lunes, 24 de junio de 2013

24 de junio: Celebramos la fiesta del onomástico de Don Bosco y de su sucesor



(ANS - Roma) - El Lunes 24 de junio, fiesta de San Juan Bautista, día que en Valdocco  se celebraba tradicionalmente el onomástico de Don Bosco, la Congregación celebra la fiesta del Rector Mayor que, como dice el artículo 126 de las Constituciones; "es el superior de la Sociedad Salesiana, el sucesor de Don Bosco, el padre y centro de unidad de la Familia Salesiana".
Esta tradición fue continuada  en diferentes formas: desde la casa madre de Valdocco, como hicieron los primeros Rectores Mayores, a la elección de algunas Inspectoría europeas o de la India, como  hizo Don Egidio Viganó, que reanudó la tradición interrumpida desde los años treinta a los años ochenta, y Don Juan Edmundo Vecchi.
Don Chávez también este año celebrará, como de costumbre, la fiesta del Rector Mayor en la Casa Generalicia junto a los Salesianos de la comunidad, los miembros del Consejo General, los Inspectores recientemente nombrados y otros invitados.
El sencillo programa tendrá dos momentos relevantes: la Eucaristía, presidida por el Rector Mayor en el final de la mañana y por la tarde una academia musical y artística donde participará  la comunidad "Madre Ersilia Canta" de las Hijas de María Auxiliadora.
El Vicario General, P. Adriano Bregolin, recuerda que "es una oportunidad para recordar y agradecer en unidad de espíritu con el que ha sido llamado para dirigir la Congregación y la Familia Salesiana. Un compromiso que Don Pascual ha asumido entregándose completamente”.
La fiesta del Rector Mayor de este año será la última del sexenio y del mandato del Padre Pascual Chávez Villanueva, décimo Rector Mayor de la Congregación Salesiana, IX sucesor de Don Bosco.

jueves, 20 de junio de 2013

Los Soprano.



La cadena por cable norteamericana Home Box Office (HBO) ha declarado a raíz de su reciente muerte a los 51 años (Roma, 19 de junio) que James Gandolfini era “una persona amable y cariñosa que trataba a todo el mundo con el mismo respeto”. Y el director de la serie, David Chase: “… fue mi compañero, mi hermano en formas que no puedo explicar ni jamás podré”. A estas afirmaciones podrían añadirse todas las que hicieron amigos, compañeros de trabajo, dependientes…
Cuando se analiza la historia de LOS SOPRANO queda uno pasmado por el rigor con que se labraba una obra de arte que ha merecido el juicio de haber sido “una de las mejores series de todos los tiempos”.
Se estrenó en enero de 1999 y se mantuvo durante seis años y con ochenta y siete episodios de una hora, debidos a los guiones de más de ocho guionistas y la constante, acertada y exigente dirección del creador y director, David Chase. 
Llama la atención conocer su método en la elección del reparto sin más concesiones que las debidas a la valía del actor; de los escenarios o de los lugares naturales de la vida y acción de una doble familia, de sangre y de mafia, a través de los episodios en los que se mezclan problemas de afecto, de estrategia tramposa y violenta, de debilidad ante la puerta nunca abierta a la felicidad de la psiquiatría…
Y todo esto ¿para qué? Estamos contemplando, hablando, sufriendo, criticando… a un mundo que llamamos corrupto, a una historia diaria, de ayer y de hoy, cercana y lejana, que nos resulta cada día (¡cada hora!) más sucia y bochornosa. Clamamos contra el que decimos que se aprovecha de lo que sea para conseguir lo que desea o, al menos, lo que puede. Y no nos damos cuenta de que nosotros estamos siendo, muchas veces, en nuestra cicatera crítica, lo mismo que ellos, sucios de corazón y de lengua, corruptos sin aportar mucho o nada al tremendo problema en que nos envolvemos.
En el origen de todo está la honradez: la que no tiene el que trepa hasta conseguir un puesto de influencia sin saber qué hacer en él sino aprovecharse; la que no tiene el que falsea la mercancía que vende como buena; el que abre la mano, con disimulo o sin él, para recoger la comisión con que se vende una firma; la que no tiene el que vaguea mientras se prepara (¿se prepara?) para ejercer una profesión que no dominará porque dedica el tiempo de su preparación al alboroto; la que no tiene el que muerde, porque cree que por sembrar hiel en la vida se consigue ahogar al enemigo...

sábado, 15 de junio de 2013

Chinchar.



Al pasear la mirada por el inquieto mundo en que vivimos, no puedo dejar de observar que hay muchos conciudadanos míos (¡y conciudadanas mías!) cuya ocupación más frecuente, si no es profesión perpetua, es chinchar. Como no estaba yo en el dominio del contenido de ese término tan sonoro y expresivo (¡chinchar!), he recurrido al DRAE (ya sabes: Diccionario de la Real Academia Española). Y entre otros servicios a mi ignorancia me enseña que chinchar equivale a “matar, desazonar o incomodar a alguien con necedades y pesadeces, extinguir o apagar, especialmente el fuego o la luz, herir y llagar, quitar la fuerza, apagar el brillo, estrechar, reñir, pelear, violentar, acabar con alguien, extinguir, aniquilar...”. Y ya sabes, chinchar es, además y por encima de todo, lo que hacen las chinches, “quemarte” la sangre.
Seguramente es muy interesante y agobiante analizar la existencia (si siguen con vida) de las personas o instituciones que sufren ese ataque. Tal vez piensen que no vale la pena seguir viviendo una muerte de acoso por pretender hacer el bien y hacerlo bien. Que el derecho a la libertad propia no es tan fuerte como el de la ajena. Que no cabe hacer un camino para el que tú fijas la meta. Que la convivencia no se eleva sobre la base igualitaria del mutuo respeto. Que eso de los jueces, los tribunales y la justicia es una milonga improductiva. Que las elecciones no son para encauzar los propios puntos de vista por un sistema democrático (imperfecto, sí, pero democrático) sino para prepararse para el ejercicio arbitrario del derribo.           
Pero mucho más interesante desde el punto de vista profiláctico, más triste desde el social y más aterrador desde el demográfico es estudiar el corazón y la cabeza de los profesionales del “chinchar” en cualquiera de sus formas. ¿Nacieron con el corazón herido? ¿Mamaron vinagre? ¿Está programada su locomoción para acudir donde hay carne que morder? ¿Frecuentaron la escuela del profesor Talión? ¿Creen que sólo en la violencia está el acierto, la nobleza, la dignidad, la justicia?

lunes, 10 de junio de 2013

Tambora.



Se recuerda en las biografía de Don Bosco que los años 1816 y siguientes fueron de una pobreza extrema en las cosechas. A aquel año se le llamó “el año sin verano”.   En Europa, sumida en el frío, no hubo vino, ni trigo, ni fruta; y la nieve caída era amarilla. Hasta 1819 el tifus hizo estragos. Y el hambre fue tal que en Suiza se recurrió a comer musgo.
El 10 de abril de 1815 el volcán Tambora de la isla Sumbawa, en el Cinturón de Fuego de las ilsas de la Sonda, empezó a lanzar al espacio, calculan los expertos, 160 kilómetros cúbicos de cenizas. En Indonesia, siguen calculando, murieron 12.000 personas víctimas directas de la explosión y cerca de 50.000 por las consecuencias de la misma a lo largo de 1816: enfermedades, epidemias, intoxicación hambre...
Kart Drais, un alemán, inventó ese año la draisina, para ahorrar el forraje de los caballos. Mary Shelley, esposa del poeta Percy Bysshe, recluidos en casa por el frío, inventó a Frankestein. Y John Polidori escribió El Vampiro. Hasta hay quien afirma que los cielos rojos de William Turner nacieron entonces.
La coincidencia de estos hechos con el nacimiento de San Juan Bosco hace pensar en algo tan lógico como la expansión de los efectos de un fenómeno que debería quedar restringido en su lugar de origen. Y sin embargo, sabemos que no: un simple gesto inadecuado en el trato de un padre con su hijo puede provocar en este un efecto devastador. Y el rasgo de un hombre de corazón grande que acoge a un muchacho que no tiene casa ni familia, provoca para el futuro la explosión del amor hacia los abatidos en forma de bondad y educación.

miércoles, 5 de junio de 2013

Ortografía.



Ruperto Chapí Lorente (1851 Villena – 1909 Madrid) nació en un hogar en el que se respiraba música. A los 9 años tocaba en la banda Música Nueva de su ciudad. A los 12 compuso su primera obra sinfónica: Un día entre bosques. En Madrid desde los 16, tuvo ocasión de aprender de grandes maestros y orientar su vida hacia la composición. Aunque durante algún formó parte de la orquesta del Circo Price porque, a los 19 años, necesitaba fondos para seguir sus estudios.
Sorprende saber que a lo largo de sus 58 años de vida compuso 160 obras: 8 óperas, algunas operetas y composiciones orquestales y, sobre todo, zarzuelas de las que, sin duda, conoces algunas. Vale la pena. Fue un maestro en ello.
Todo lo anterior es una lección de responsabilidad, tenacidad, entrega al cultivo del arte, entusiasmo y perseverancia. Si a esto se añade que fue el fundador de la SGAE (¿te suena?). Una gran lección para las familias que creen que se cosecha donde no se ha sembrado.
Pero hablamos hoy de una de sus zarzuelas, un poco peculiar por su formato (¿o es una revista?), Ortografía, en un acto, que se estrenó en el teatro Eslava el último día de 1888.
Don Canone Valente Bomba da Silva, caballero portugués, llega a Madrid y quiere perfeccionar su español. Su profesor, el Guión, le asegura: «Yo voy a proponer a usted un nuevo sistema de enseñanza, de resultados brillantes, siendo al mismo tiempo recreativo y pintoresco, por el cual a la vez que nuestra ortografía, conocerá muchas de nuestras costumbres». Y desde los acentos agudos y esdrújulos hasta el brillante final de los símbolos tradicionales y patrióticos, Carlos Arniches y Gonzalo Cantó, los libretistas, despliegan sátiras sobre las cesantías, los chanchullos políticos o la invasión de barbarismos. Como hoy, ¡vamos!
Pero la habanera del coro de «los puntos suspensivos» es la que nos debe servir para una lección más cercana a nuestros silencios y a nuestros fracasos en la educación: «Somos puntos suspensivos, / nuestra misión es callar, / y decir con el silencio / más de lo que es regular. / Tenemos mucha malicia, / pero la tienen también / los que en las líneas de puntos / la intención de un toro ven... Nuestra picardía / hace presumir / lo que no se atreve / la pluma a escribir».