Fastos (y nefastos) romanos
Alguien (y con
amable acuerdo de muchos: que no de todos, porque ¿cuándo nos ponemos todos de
acuerdo?) puso nombre a los siglos. Y aunque personalmente no estoy de acuerdo
con varios de ellos, los transcribo: Siglo I, de la Redención; II, de los
Santos; III, de los Mártires; IV, de los Santos Padres; V, de los Bárbaros; VI,
de la Jurisprudencia; VII del Mahometismo; VIII, de los Sarracenos; IX, de los
Normandos; X, de la Ignorancia; XI, de las Cruzadas; XII, de las Órdenes
religiosas; XIII, de los Turcos; XIV, de la Artillería; XV, de las
Innovaciones; XVI de Oro de las letras; XVII, de la Marina e Ingeniería; XVIII,
de la Ilustración y de la Emancipación de los pueblos; XIX, de los grandes
Inventos; XX de la electrónica, la llegada a la Luna, la conquista espacial.
¿Y si hiciésemos un
concurso para dar nombre al siglo XXI? No es que un nombre haga que el siglo
sea lo que se le llama. Ni sería justo
que, apenas comenzado (¡pero no tan “apenas”, porque doce años son casi la octava
parte de un siglo!) le diésemos nombre sin poder saber casi nada de su
comportamiento. Pero al menos podríamos decir los nombres que no quisiéramos
darle pero que están haciendo presión para lograrlo. Aventuro algunos: del
Calentamiento terrestre; de la Barbarie dilatada; del Egoísmo generalizado; de
la Especulación económica; del Olvido de los olvidados; de la Superficialidad
de nuestras miradas; de los Tsunamis y
Terremotos; de la conquista de Marte; de la nueva Colonización del mundo; de la
banalidad del pensamiento; de la Presunción de la persona; de la Protesta y la
Queja; del Exterminio de los que no son “de los nuestros”; del Raimiento de la
presencia de Dios en nuestras vidas; de la Supresión de la Cruz que salva; del
Descaro en la Conducta; del Engaño en el Trato y en el Negocio; del Mercado
negro; de la Abolición de la Amistad; del Asesinato de la Honradez; del Exilio
del Esfuerzo y del Trabajo, del Exterminio de la Esperanza…
Siento que mi imaginación y mi capacidad de
pronóstico y diagnóstico sean tan pobres. Pero tal vez algún lector inteligente
("inteligente”, como sabes, el capaz de leer en el alma de las cosas, de la
vida, de las personas, de la historia…) se pone a enriquecer la relación
anterior y, sobre todo a evitar todo lo que puede hacer de nuestro siglo un escenario
raquítico en medio de las sombras.