¿Qué
mejor buenas noches para celebrar los doscientos años que Don Bosco lleva
viviendo entre nosotros que las primeras líneas (¡ojalá sigamos leyendo también
las siguientes!) de la carta que el Papa Francisco escribió el pasado 24 de junio
a nuestro Rector Mayor Ángel Fernández Artime?
Como
Don Bosco, con los jóvenes y para los jóvenes
Está
viva en la Iglesia la memoria de san Juan Bosco como padre de la familia
Salesiana… Igualmente está viva en la Iglesia su memoria como santo educador
y pastor de los jóvenes que ha abierto
un camino de santidad juvenil, que ha
ofrecido un método de educación que es al mismo tiempo una espiritualidad, que
ha acogido del Espíritu Santo un carisma
para los tiempos modernos.
En el
bicentenario de su nacimiento he tenido la alegría de encontrar a la Familia
salesiana reunida en Turín, en la Basílica de Santa María Auxiliadora, donde
reposan los restos mortales del Fundador. Con este mensaje deseo unirme
nuevamente a vosotros en el agradecimiento a Dios y, al mismo tiempo, subrayar
los aspectos esenciales de la herencia
espiritual y pastoral de Don Bosco y animaros a vivirla con valentía…
Italia,
Europa y el mundo en estos dos siglos han cambiado mucho, pero el alma de los
jóvenes, no: también hoy los muchachos están abiertos a la vida y al encuentro
con Dios y con los otros, pero hay muchos que corren el riesgo del desánimo, de
anemia espiritual, de marginación.
Don Bosco nos enseña ante todo a no quedarnos mirando, sino a ponernos en primera línea, para ofrecer a los jóvenes una experiencia educativa integral que, sólidamente basada en la dimensión religiosa, implique a la mente, a los afectos, a toda la persona, considerada siempre como creada y amada por Dios. De aquí deriva una pedagogía genuinamente humana y cristiana, animada por la preocupación preventiva e inclusiva, especialmente para los muchachos de las clases populares y de las zonas marginales de la sociedad, a las que ofrece también la posibilidad de la instrucción y de aprender un oficio, para hacerse buenos cristianos y honrados ciudadanos. Trabajando por la educación moral, cívica y cultural de los jóvenes, Don Bosco ha actuado por el bien de las personas y de la sociedad civil, siguiendo un proyecto de hombre que conjuga unidos alegría - estudio – oración o, también, trabajo – religión - virtud. De ese camino forma parte integrante la maduración vocacional, para que cada uno asuma en la Iglesia la forma concreta de vida a la que el Señor lo llama. Esta amplia y exigente visión educativa, que Don Bosco concentró en el lema "Da mihi animas", ha hecho que hoy lo expresemos con la fórmula «educar evangelizando y evangelizar educando»".
Don Bosco nos enseña ante todo a no quedarnos mirando, sino a ponernos en primera línea, para ofrecer a los jóvenes una experiencia educativa integral que, sólidamente basada en la dimensión religiosa, implique a la mente, a los afectos, a toda la persona, considerada siempre como creada y amada por Dios. De aquí deriva una pedagogía genuinamente humana y cristiana, animada por la preocupación preventiva e inclusiva, especialmente para los muchachos de las clases populares y de las zonas marginales de la sociedad, a las que ofrece también la posibilidad de la instrucción y de aprender un oficio, para hacerse buenos cristianos y honrados ciudadanos. Trabajando por la educación moral, cívica y cultural de los jóvenes, Don Bosco ha actuado por el bien de las personas y de la sociedad civil, siguiendo un proyecto de hombre que conjuga unidos alegría - estudio – oración o, también, trabajo – religión - virtud. De ese camino forma parte integrante la maduración vocacional, para que cada uno asuma en la Iglesia la forma concreta de vida a la que el Señor lo llama. Esta amplia y exigente visión educativa, que Don Bosco concentró en el lema "Da mihi animas", ha hecho que hoy lo expresemos con la fórmula «educar evangelizando y evangelizar educando»".