Ruperto Chapí Lorente (1851
Villena – 1909 Madrid) nació en un hogar en el que se respiraba música. A los 9
años tocaba en la banda Música Nueva
de su ciudad. A los 12 compuso su primera obra sinfónica: Un día entre bosques. En Madrid desde los 16, tuvo ocasión de
aprender de grandes maestros y orientar su vida hacia la composición. Aunque
durante algún formó parte de la orquesta del Circo Price porque, a los 19 años, necesitaba fondos para seguir
sus estudios.
Sorprende saber que a lo largo
de sus 58 años de vida compuso 160 obras: 8 óperas, algunas operetas y
composiciones orquestales y, sobre todo, zarzuelas de las que, sin duda,
conoces algunas. Vale la pena. Fue un maestro en ello.
Todo lo anterior es una
lección de responsabilidad, tenacidad, entrega al cultivo del arte, entusiasmo
y perseverancia. Si a esto se añade que fue el fundador de la SGAE (¿te
suena?). Una gran lección para las familias que creen que se cosecha donde no
se ha sembrado.
Pero hablamos hoy de una de
sus zarzuelas, un poco peculiar por su formato (¿o es una revista?), Ortografía, en un acto, que se estrenó en el
teatro Eslava el último día de 1888.
Don
Canone Valente Bomba da Silva, caballero portugués, llega a Madrid y quiere
perfeccionar su español. Su profesor, el Guión, le asegura: «Yo voy a proponer
a usted un nuevo sistema de enseñanza, de resultados brillantes, siendo al
mismo tiempo recreativo y pintoresco, por el cual a la vez que nuestra
ortografía, conocerá muchas de nuestras costumbres». Y desde los acentos agudos
y esdrújulos hasta el brillante final de los símbolos tradicionales y
patrióticos, Carlos Arniches y Gonzalo Cantó, los libretistas, despliegan
sátiras sobre las cesantías, los
chanchullos políticos o la invasión de barbarismos. Como hoy, ¡vamos!
Pero la
habanera del coro de «los puntos suspensivos» es la que nos debe servir para
una lección más cercana a nuestros silencios y a nuestros fracasos en la
educación: «Somos puntos suspensivos, / nuestra misión es callar,
/ y decir con el silencio / más de lo que es regular. / Tenemos mucha malicia,
/ pero la tienen también / los que en las líneas de puntos / la intención de un
toro ven... Nuestra picardía / hace presumir / lo que no se atreve / la pluma
a escribir».
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