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lunes, 19 de noviembre de 2012

Leontopodium (1)



Claudius Sinusitus, cuestor, va enviado por Julio César a Condate. Debe investigar por qué Graco Ojoalvirus, prefecto de aquellas tierras, le va enviando cada vez menos dinero. Graco, además de comilón, es taimado y vengativo. Y envenena al enviado de Roma que se pone muy malo. Por miedo a que acaben con él y sospechando de la  atención de los médicos romanos, Sinusitus busca ayuda en la cercana aldea gala de la Armórica, ese morro de lobo que se asoma al mar en el noroeste de la Galia. Panorámix, el druida decidido a curarle, hace saber a Astérix que no podrá hacerlo si no obtiene una planta, Estrella de Plata, que solo crece en Helvecia. Y el valiente galo (¿vais recordando?), con su inseparable Obélix, viaja, sufre la persecución de Cayo Diplodocus y se hace con la planta gracias a la ayuda del posadero Guardiasuix y del banquero Zúrix.  
Cuando se inventó el alemán, a la Estrella de Plata la llamaron Edelweiss. Y como es una palabra suave y silenciosa, como todas las flores, la seguimos llamando así. Los científicos, que son siempre hondos, pero un poco crueles, le dieron el  nombre de Leontopodium Alpinum, Pata de león de los Alpes (en neutro para que no haya celos por parte de ningún sexo), por el parecido, dicen, de su breve tallo con la pezuña de un león y el velludo que la protege. Pero para los que amamos su belleza sigue siendo Edelweiss, "Blanco noble" o "Blanco puro". Es tanta su singularidad que le dedicamos varios capítulos. Con sus enseñanzas. 
Edelweiss es una especie en extinción. Falta altura, falta fortaleza y sobran depredadores. Se arranca, se seca y se guarda entre las hojas de un libro o envuelta en plástico como una vida amojamada, sombra de su ser, triste trofeo de incursiones destructoras, recuerdos mustios y sin sentido. Los suizos sienten tanto ese fenómeno, que se han puesto a cultivarla. Y desde hace unos diez años, en el Cantón Valais del Suroeste de la nación, la cosechan a mano, flor a flor. Porque, si no, la flor se queja en su silencio y languidece.
Edelweiss no es sólo belleza y distinción. Los incansables investigadores de la Naturaleza descubrieron que esa belleza se contagia. Y la usan en productos de cosmética, porque retrasa el envejecimiento de la piel. Y los que cuidan de nuestra salud aprecian sus propiedades medicinales en algunas dolencias del estómago.
Aunque no tengamos la suerte de contemplarla, podemos sentir la satisfacción de tenerla cerca, aunque escasamente representada, en nuestro Pirineo (Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido) y, un poco menos, en la montaña del Norte de León. Merece nuestra admiración y respeto. Y, si acertamos, nuestra imitación.