sábado, 16 de julio de 2011

Apasionados.


Siurana

Palpar la pasión de un apasionado apasiona. Y hace sentir admiración por personas así, envidia por no ser como ellos y sueños de creer que este mundo vago y vicioso en que vivimos pueda convertirse en un paraíso de creatividad y armonía.
Pienso esto al leer en la prensa una entrevista con Dominik A. Huber, un alemán de Munich de cuarenta años que en el Priorat, apoyado en Eben Sadie, enólogo de Sudáfrica, ha puesto en marcha un nuevo modo de glorificar el vino con la estimadísima orientación del viticultor Jaume Sabaté.
No interesan aquí los términos ni las técnicas de mimar la vida o hacer de la vinificación una novedad, un acto creativo.
"El Priorat es un lugar extremo. Primero creo que tiene algo magnético y por algo aquí han construido hace mil años un monasterio enorme (cartuja de Scala Dei). No soy nada religioso pero una cierta espiritualidad sí que se siente, si estás solo, a veces, y un poco por la tarde cuando cambia la luz se percibe una fuerza tremenda. Vivo aquí todo el año, desde hace cuatro años, y noto mucho esto, me da mucha energía, es un sitio muy arcaico, muy pobre, no es la Toscana, que es dulce, bonita, rica, verde… El Priorat es duro, no se muestra por su lado más suave, lo tienes que buscar, es como una belleza un poco tímida, oculta, pero que después se muestra de un modo muy intenso, muy potente".
Parece que hoy toda la fuerza del progreso, aliada y robustecida por la ciencia, la industria, la técnica, la investigación, se aplica a hacer todo fácil, todo hecho, todo terminado, todo digerido. Dicen los estudiosos que la inutilidad de masticar ha hecho que se hayan ido perdiendo a lo largo de los tiempos parte de los molares: salen o no salen las “muelas del juicio”. ¿Para qué si no hacen falta? Dentro de mil años ¿estará la dentadura humana formada por treintaidós piezas?  
Facilitamos las cosas y vamos reduciendo todo a papillas. Y ante toda situación que se presenta nos encontramos débiles. Nuestros hijos nacen fuertes y sanos. Pero nuestra falsa atención los va haciendo endebles en lo más hondo de su personalidad. No sueñan con luchar, con crear, con conquistar, con descubrir, con merecer, con emprender, con exponer. Si repasásemos estos y muchos otros verbos que  forman el bagaje espiritual de un hombre hecho y derecho nos daríamos cuenta de que son precisamente las acciones y los empeños que tratamos de evitar porque decimos que no queremos que sufran. ¡Así salen ellos!

miércoles, 13 de julio de 2011

El aprendiz de brujo.

Del sirio Luciano de Samosata (125- 181) es el relato de El mentiroso en el que narra cómo un hombre probo, Pancrates, hacía que, recitando “un ensalmo de tres palabras”, un mango de mortero envuelto en trapos anduviese y sirviese a la mesa como si se tratase de un solícito criado. Eucrates, su siervo, quiso emularle y, aprendido el conjuro, logró lo mismo. Pero, al no saber detenerlo, intentó partirlo con un hacha, con lo que logró tener dos aguadores e inundar toda la casa. Es el origen del poema (1797) de Johann Wolfgnag von Goethe Der Zauberlehrling. Y el episodio de la película Fantasía (1940) en la que Walt Disney presenta a Mickey Mouse como l’apprenti sorcier, el aprendiz de brujo, de la composición musical que Paul Dukas había confiado al fagot en 1897.
No debe llamar la atención que una fantasía como ésta se vuelque en el arte y en la imaginación con esa asiduidad. Y que el humor, la poesía, la música y el cine la tomen con tanto interés. En el fondo, es la imagen del ensueño del hombre: crear, dominar, entregarse a la molicie, descansar totalmente a ser posible sin haberse cansado antes.
Que esta quimera se pasee por la mente del adulto no tiene importancia. Si es que el adulto que siente ese paseo es sensato y sabe qué mundo pisa. Pero cuando la entelequia se asienta en la mollera de un inmaduro o de un niño o de un adolescente, puede dar lugar a situaciones como la del joven que no da golpe (porque no le han enseñado que la vida se talla con sudor) y que, cuando por fin se decide a trabajar, les pide a sus padres que le busquen trabajo (sin que eso garantice, si así lo hacen, que, al tenerlo por fin, le guste, lo adopte, sonría… y se entregue a él).
Una de las mayores preocupaciones de algunos padres, insensatos, al querer y creer educar es que el niño no sufra, que no carezca de lo que le gusta y, si es posible, de nada; que no sepa qué es el sufrimiento, la privación, “ganarse la vida”, la necesidad, la renuncia, la debilidad, la muerte…
Ya se encarga el mercado de lo placentero de hacer saber que la vida puede vivirse sin dolor y sin esfuerzo. Si logra convencer, se habrá embolsado el caudal más hermoso de la vida de sus generosos bienhechores y habrá contribuido a poblar el mundo un poco más (o mucho más) de vagos y viciosos.

domingo, 10 de julio de 2011

El viaje de Haru


El director japonés Masahiro Kobayashi ha presentado hace pocas semanas su última película: El viaje de Haru. Un viejo pescador y su nieta deben ir hacia el Sur porque, sin trabajo y sin recursos, han de buscar horizonte a su vida construyendo un nuevo hogar. Se trata de una crítica social al Japón de hoy. Y lo hace - dicen los comentaristas especializados - con una austeridad y sensibilidad extraordinarias.
Como vivimos en medio de olas que tienen el mismo sabor amargo, podemos aprender, al menos, a advertir la actitud con que se afrontan situaciones como esa.
El director-pensador se adentra en la entraña de su país que está seriamente afectado por la falta de esperanzas, de esperanza en el futuro. Y debe tenerse presente que la película se hizo antes del terrible cataclismo que rompió  al Japón de tantos modos.  Y que se hizo precisamente en un pueblecito pesquero de la región de Hokkaido que quedó totalmente anegado por las aguas: un pueblo milenario que súbitamente, en cuestión de horas, desapareció del mapa.
El filme es el relato de la vida de dos personas y su tragedia en medio de la crisis financiera del Japón.
Para los países extranjeros – afirma Kobayashi y copiamos sin comentarios porque no hacen falta - parece que estamos todos unidos en una situación muy difícil, pero debo decir que esta unidad no es suficiente para que la gente viva feliz, porque al final todos somos seres individuales tratando de sobrevivir en una sociedad capitalista. La idea que hay en la sociedad japonesa de hoy en día es que estar unidos es lo más importante, pero me parece que todo el mundo se está olvidando de vivir sus propias vidas. Y entre la poca gente que lo hace, se ha creado un sentimiento de rechazo, de antipatriotismo, que considero un tipo de reacción muy fascista. Creo que la sociedad japonesa está yendo en una dirección muy peligrosa en este sentido. Creo que la gente debe ocuparse de sus “pequeñas” vidas y enfrentarse a sus “pequeños” problemas, esos de los que nadie habla ahora, pero que son determinantes.
… Hay problemas muy serios aparte de esos…. la Seguridad Social tiene graves condiciones estructurales. Con el pretexto de desarrollar esa Seguridad Social el gobierno subió hace tiempo el impuesto de consumo, pero aún no hay suficiente dinero, y están debatiendo sobre cómo aplicar recortes de cobertura social y subir el impuesto. Yo diría que el gobierno está gastando donde no debe gastar y recortando donde no debe recortar. Hay mucha gente que quiere trabajar pero no puede, sobre todo ancianos, como ocurre en la película, que súbitamente se han quedado sin nada y ya no pueden recomenzar”.

viernes, 8 de julio de 2011

Estentor


Paris ofrece la manzana de oro a Elena. Y se arma la de Troya.
Cuenta Homero en la Ilíada que cuando la diosa Hera, “la de los níveos brazos”, quiso hacerse oír de los pobladores de Troya, a falta de mejor megafonía, le pidió al heraldo Estentor que le prestase su voz. Y así se hizo. Porque este Estentor (o Esténtor), además de poder prestar a una diosa su voz, tenía tal potencia en ella que, como puntualiza el mismo Homero, equivalía a las de cincuenta hombres juntos.
¡Qué cosas pasaban cuando había un cantor como Homero que, como fiel y agudo observador, era perfecto cronista de la historia y de sus hombres y se fijaba en ellos para poder legarnos la admiración por sus cualidades sin que se perdiese ningún detalle! ¡Qué buen corresponsal habría sido hoy para determinadas revistas llamadas del corazón!
Aquella voz ha quedado sólo, que yo sepa, como medida sobresaliente de la capacidad de hacerse oír. No ya de elevarse sobre las altas murallas de la ciudad sitiada. Ni para que Laocoonte, según contaba después Virgilio, se hiciese oír de los troyanos y desconfiasen del célebre regalo en forma de caballo de madera.
Basta pasear por una ciudad sin prisas para oír (tratando sin éxito de no escuchar) a una muchacha que habla con una amiga que lleva o tiene al lado. Su voz alcanza la altura de gritos estentóreos. No sólo la amiga (a no ser que los gritos sean la agresión a una enemiga capturada), sino todos los que se cruzan o pasan delante participan del tema de la conversación. La sospecha de que son sordas desaparece cuando el volumen de voz baja y parece que la comunicación se mantiene. Se piensa en ese caso que es el enfado el que añade énfasis a la voz. Pero tampoco, porque no se detecta que se estén en una situación de tensión.           
Un estudio detenido del hecho lleva a la conclusión de que la mujer necesita que se la oiga porque sospecha o sabe que no se la escucha. Y a falta de argumentos o de atractivos, percibe que lo que dice ha perdido interés o no lo tiene en absoluto y lo grita.
Debe creerse el resultado de la investigación del profesor Michael Hunter, de la Universidad de Sheffield. Pudo precisar con un sistema de resonancias magnéticas la reacción del cerebro estimulado por diferentes impulsos vocales.
Notó, por ejemplo, ¡pásmense ustedes!, que el sonido que emite la mujer al hablar necesita toda el área auditiva del cerebro. La voz de los hombres, en cambio, actúan sólo sobre el área del hipotálamo, conocida como «el ojo» del cerebro.
De ahí deriva la dificultad del hombre para prolongar una conversación con una mujer.
Dice Hunter: «A diferencia de la voz masculina, las mujeres tienen una voz natural melódica con una mayor complejidad de sonidos». Y nosotros podemos añadir: ”Añádanle, además, la potencia de Esténtor”.

miércoles, 6 de julio de 2011

Honor a los Grandes.

… se les da, de ordinario, después de su muerte y antes de olvidarlos. Sucede a veces que ni siquiera una señal clara perpetúa su recuerdo, aunque tengamos muy presentes sus obras. Podemos dirigir por eso ahora nuestros ojos, con afecto y agradecimiento, a dos de esos hombres grandes.
Miguel Ángel Buonarroti, florentino, vivió desde 1475 hasta 1564. Cuando tenía sesentaiún años recibió del papa Clemente VII el encargo, confirmado después por  Pablo III, de cubrir con un enorme fresco la pared frontal de la capilla Sixtina, que se había empezado a construir el mismo año del nacimiento del pintor. Le dedicó cinco años, de 1536 a 1541. Se cuenta que los ataques que le dirigía el también pintor y poeta Pietro Aretino (“… simpático cuando quería, feroz cuando quería también, chantajista incomparable, periodista sin escrúpulos y sin cansancio, multiplicaba las cartas y los impresos, y el oro manaba hacia él para escapar en seguida de sus manos pródigas. Cuando perseguía a alguno, el veneno de sus flechas lo agotaba”, según lo describe un autor actual) le hizo pintarse como un despojo de pellejo en la mano izquierda del apóstol Bernabé, que murió desollado. Sin duda quiso pedir al apóstol que lo llevase consigo ante el Juez Supremo en el Juicio Final.
Calixto II y Alejandro VI, los dos papas de la familia de los Borja, especialmente Alejandro, impulsaron las obras de la Basílica de Santa María Mayor como se contempla hoy. Dice la tradición que su precioso artesonado fue dorado con el oro de América, regalado por los Reyes Católicos al mismo Papa.
Pues bien, el espléndido escultor barroco napolitano Juan Lorenzo Bernini (1598-1680), quiso escoger el lugar de su sepultura cerca de la Virgen, que reparte bondad desde la Capilla Mayor del templo: a la derecha del altar. Pero bajo los peldaños que suben al presbiterio. De ese modo el sacerdote, al dirigirse al altar, pisaba esa tumba y recordaba al artista en el Santo Sacrificio.

lunes, 4 de julio de 2011

"La huelga".


Ayn Rand escribió en 1950, con sangre de futuro, estas advertencias: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.”
Había nacido el 2 de febrero de 1905 en San Petersburgo la filósofa y escritora, nacionalizada norteamericana en 1931, Alisa Zinovievna Rosenbaum, de familia judía. Vivió la pasión de escribir novelas, guiones de teatro y de cine, ensayos… y vivió con pasión su postura sobre el ser humano, objetivismo, individualismo, liberalismo, libertarismo, difícilmente catalogable y, en algunos aspectos, aceptable. Los veintiún años vividos en Rusia y los nueve sufridos bajo la URSS, supusieron para ella un incontenible impulso para ser pregonera de la libertad.    
Su novela "Atlas Shrugged" (traducida como "La rebelión de Atlas": pero, tal vez con fidelidad “Atlas se encoge de hombros” o “A Atlas le tiene sin cuidado”) tuvo un impacto profundo en el pensamiento y la opinión americana.
John Galt dirige el movimiento de los que trabajan para apartarse (el título primero propuesto por Ayn Rand era “La huelga”) de la persecución y parasitismo de los que no trabajan ni producen, los “saqueadores”, incluida la maquinaria del Poder intervencionista del Estado.
El Estado se hunde. Y sólo con el regreso de los creadores de prosperidad se restituye el bienestar.
Para Rand “libertad es tomar todas las acciones requeridas por la naturaleza de un ser racional para el sustento, el fomento, la satisfacción y el disfrute de la propia vida". Pero no es “acción requerida por la naturaleza de un ser racional” encogerse de hombros. Atlas (“Incansable”) se sublevó contra Zeus y fue condenado a sostener con las manos sobre sus hombros la Tierra. Y no puede dejar de hacerlo si no acepta que la Tierra se hunda en el vacío.

sábado, 2 de julio de 2011

El espejo.

¿Cuántas veces al día nos miramos al espejo? “Nunca las he contado”. “¡Qué tontería: ¿le interesa a alguien, me interesa a mí mismo?”. Y sin embargo, ¿cuántas veces nos hemos mirado al espejo en nuestra vida?
Lo que es seguro es que ante el espejo nos hemos dicho al menos alguna vez: “¡Pues no estoy tan vieja!”. “Mi cara despierta atracción. Por eso me miran tanto”. “Ya quisiera fulanita tener mis ojos”. “Creo que caigo bien”. “Me gustaría tener la nariz más pequeña. Lo demás, muy bien”. “Qué bien estoy a pesar de mis años”.
Es decir, hacemos un análisis de nuestra persona. Porque, además de la cara, lo mismo hacemos con nuestra conducta, con nuestra forma de movernos, de tratar, de responder, de preguntar, de comentar, de criticar, de morder...
¡Cuánto hablamos de los demás! ¡Y qué poco sabemos de lo que los demás hablan y piensan de nosotros!  “¡Porque no tienen nada que echarnos en cara!”.
Con unos pocos versos de esos que ácidamente vertía Unamuno sobre el mundo que veía (¡y sobre sí mismo!), nos orienta en el ejercicio general de autocomplacencia ante el espejo de nuestra benévola autocrítica
No, nadie se conoce, hasta que le toca
la luz de un alma hermana
que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina.
Cuatro versos con muchas verdades. Algunas de ellas, como ejemplo: que a lo peor nos pasamos la vida sin conocernos; que para conocernos necesitamos el espejo de un alma hermana; que podemos vivir sin tener, sin sentir la necesidad, sin buscar el alma hermana; que nos molestaría  terriblemente que un alma hermana nos lanzase la luz de la sinceridad sobre el fondo de esta nuestra otra alma; que fraternidad sí, pero que la fraternidad se meta donde no la llaman, y menos en mi fondo, eso habría que verlo; que no le veo ni gracia ni respeto a que alguien toque con su luz lo que yo tengo en mi fondo sin meterme con nadie… Y, además, ¿una luz que de lo eterno llega? ¡Es demasiado!: meterse en el fondo de uno, ¡mal! Pero pretender que la luz con que quiere iluminar mis fondos venga de lo eterno, en absoluto. Es un derecho que no acepto.
¡Y sigo sin conocerme!

jueves, 30 de junio de 2011

¿Amigos?

Una de las riquezas de las que solemos hablar con más ligereza es la amistad. Por eso choca con el contraste de esa ligereza lo que algunos varones sesudos dijeron de ella. He aquí una corta muestra.
Por ejemplo, Cicerón, hablando en su reflexión sobre la amistad afirmaba: “Parece que arrancan del mundo el sol los que suprimen de la vida la amistad, porque de los dioses inmortales no tenemos nada mejor, ni más gozoso”. Y enfrente de él, Lucio Sergio Catilina, en el discurso a los que quiso atar consigo en su conjuración, según Salustio, afirmó: “En querer lo mismo y odiar lo mismo está la amistad indeleble”.
Cerca de nosotros Gregorio Marañón lo expresaba de un modo casi místico que despierta asombro por su estima de la amistad:
Yo me pregunto: Señor,
¿es que hay alguna verdad
por encima del amor?
Y oí una voz interior
que me dijo: la amistad

Cuando san Agustín recuerda los últimos días de la vida de su madre Mónica, en Ostia, a la espera del barco que los llevase a África (pero se adelantó la muerte), escribe:
"... Recorríamos paso a paso todo el mundo, considerando internamente tus obras y admirándonos. De esta manera alcanzábamos nuestro espíritu, pero también lo sobrepasábamos para llegar al reino de la fecundidad inagotable. Y al hablar de este modo y anhelar la verdad, llegamos a tocarla un momento con toda la fuerza del corazón… Mi alma fue herida profundamente y mi vida quedó desgarrada, pues su vida y la mía habían llegado a formar una sola".
Sólo siendo una misma realidad (¡y qué difícil es serlo!) se llega a tocar la verdad que se encuentra en el reino de la fecundidad inagotable. Lo que nosotros llamamos frecuentemente amistad (“Tengo un amigo”, “Mi amigo y yo…”) suele quedar en un acuerdo tácito para aguantarse, para apoyarse, para no estar solos, para cohonestar lo que de otro modo, sin el “visto bueno” del “amigo”, habría quedado en una mala intención.

domingo, 26 de junio de 2011

"Estoy hundido..."

Se oye alguna vez esa expresión como manifestación del derrotismo que mina el espíritu: “Todo se acabó para mí”. Hay decepciones, fracasos, pérdidas, desgarros, desgracias de tan hondo calado, que quien lo sufre ve o cree que ha llegado el momento en que nada ni nadie importa ya.
Y, sin embargo, estos gravísimos hechos, que suceden con frecuencia; o esa sensación de abatimiento mortal que sigue a hechos no tan mortales, pero sí sensibilísimos para el que los padece, nublan la mente. Y no dejan ver que el camino sigue abierto, que la meta en la que siempre se pensó, sigue allá y que las fuerzas no han quedado tan mermadas ni la capacidad de recuperación tan arrasada ni el deber de dar dignidad a la vida tan roto que impidan seguir viviendo. Es precisamente en la ocasión de la prueba cuando cada uno debe darse a sí mismo (y si es necesario u obligado a los que lo rodean) la muestra de que no estamos hechos de debilidad, sino de superación. Que no nos hemos acostumbrado a vivir sin luchar, a luchar sin recibir heridas, a recibir heridas sin sucumbir.
Y es en esos momentos de contradicción cuando mirar a la historia debe servirnos de estímulo. Historias de mujeres y de hombres (diría que más mujeres que hombres), de personas que se han demostrado a sí mismas que eran más capaces de sufrir de lo que hubieran creído y más ricas de valentía de lo que pensaban. Son personas que dejan de ser “vulgares” (que nunca fueron: sólo lo parecían) para asombrar con la entereza que siempre tuvieron pero que no pudieron ni necesitaron estrenar porque no hizo falta. Y hablamos de la historia de personas a las que debemos mirar con admiración, con afecto, con agradecimiento  y con ánimo de imitar.
No sé si primero fue su “ex libris” y después unos versos o al revés lo que Gregorio Marañón, que a tantos escucho y a tantos ayudó a redescubrir el norte de su vida, nos dice sobre ello de este modo:
  
¡ARRIBA, CORAZÓN!
Arriba, corazón, la vida es corta
y hay que aprender a erguirse ante el destino.
Sólo avanzar importa,
arrojando el dolor por el camino.

Otras horas felices
matarán a estas horas doloridas.
Las que hoy son heridas
se tornarán mañana cicatrices.

Espera siempre, corazón, espera
que ninguna inquietud es infinita,
y hay una misteriosa primavera
donde el dolor humano se marchita.

Con tu espuela de plata
no des paz al corcel de la ilusión.
"Si la pena no muere se la mata",
¡arriba, corazón!

viernes, 24 de junio de 2011

En sesenta segundos...


…dicen los adictos a la estadística (Go-Gulf.com: «60 Seconds - Things That Happen On Internet Every Sixty Seconds») pasan, al menos, estas cosas en internet: 168 millones de correos, 6.600 fotos nuevas en el portal Flickr, los servidores de Google responden a 694.445 preguntas, 600 nuevos videos en  YouTube con una duración total de 25 horas. En Facebook se actualizan 695.000 status, se fijan 510.000 comentarios. En el microblog de Twitter se crean 320 nuevos perfiles y se producen 98.000 mensajes de 140 caracteres. Se hacen más de 370.000 minutos de llamadas Skype. Nacen 60 nuevos blogs, se escriben 1.500 posts, se registran 70 nuevos dominios, se publican 20.000 nuevos mensajes en la plataforma Tumblr, nacen cien nuevas cuentas en LinkedIn y 40 nuevas preguntas en la página de  YahooAnswers.com...
Eso hoy. ¿Y mañana?
Es impresionantemente apabullante la red de comunicación abierta a nuestra vida. Y la posibilidad que se ofrece para ponerse en contacto con empresas, con fuentes de noticias, de opinión, de estudio e investigación, de acercamiento a personas, lugares, fenómenos, acontecimientos, propuestas, invitaciones, ofertas… Y la posibilidad que presentan de acceder a una realidad incomparablemente más grande que la que nos rodea.
La reflexión casi natural (porque a todos se nos ocurre, pero a la que no prestamos la atención que exige, ante este mundo que se amplía y perfecciona técnicamente minuto a minuto) es plural y llega a ser acuciante. Está de por medio el perfeccionamiento de nuestra personalidad que se pone en juego de un modo aparentemente imperceptible. El uso de estos medios ¿en qué me hace mejor? En medio de tanta comunicación ¿de verdad me comunico? ¿Me siento más comunicativo, más capaz de cultivar la amistad cara a cara? ¿Soy capaz de elegir, de seleccionar campos de interés, de limitar tiempos de uso? ¿No me he sentido poco o mucho esclavo, prendido en esta red?
Y si soy responsable de la educación de alguien - hijos, educandos, alumnos, amigos – ¿tengo argumentos, estrategias de actuación, intervenciones eficaces para acompañar a los que quiero en ese proceso de decidir, de dignificar la vida, de ennoblecerla y enriquecerla con una razón equilibrada y una voluntad exigente? ¿No contribuyo con mi pasividad y mi ausencia a que se produzca la fragmentación de la personalidad y la dependencia del mundo que se nos mete por la ventana del monitor?