Quedó varado en la costa
meridional de Tailandia, hace unas semanas, un calderón, es decir, una ballena
piloto o delfín. No hacía lo que los científicos de habla inglesa les atribuyen
como spyhopping, elevarse sobre la
superficie para espiar. Lo hacía para morir en la playa. El biólogo marino Thon Thamrongnawasawat, de
la Universidad Kasetsart de
Tailandia, no tuvo dudas: “Con 80 bolsas de plástico en el estómago no puede
vivir”. ¡Ocho kilos de porquería insoluble en vez de alimento asimilable!
Por mucho que me apene el
plástico, mi reflexión no va contra él, sino contra el hombre que se envuelve,
con el plástico y con muchas actitudes vitales, en el criterio de adoptar la
comodidad como norma para vivir mejor.
Nuestra responsabilidad
como educadores de una materia moldeable
no puede ser la de admitir que lo importante es no esforzarse. Y, sin embargo,
el mercado de productos y métodos de hoy suele crecer cuando se ofrece la
posibilidad de no sufrir, no esforzarse, no exigirse.
Da pena oír la respuesta
de un muchacho que empieza un nuevo periodo de su formación como futuro
profesional y, sobre todo, como actual persona: “¡Es muy difícil!” “¡No se
acaba nunca!”, “¡No me gusta!”, “¡No hay quien lo trague!”
El plástico fue (o nos
pareció que era) un invento admirable. La solución a un montón de problemas.
Pero tal vez no advertimos el mal que lleva en su entraña.
Y la reflexión que sigue,
por si pudiese afianzar convicciones, es que no podemos educar acudiendo al
criterio de lo cómodo como criterio que lo preside todo.
Los hombres más grandes de
la historia se hicieron grandes siempre en medio de la dificultad o, al menos,
del esfuerzo. Porque son la dificultad y el esfuerzo los alimentos espirituales
que hacen al hombre compresivo, acogedor, emprendedor, pertinaz en el bien, en
la generosidad, en la renuncia…
Hubo quien, teniéndolo
todo a su alcance, quisieron hacer el camino en la penuria de medios y de
ayudas. Sabían que lo importante al final del camino no es tener, haberlo hecho,
sino ser, haber sido capaz de luchar y vencer, haberse preparado para darse y
dar.