viernes, 21 de octubre de 2011

¿Voy bien?


Más de una vez hemos preguntado o nos han preguntado: ¿por dónde se va a…? ¿Dónde queda…? ¿Qué camino o qué ruta debo seguir para llegar a…? O nos contestan: no soy de aquí o responden a nuestra pregunta de la mejor manera posible.
Siempre vamos a algún lugar; siempre seguimos un camino o una ruta. Para llegar a algún lado o caminamos (seguimos un camino) o tomamos algún vehículo, pero siempre para llegar a algún lugar. Lo antiguos miraban al cielo y se guiaban por la ‘via (camino) lactea’; y muchos miles, para llegar a la tumba del Apóstol Santiago han seguido el trillado “Camino de Santiago”. Todo ello nos indica que la vida diaria, entre otras cosas, es un camino, y nosotros siempre unos caminantes.
En la vida es importante conocer el camino que debemos hacer y no despistarse. A veces oiremos: “Vas bien, pero fuera de camino”. Tomar una determinación es algo que cuesta, primero porque hay que acertar y ser realistas en la elección del camino; y segundo, una vez elegido, no desanimarse ni desviarse del camino o perderlo.
Eso sí: todo ser que nace sabe que, entre varios caminos que en la vida hay que elegir para conseguir esto o aquello, hay un camino que, al final, es igual para todos: dejar este mundo para encontrarse con Dios nuestro Padre y llegar a Él con las manos llenas de buenas obras. Éste sí que es un camino importante, cuya ruta hay que trazarla con claridad y que normalmente necesita guías que nos ayuden para llegar bien a nuestro destino final.
Hay un tiempo del año cristiano, la Cuaresma, que se nos brinda como un camino para acompañar a Jesús en su Pasión y Muerte y también en su Resurrección. Jesús siguió su camino que al final fue un auténtico ‘Via Crucis’, que, en español, significa: el Camino de la Cruz. Él sí que es un buen guía del camino; para nosotros basta seguirle, pues Él mismo nos dijo: Yo soy el Camino. Seguirle nos asegura no perdernos y acertar. Él lo hizo para entregarse a los demás. Nosotros podemos entregarnos a Él y entregarnos a los que comparten nuestras vidas; hacer algo bueno por los demás. Si alguno quiere orar, aquí tiene una oración bien sencilla: “Señor, enséñame tus caminos

martes, 18 de octubre de 2011

Miguel Rúa


He leído y oído estos días, y seguro que vosotros también, que Amancio Ortega, el del imperio Inditex-Zara, ha decidido poner al frente de su empresa, como Presidente no ejecutivo, a su hija Marta. La ha preparado durante estos años haciéndola visitar sus diversas tiendas extendidas por todo el mundo para conocer los entresijos de esta multinacional. La mayor ilusión de un padre es que los hijos continúen con la empresa creada por él. No todos los hijos aceptan el reto. Otros sí lo hacen.
De ese parecer era Don Bosco y para ello escogió y preparó a su primer sucesor. Lo bueno fue que escogió a un niño de 8 años, que se llamaba Miguel Rúa, (9.6.1837).  Don Bosco iba de vez en cuando a confesar al Colegio de La Salle (de las Escuelas Cristianas); muchos acudían a él; cuando le rodeaban, solía repartir estampas. Miguel nunca recibió una. Pero un día Don Bosco observó que Miguel le miraba fijamente, como suplicándoselo. Entonces Don Bosco extendió su propia mano izquierda y con la derecha hizo varias veces el gesto de cortarla por la mitad. Y así varios días.
Después de morir su padre, Don Bosco le dijo que si quería estudiar en su Colegio. No lo dudó. Su madre le dejó. Pasaba el día allí y por la noche iba a dormir a su casa. Un día fue de excursión con otros chicos, guiados por Don Bosco, a su pueblo; Miguel ya iba preparado y allí, en la iglesia del pueblo, le impuso la sotana. Tenía 17 años. A la vuelta Miguel le preguntó por qué años atrás le hacía el gesto de la mano cortada, y Don Bosco le dijo: “Porque tú y yo siempre haremos las cosas a medias”. A los 18 años fue el primero en hacer los  votos religiosos como salesiano, cuando aún no estaba aprobada la Congregación Salesiana. Fue uno de los 17 chicos, más o menos de su misma edad, que un 18 de diciembre de 1859 fundaron la Congregación Salesiana.
Muy pronto Don Bosco le encargó tareas de gran responsabilidad; era tal la pasión que tenía por Don Bosco que quienes le veían trabajar decían que era la fotocopia de Don Bosco. Fue varias veces a Roma con Don Bosco para entrevistarse con los Papas Pío IX y León XIII; éste, en 1884, cuatro años antes de la muerte de Don Bosco, le indicó que lo hiciera su Vicario, es decir, su segundo y prácticamente su sucesor. Cuando Don Bosco estaba en punto de muerte, Miguel le pidió que los bendijera; le cogió la mano y la elevó mientras iba haciendo la señal de la cruz y diciendo las palabras de la bendición. Hasta el final ambos hicieron las cosas a medias. Las dos manos juntas. A la muerte de Don Bosco los salesianos le eligieron como el primer sucesor.
Miguel Rúa caminó a medias con Don Bosco, adaptó la Congregación a las necesidades de su tiempo, consolidándola, abriendo nuevas obras y visitándolas en los diversos continentes. Murió en Turín el 6 de abril de 1910, a los 73 años, con la misma edad de Don Bosco. Fue beatificado por el Papa Pablo VI el 29 de octubre de 1972.
Estoy seguro que si DB estuviera con nosotros a más de uno le haría el gesto que le hizo a Miguel y le diría: “Te necesito; tú y yo haremos las cosas a medias”.

sábado, 15 de octubre de 2011

Gratuidad.


Es bueno que reflexionemos sobre diversas facetas de “Caminos de servicio”, como la atención al mundo social, la educación, la salud, la cultura., etc. Y es que la vida sin servir a alguien o algo, no es vida, es una imitación de la vida. En realidad vale quien sirve.
Entre estos caminos de servicio hay uno muy especial que lo recorren algunos, no muchos; es el de la gratuidad. Servir gratis es ponerse a disposición de quien lo necesita, de balde, sin coste monetario alguno, sin cobrar por ello y sin pretensión de obtener otra cosa a cambio; es servir libre de condiciones y sin interés de beneficiarse de alguna manera.
En una sociedad en la que casi todo se cobra y que casi nadie hace algo por lo demás sino se lo pagan, resulta casi extraño que uno preste un servicio gratis, que lo haga sólo por hacer el bien al otro.
Pero existen personas que así lo hacen. Son aquellos que forman parte de un ejército casi invisible y que se llama el “voluntariado”. Podemos no tener en cuenta a misioneros que lo dejan todo para regalar cultura y formación, para cuidar enfermos, leprosos, abandonados, los consumidos por el sida, los tirados en las calles inmundas de algunos barrios, los que se están muriendo en una cuneta ante la impasible mirada de los demás, pero que unas religiosas anónimas los recogen y están cerca del lecho donde se mueren. No, no quiero señalar tan alto y lejanos a nosotros.
¿Se dan entre nosotros casos de voluntariado? Sin duda alguna. Una franja de nuestra sociedad, los ancianos, están a veces en situación de soledad que los convierte en destinatarios cercanos de nuestro voluntariado. Hay universitarios, que en los fines de semana se van a atender a ancianos solitarios, a cuidarlos, a charlar con ellos, simplemente a estar a su lado y escucharles, sin cobrar nada. Y así muchos que lo hacen sin meter ruido. Hay un grupo de valientes servidores que, además de visitarlos,  han ideado una cadena de comunicación con ellos por webcam para preguntar, interesarse cada día si han dormido bien, si necesitan algo, si se encuentran sanos.
¡Cuántas cosas se hacen gratuitamente! Si se os ofrece la ocasión, haced algo gratuitamente. Estaréis en el buen camino de servir a los demás. No os pesará. Os sentiréis más felices.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Beato Miguel Rúa.


En Galicia son muchas las familias que tienen el apellido Rúa. Palabra que en castellano significa “calle, como “Rúa Nueva”. Según la Guía de teléfonos, en la provincia de La Coruña, hay 25 en Santiago; 17 en La Coruña; 14 en Melide; 11 en Outes; y en Ferrol 9. En otras localidades unos veintitantos. Total, según la Guía, unos 100. Habrá más ciertamente.
Este apellido también es italiano. Por ejemplo, Miguel Rua. ¿Quién es éste Rúa? Pues el que sucedió a D. Bosco cuando éste murió. Fue el primer salesiano; hizo sus Votos Religiosos ante D. Bosco cuando tenía 18 años.
¿Cómo conoció a D. Bosco? Rua había quedado huérfano. Su padre trabajaba en la Fábrica de Armas de Turín y él por entonces estudiaba con los Hermanos de la Salle, de las Escuelas Cristianas. Allí iba D. Bosco a confesar a los alumnos quienes, al llegar, le rodeaban y le pedían una medalla. Rúa se ponía delante en el primer corro. Rúa extendía la mano pero nunca le daba nada. D. Bosco sólo le decía: “Toma, toma”, y le cogía la palma de su mano izquierda al tiempo que, D. Bosco,  con la derecha hacía el gesto de partirla por la mitad.
Después pasó al colegio de D. Bosco y éste un día le preguntó si quería estudiar para sacerdote; Rua, después de pensarlo, le dijo a su madre: “Quiero ser sacerdote; quiero irme con Don Bosco”. Ella mostró su alegría; “Dile a Don Bosco que cuente contigo”. Y así comenzó a estar a su lado. Un día le preguntó qué significaba aquel gesto de cortar la mano izquierda con la derecha. “¿Cómo, aún no lo has entendido? Tú y yo haremos las cosas a medias”. Y así fue a lo largo de su vida. Quiso tanto a D. Bosco que llegó a convertirse como una fotocopia suya. Podían olvidarse todas sus palabras y todos sus escritos, que D. Rúa los repetiría todos.
Rua puso en Don Bosco sus ilusiones, pero D. Bosco también las puso en Rua. Porque ilusionarse, tener ilusiones, es como tener esa alegría que produce la esperanza o la realización de un deseo que uno tiene. D. Bosco fue un soñador que llenó su vida y la de los que estaban a su lado, de ilusiones. Ahí estuvo la clave de su éxito. Ilusionarse con algo, de este modo, es un modo de crecer y hacerse persona
Como D. Rúa era la fotocopia de D. Bosco, no es extraño que fuera santo como él. El 29 de octubre de 1972 Pablo VI lo beatificó. ¿Alguno dejaría que D. Bosco hiciera el gesto de cortarle la mitad de la mano para decirle a D. Bosco que estaría dispuesto a trabajar a medias con él?

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Ser feliz? (3)

Il Vate (1920)

Realmente la vida de Gabriele D’Annunzio (1863-1938) fue una carrera de obstáculos con todo. Fue político, militar, novelista, dramaturgo, poeta... sufrió e hizo sufrir en el amor, fue diputado y renunció, deudor y tuvo que huir, encendió el ambiente en favor de los aliados en la primera Guerra mundial. Fue piloto en ella, quedó tuerto, llevó a Viena nueve aviones que lanzaron propaganda de rendición, se resistió a la entrega de la ciudad de Fiume al final de la guerra, la ocupó echando a los americanos, ingleses y franceses que la ocupaban, exigió que volviese a Italia y, en vista de su fracaso, la declaró Estado libre del que se autoproclamó Duce; enredó en la Sociedad de Naciones a favor de las ciudades enajenadas, como la suya, quiso organizar un movimiento con núcleos separatistas de los Balcanes, declaró la guerra a Italia y se rindió bajo el bombardeo sufrido. Al final de su vida fue nombrado miembro de la Real Academia Italiana y tuvo un funeral de Estado decidido por Mussolini. 
Pues este Gabriele D’Annunzio, zarandeado por la vida y zarandeador de la historia,  tenía a la entrada de su casa una placa de cerámica con el tallo de un rosal, una rosa y esta leyenda: Toma la rosa, evita la espina (Cogli la rosa, fuggi la spina). Y poco antes de morir declaraba: “Soy viejo e infeliz. No encuentro haber vivido en mi existencia ni un instante de alegría”.
Si su estrategia para ser feliz fue tomar la rosa, su estrategia estaba equivocada. Una rosa separada del rosal es ya un cadáver. No sé si Francisco de Rojas se dirigía a una rosa cortada cuando lloraba su ocaso: “… si sabes que la edad que te da el cielo es apenas un breve y veloz vuelo”. Para que la rosa viva necesita al rosal. De él absorbe vida. Y la espina, las espinas defienden su integridad.
¿Por qué hay tanta gente infeliz? ¿Su mente no les llega para comprender que la vida no puede conservar su lozanía si no se construye sobre el tallo feraz de la exigencia? Que, indudablemente, supone dependencia del rosal y solidaridad con las espinas. Hay jóvenes que no salen de este proyecto: Ser libre para pasarlo bien. Es el proyecto del instinto, es decir, del ímpetu animal. Un proyecto así encierra un doble engaño: ni se es libre ni se pasa bien.
La esclavitud más engañosa, más dolorosa, es la del egoísmo. El ser humano que se cultiva abonando su vida de ese modo, choca, sin entenderlo, con la imposibilidad de crecer. Una persona es sólo persona si “es para los demás”. Así la definen los filósofos. ¡Y los psiquiatras! Y no “lo pasa bien” la flor que se pasa la vida ante el espejo, no lo pasa bien el que se complace, sino el que ha buscado y ha encontrado un jardín en el que pueda regar las flores.

jueves, 6 de octubre de 2011

¿Ser feliz? (2)


El galeón español Andalucía lo recorría hace dos años.

En septiembre del año 66 viajó Lucio Domicio Enobarbo (el Nerón de siempre) a Grecia. Y allí estuvo hasta diciembre del 67. Es verdad que en ese viaje decidió que se excavase un canal en el istmo de Corinto (y hasta el 68 se abrió su quinta parte), pero su interés se centró en conciertos (tocaba muy bien algunos instrumentos) y asistió a los juegos Olímpicos, a los Nemeos, Istmicos y Píticos, siendo al final aclamado como periodonix, es decir, fan de los cuatro, según cuenta el historiador Suetonio. Volvió a Roma como triunfador del arte y las competiciones.
Roma se había levantado poco a poco, casi desde la nada, sobre las sólidas columnas de la austeridad (parsimonia), la sensatez (gravitas), la dignidad (pudicitia), el orden estricto (lucidus ordo) y la emulación en servir a la república (certamen). A Nerón, que había aprendido mucho en Grecia  (tenía 30 años) y que el olvido de su maestro Lucio Anneo Séneca le había hecho sentir que su maestro ahora era él mismo, estableció un nuevo orden de cosas: el agón y el luxus. Sobre esas dos columnas se puede ofrecer al pueblo romano lo que pide y necesita: el estado de bienestar. La pietas y la fides son antiguallas.
Nerón propone: agón y luxus en vez de pietas y fides y sus hijas ya nombradas. El Agón era el certamen, pero no entendido como se había intentado hacer vivir hasta entonces, servicio a la patria, sino la lucha en los estadios, en el circo, en las naumaquias. Nerón era verde. Había cuatro grandes y fuertes equipos o escuadras para todo ello: roja, blanca, azul y verde. Cuando ya en el 59 habían tenido lugar los Juegos Juvenales, Tácito, otro historiador, los definió como certamina vitiorum, competición de vicios. Y al luxus, fasto y esplendor, los calificó como vitiorum dulcedo, caricia de vicios.
Cuando presenciaba Nerón los preparativos para su cremación (decidido a suicidarse porque el acoso de muerte que le rodeada no le permitía otra salida) exclamó orgulloso: Muero como un artista. Lo natural es que lo dijese en latín, como asegura Suetonio. Pero Dión Casio asegura que lo dijo en griego. Era el 11 de Junio del año 68.
El preámbulo ha sido tan largo que no cabe añadir una moraleja. Pero si se tiene la paciencia de buscarlo en lo escrito arriba, se puede sacar con mucha, muchísima facilidad, la lección.

lunes, 3 de octubre de 2011

Pelo a pelo.

A los que recuerdan la historia de España de hace algo más de veinte siglos les suena el nombre de aquel “general” victorioso en muchas batallas que se llamó Quinto Sertorio. Y que fundó en Huesca una especie de universidad para los hijos de sus oficiales hispanos, por ejemplo. Se estaba en la “guerra social” entre los sostenedores de Sila y los que seguían a Cayo Mario. Y Sertorio estaba por éste. Cuando Cneo Pompeyo, enviado por Sila, llegó a Hispania y Sertorio constató la inferioridad de sus fuerzas, convocó en Castra Aelia, según cuentra Tito Livio, a sus capitanes, romanos e hispanos. Se trataba de defender una causa común. Y echó mano de un ejemplo de cómo habían de plantear su lucha contra los senatoriales.
Puso delante de ellos dos caballos y encargó a dos hombres, uno fuerte y robusto y el otro más bien flacucho, que pelasen la cola de los caballos. Por mucho que el primero lo intentó tirando con fuerza de la cola no llegó a nada más que a bañarse en su sudor. El débil fue arrancando pelo a pelo los del caballo y acabó dejándole sin crines en su cola.
Era el modo de enseñarnos (porque si Sertorio puso una “universidad” en Huesca, bien puede seguir siendo un buen maestro hoy) que el logro de un empeño no viene casi nunca de un golpe de ímpetu, sino de la constancia en plantear modos, de la tenacidad en ir madurándolos, de la paciencia en descubrir que cuando se da un paso con seguridad es más fácil que se puedan dar otros mil que si se lanza uno a la carrera sin método, sin reservas, sin reflexión.
Y lo que es buen camino para nuestra propia formación debe serlo también para los que educamos o pretendemos educar. Porque si no, corremos el riesgo de una patada de quien queremos que deje de darlas, o de cansarnos de remar inútilmente sin llegar a ningún puerto.