Como
sabes, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)
realiza desde 2000, cada tres años un estudio sobre el rendimiento académico en
matemáticas, ciencias y lectura de estudiantes de 15 años a partir de unos
exámenes en diversos países. Al estudio-informe lo llaman, para acabar pronto,
PISA, que viene de Programme for
International Student Assessment (Informe
del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) y busca obtener
datos que ayuden a los países implicados a mejorar la instrucción de sus
muchachos.
De lo descrito hasta aquí
puedes deducir que a muchos no les convence este empeño, pero como eso pasa con
todo, nos ponemos de parte de PISA para hacer una modesta reflexión a partir de
algunos datos de su primer informe de 2017.
El coordinador del informe, Andreas Schleicher,
decía que el grado de satisfacción de los estudiantes en España es de un 7,4 (de 0 a 10) por
encima de la media de la OCDE. Pero añadía que, en cambio, “se observa un nivel
de ambición personal inferior a la media de la OCDE, el 58
por ciento frente a la media del 71% del resto de países europeos”.
Es decir, parece que los estudios van bien. O, al menos, mejor que en otros
países. Pero también parece que la mirada hacia el futuro, a partir de su
condición de estudiantes, es menos entusiasta que la europea.
He escrito arriba “instrucción”. Pero importa sobre todo “educación”. Y en
la educación, es decir, en la forja de
hombres (¿suena bien, verdad?; ¿y por qué para algunos está trasnochado?)
se encuentra no sólo la tarea de acompañar hacia la felicidad al obtener un
trabajo seguro, aceptable y bien remunerado, sino la de construir un mundo
solidario, generoso, acogedor, luminoso, ambicioso en el que sea posible un
protagonismo que arrastre hacia los demás. Puede suceder que la actitud más
común sea cuidar la propia parcela personal ¡y que me dejen en paz!
Cuando se ofrece a los adolescentes la meta de que sean algo más que ellos
mismos se despierta naturalmente la ambición de crear un mundo en el que los
demás cuenten, los demás sean también parte del propio proyecto vital.
Tal vez el hecho de que un 22 por ciento pasa seis horas diarias en internet, dibuja el perfil de quien huye de sí para no encontrarse con nadie.
Tal vez el hecho de que un 22 por ciento pasa seis horas diarias en internet, dibuja el perfil de quien huye de sí para no encontrarse con nadie.