas afiladas de unos
35 centímetros y que puede medir 85 centímetros y pesar más de 20 kilos.
Los
leones se acercaban, con ganas de cobrar la pieza, sin llegar a tocar aquella
defensa amenazante. El hystrix
reaccionaba haciendo notar que no estaba para jugar y moviéndose hacia adelante
o hacia los lados logrando alejar a los intrusos en su camino.
¿Cómo
acabó? Lo que vi fue el cansancio de los leones y su desfile en la
oscuridad.
Pero
me vino este inocente pensamiento: ¿No he presenciado la imagen del acoso que a
veces sufren nuestros muchachos de los “amigos” con los que comparten horas y
noches? La intención de la chusma es asimilar al novato a sus modos de respirar
y vivir. Pero ¿está dotado nuestro muchacho de la decisión para decirse “no” y
decir “no” a los que le acarician? ¿Han tenido en la “escuela” de su familia el
regalo de una cercanía que suscita confianza, de una claridad que despierta
decisión y de una fuerza que se opone a cualquier sugestión extraña a un estilo
familiar de conducta? Podríamos lamentar la ingenuidad de la inexperiencia,
pero no perdonarnos la necedad de nuestro disimulo.