La reciente condena
de un tribunal a siete miembros de la Comisión
de Grandes Riesgos de Italia a seis años de cárcel por haber ofrecido información falsa sobre la posibilidad de que L'Aquila sufriera un
terremoto nos llena de inquietud. En aquel seísmo del 6 de Abril de 2009
murieron 209 personas, como recordamos.
"La valoración
que se hizo del riesgo sísmico fue aproximada, genérica e ineficaz
en relación con los deberes de prevención y previsión que tenía la
comisión" afirmó la acusación. Por
su parte la defensa sostiene que era imposible prever el
terremoto.
Causan pena las
víctimas causadas por el terremoto. Causa aprensión que no se pueda presagiar
el seísmo. Y causa desconcierto conocer
que se condena a quienes no podían saber con certeza, sino sólo aproximada y
genéricamente lo que podía suceder.
Pero como aquí no se habla de terremotos sino que se pretende sacar de ello alguna lección que sirva para nuestra vida diaria, allá van estas reflexiones. ¿Es posible predecir cómo van a salir los hijos? ¿Los hijos bien orientados, de conducta recta, con actitudes maduras, trabajadores, austeros, generosos, entregados a su deber, a su familia, abiertos a los demás, felices, altruistas… ¿son fruto de la suerte? Una madre de familia con hijos así, me decía, indignada: “Y me dicen que qué suerte he tenido con mis hijos”.
El desastre de la escuela, de la calle, de la
historia… ¿puede dar al traste con muchachos sólidos en sus convicciones,
fieles a sus valores, recios en la defensa de su identidad e independencia? Y,
sin embargo, hay padres que encuentran enseguida culpables del desvío de sus
hijos. Todo menos negar que son unos sinvergüenzas porque no han encontrado en
su hogar ni hogar, ni padres, ni educadores, ni guías, ni modelos de bien. Me
decía un padre sobre su hijo: “¡Ojalá se muriera!”. Y otro a propósito de un
fallo grave de su hija: “¡Si lo hubiese sabido, le habría roto la cara de una
bofetada!”. Y la hija comentaba: “¡Mi padre no me ha querido nunca!”.
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