martes, 13 de noviembre de 2012

Siglo XXI.



Fastos (y nefastos) romanos

Alguien (y con amable acuerdo de muchos: que no de todos, porque ¿cuándo nos ponemos todos de acuerdo?) puso nombre a los siglos. Y aunque personalmente no estoy de acuerdo con varios de ellos, los transcribo: Siglo I, de la Redención; II, de los Santos; III, de los Mártires; IV, de los Santos Padres; V, de los Bárbaros; VI, de la Jurisprudencia; VII del Mahometismo; VIII, de los Sarracenos; IX, de los Normandos; X, de la Ignorancia; XI, de las Cruzadas; XII, de las Órdenes religiosas; XIII, de los Turcos; XIV, de la Artillería; XV, de las Innovaciones; XVI de Oro de las letras; XVII, de la Marina e Ingeniería; XVIII, de la Ilustración y de la Emancipación de los pueblos; XIX, de los grandes Inventos; XX de la electrónica, la llegada a la Luna, la conquista espacial.
¿Y si hiciésemos un concurso para dar nombre al siglo XXI? No es que un nombre haga que el siglo sea lo que se le llama.  Ni sería justo que, apenas comenzado (¡pero no tan “apenas”, porque doce años son casi la octava parte de un siglo!) le diésemos nombre sin poder saber casi nada de su comportamiento. Pero al menos podríamos decir los nombres que no quisiéramos darle pero que están haciendo presión para lograrlo. Aventuro algunos: del Calentamiento terrestre; de la Barbarie dilatada; del Egoísmo generalizado; de la Especulación económica; del Olvido de los olvidados; de la Superficialidad de nuestras miradas; de  los Tsunamis y Terremotos; de la conquista de Marte; de la nueva Colonización del mundo; de la banalidad del pensamiento; de la Presunción de la persona; de la Protesta y la Queja; del Exterminio de los que no son “de los nuestros”; del Raimiento de la presencia de Dios en nuestras vidas; de la Supresión de la Cruz que salva; del Descaro en la Conducta; del Engaño en el Trato y en el Negocio; del Mercado negro; de la Abolición de la Amistad; del Asesinato de la Honradez; del Exilio del Esfuerzo y del Trabajo, del Exterminio de la Esperanza…
Siento que mi imaginación y mi capacidad de pronóstico y diagnóstico sean tan pobres. Pero tal vez algún lector inteligente ("inteligente”, como sabes, el capaz de leer en el alma de las cosas, de la vida, de las personas, de la historia…) se pone a enriquecer la relación anterior y, sobre todo a evitar todo lo que puede hacer de nuestro siglo un escenario raquítico en medio de las sombras.

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