Claudius Sinusitus, cuestor, va enviado por Julio César a Condate. Debe
investigar por qué Graco Ojoalvirus, prefecto de aquellas tierras, le va
enviando cada vez menos dinero. Graco, además de comilón, es taimado y
vengativo. Y envenena al enviado de Roma que se pone muy malo. Por miedo a que
acaben con él y sospechando de la atención de los médicos romanos, Sinusitus
busca ayuda en la cercana aldea gala de la Armórica, ese morro de lobo que se
asoma al mar en el noroeste de la Galia. Panorámix, el druida decidido a
curarle, hace saber a Astérix que no podrá hacerlo si no obtiene una planta, Estrella de Plata, que solo crece en
Helvecia. Y el valiente galo (¿vais recordando?), con su inseparable Obélix,
viaja, sufre la persecución de Cayo Diplodocus y se hace con la planta gracias
a la ayuda del posadero Guardiasuix y del banquero Zúrix.
Cuando se inventó el alemán,
a la Estrella de Plata la llamaron Edelweiss. Y como es una palabra suave y
silenciosa, como todas las flores, la seguimos llamando así. Los científicos,
que son siempre hondos, pero un poco crueles, le dieron el nombre de
Leontopodium Alpinum, Pata de león de los
Alpes (en neutro para que no haya celos por parte de ningún sexo), por el
parecido, dicen, de su breve tallo con la pezuña de un león y el velludo que la
protege. Pero para los que amamos su belleza sigue siendo Edelweiss, "Blanco noble" o "Blanco puro". Es tanta su singularidad que le dedicamos
varios capítulos. Con sus enseñanzas.
Edelweiss es una especie en extinción. Falta
altura, falta fortaleza y sobran depredadores. Se arranca, se seca y se guarda
entre las hojas de un libro o envuelta en plástico como una vida amojamada,
sombra de su ser, triste trofeo de incursiones destructoras, recuerdos mustios
y sin sentido. Los suizos sienten tanto ese fenómeno, que se han puesto a
cultivarla. Y desde hace unos diez años, en el Cantón Valais del Suroeste de la
nación, la cosechan a mano, flor a flor. Porque, si no, la flor se queja en su
silencio y languidece.
Edelweiss no es sólo
belleza y distinción. Los incansables investigadores de la Naturaleza
descubrieron que esa belleza se contagia. Y la usan en productos de cosmética,
porque retrasa el envejecimiento de la piel. Y los que cuidan de nuestra salud
aprecian sus propiedades medicinales en algunas dolencias del estómago.
Aunque no tengamos la
suerte de contemplarla, podemos sentir la satisfacción de tenerla cerca, aunque
escasamente representada, en nuestro Pirineo (Parque Nacional de Ordesa y Monte
Perdido) y, un poco menos, en la montaña del Norte de León. Merece
nuestra admiración y respeto. Y, si acertamos, nuestra imitación.