Domingo Savio (alumno
excepcional de Don Bosco en su Oratorio de Valdocco y santo desde 1954) aparece
en su fiesta (hoy, 6 de Mayo) en un testimonio de 1906, de Francisco Cerruti, un
compañero dos años más joven que él, que fue, con D Bosco y a los 15 años, uno
de los fundadores de la Congregación salesiana en 1859.
“DOMINGO SAVIO Y LOS
CINCUENTA AÑOS DE LOS HUMILDES”
«La tarde del 11 de noviembre
1856 yo entraba en el Oratorio S. Francisco de Sales de Turín. De mi humilde
pueblecito pasaba a la capital del antiguo Reino de Cerdeña; desde los cuidados
de una madre tiernísima, toda corazón y toda piedad, que guió durante 30 años
mis pasos en el camino de la vita y ahora me sostiene desde el Paraíso, la
Divina Providencia me conducía entre los brazos de un segundo padre, don Bosco,
ya que al primero, mi padre, lo perdí ante de haber cumplido yo tres años.
Me encontré, los primeros días,
como perdido. Aun estando con gusto en el Oratorio, mis pensamientos y mi corazón
estaban siempre en mi madre, sobre todo por la tarde, cuando comenzaba a
oscurecer. Por eso a las cinco, cuando llegada al estudio con mis compañeros, lo
primero que hacía era hablar un ratito con mi madre diciéndole muchas cosas por
escrito, en el mismo cuaderno de apuntes, vertiendo en él, como si la tuviese
presente, todo mi corazón. Después, secadas mis lágrimas, me ponía a trabajar en
el mismo cuaderno, que servía a un tiempo por eso para los desahogos del
corazón y los deberes de clase. Y esta música... duró bastante.
Un día, durante el recreo, mientras
estaba acobardado y pensativo, apoyado
en una de las columnas del pórtico, se me acerca un compañero de aspecto modesto,
frente serena y mirada dulce y me dice: “¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?....” –
“Me llamo Francisco Cerruti” – “¿En qué clase estás?” – “Segundo de
bachillerato” – “¡Oh! Muy bien, siguió él; por tanto sabes latín.... ¿Sabes de
dónde deriva Sonámbulo?”
– “De sonno ambulare. Pero ¿quién
eres tú?” le pregunté mirándole a la cara. – “Yo me llamo Domingo Savio” – “¿En
qué clase estás?” – “En cuarto de bachillerato” – Y sin hacer más preguntas: “Seremos
amigos, ¿no es verdad? Me preguntó”. – “Con mucho gusto”, le respondí yo”.
Hecho esto, nos separamos, pero
su fisonomía, su actitud en aquel momento, hasta el mismo lugar en el que tuvo
lugar aquel coloquio afortunado, todo me quedó tan profundamente impreso, que
lo tengo presente como si hubiese sucedido ayer. Tuve ocasión frecuente de
estar cerca de él, de hablarle, de entretenerme con él, aun en circunstancias íntimas
de la vida, durante aquellos tres meses y medio que pasaron desde aquel primer
coloquio hasta su partida para Mondonio, que tuvo lugar la tarde del 1° de marzo
de 1857».