El 2 de abril
de 1878 llegó Don Bosco a Marsella. El canónigo Guiol le esperaba, pero pidió a
su vicario, el también canónigo Louis Mendre, que le atendiese en la primera
fundación en aquella ciudad, el Oratorio de San León.
La simpatía y
el cariño de Don Bosco cautivaban a todos los que le iban conociendo. Y también
Mendre quedó atado por esos lazos de estima y cariño, de modo que los
salesianos franceses decían: “El abate Mendre ha robado el corazón de Don
Bosco”.
Realmente quería
a Don Bosco como un hijo y se sintió animado a escribir en 1879 un opúsculo
sobre él: Don Bosco sacerdote, Fundador de la Congregación de los
Salesianos, que reprodujo poco
después en su Revista Popular Félix Sardá y Salvany, sacerdote, apologista, defensor del bien y la
verdad en Barcelona y que fue una fértil llamada para que varios
sacerdotes jóvenes se hiciesen salesianos.
“Lo mismo que
en un día de invierno – escribía Mendre - vemos a los pajarillos acudir en gran
número adonde una mano generosa les echa el grano que les ha de salvar, así
contemplamos, en derredor de Don Bosco, numerosos grupos de chiquillos y
muchachos de los que nadie se ocupa”.
No fue Mendre
el único francés que escribió sobre Don Bosco, como sabes. Lo hicieron también,
en biografías más o menos amplias y documentadas o en escritos encendidamente
defensivos, viviendo aún Don Bosco o poco después de su muerte, Albert Du Bois,
Jules Rostand, Charles D’Espiney, Joris-Karl Huysmans, François Coppée…
En una carta a
Guiol, un año más tarde, escribía Don Bosco: “...... me he ruborizado más de
una vez ante los grandes elogios que tributa a mi pobre persona. Todo sea para
la mayor gloria de Dios en favor de la
Obra que se quiere recomendar...”.
Y en 1880,
ante los acosos de la prensa, las calumnias y las barricadas contra el pobre
Oratorio de San León, Mendre se hizo pasar por director de la Obra y escribió
un memorial dirigido a la autoridad contra las falsas acusaciones del Petit
Provençal.
En una velada
en San León, los muchachos, improvisados como músicos, se equivocaban. Mendre, sensible y entendido,
ponía cara de disgusto. Y Don Bosco, que lo notaba, sonriendo, le dijo: Señor
Mendre: “La música de los niños se oye con el corazón y no con los oídos”.
De Don Bosco
debemos aprender esta convicción que debe convertirse en vivencia. A los niños,
a los jóvenes, a los hijos… se los escucha con el corazón. No vale ningún otro
filtro.