Sí, ya sé que este título es una tontería. Pero permitidme que discurra
por él y sobre él. Esas cinco palabras (existentes o no existentes) podrían
describir cinco posibles estadios de la estatura de uno de nuestros hijos. Como
conozco a alguno que ha pasado por ellos y vive en ellos, me atrevo a decir lo
que sigue.
La nana no es sólo esa canción
dulce y monótona que le canta la mamá al niño tierno y con tendencia a
trasnochar. ¿Qué no se duerme? ¡Una nana!
Una canción para que se sienta adorado, arrullado, protegido por lo más
acariciador que una mamá le puede dar al querer que se duerma de una vez. ¡La
caricia! ¡Las caricias! Son, es verdad y deben ser, un alimento de la
sensibilidad, de la identificación, de la entrega, de la pertenencia. Pero ¡con
mesura! Hay niños que se hacen hombres sintiendo y deseando la caricia materna
de su nana. Y siguen siendo nenes, en vez de adolescentes: ¡Que no
sufra, que no le falte nada, que nadie pueda decir que su mamá le ha abandonado
a sí mismo! Las que no saben que adolescente significa desarrollarse. Las que
desean que siga siempre tan nene, tan
guapo, tan “manejable” le convierte en un apegado al arrimo materno (o paterno)
y que no sea capaz de romper el cascarón de la infancia. O lo lanzan a un mundo
para el que no llevan los recursos que necesitan para ser en él, a pesar de
todo y de todos, ellos mismos.
Un hombre en proyecto como el modelado tiende a ser un nini. De esos que NI optan NI eligen. Porque lo que han hecho parecido a
optar y decidir ha sido echar mano de los caprichos que han tejido y necesitan
que sigan tejiendo su vida diaria. NI se esfuerzan por trabajar, NI se entregan
a estudiar, NI deciden ser útiles a otros, NI aceptan el esfuerzo, el tesón, el
sudor, que nos es naturalmente rechazable, pero humanamente forzoso.
Cuando se llega así a los catorce, veinte, veintiocho años esos seres
humanos han hecho del NO su categoría
más segura. Decir sí, piensan, es sucumbir ante la voluntad de otro. Es ceder a
su gusto y a su decisión, aceptar su proyecto aguantando el bochorno de no tener ninguno. Cuando decir
NO a todo, que es lo único que
algunos saben hacer, excluir el Sí a
la vida de los demás, es, no solo carecer de horizonte, sino creerse llamado a
destruir el de todos los que sueñan con el suyo. Es ignorar al otro. Es
desconocer que se camina en sociedad. Es pretender defender la libertad
estableciendo la tiranía y la dictadura del propio parecer y gusto.
Tal vez conozcáis el mundo de los que llegan a ese
punto, el mundo nunu, el entablado de
leyendas, ensoñaciones, irrealidades, nieblas imposibles porque no son metas
altas, ni siquiera idealizadas de un mundo luminoso y difícil. Sino el ensueño
en que les gusta moverse porque no saben poner los pies en la dura pero, a
pesar de todo, noble tierra de la realidad cotidiana.